Ángelus: El Papa expresa profundo pesar por la violencia en Irak y ruega por la paz
Miércoles, 8 dic (RV).- “Encomendaré la ciudad de Roma y el mundo entero a la Inmaculada”.
Juan Pablo II renueva su invitación al homenaje a la Virgen, esta tarde, y expresando
profundo pesar por la violencia en Irak ruega por la paz.
En sus palabras antes del Ángelus en esta Solemnidad de la Inmaculada Concepción -
“que aparece como un faro de luz para la humanidad de todo tiempo” - Juan Pablo II
ha anunciado la entrega de la ciudad de Roma y del mundo al amparo de la Virgen: “Esta
tarde, en el tradicional homenaje a la Virgen en la Plaza de España, encomendaré la
ciudad de Roma y el mundo entero a Ella, Madre Inmaculada del Verbo hecho Hombre.
A su potente intercesión nos dirigimos ahora con confianza filial rezando el Ángelus”.
Juan Pablo II ha expresado asimismo su profundo pesar por el atentado, perpetrado
ayer en la ciudad iraquí de Mosul, que destruyó una iglesia armenio católica y el
arzobispado caldeo, pidiendo la intercesión de la Inmaculada para que el pueblo de
Irak alcance la paz: “Expreso mi cercanía espiritual a los fieles, angustiados por
el atentado, y suplico al Señor, por intercesión de la Virgen Inmaculada, con el fin
de que el querido pueblo iraquí pueda conocer finalmente un tiempo de reconciliación
y de paz”
Tras destacar que, precisamente un día como hoy, hace 150 años, el beato Pío IX proclamó
el dogma de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, el Papa ha
hecho hincapié en que “el privilegio de haber sido preservada del pecado original
significa que Ella es la primera redimida por su Hijo. Su sublime belleza, reflejo
de la de Cristo, es prenda para todos los creyentes de la victoria de la Gracia divina
sobre el pecado y la muerte”.
Juan Pablo II ha reiterado que en comienzo del tercer milenio, la Inmaculada – que
ilumina a la humanidad – “nos orienta a creer y esperar en Dios, en su salvación y
en la vida eterna”. E “ilumina, en particular, el camino de la Iglesia comprometida
en la nueva evangelización”.
Poco antes, a las 9 y media, Juan Pablo II ha presidido la Santa Misa en la Basílica
de san Pedro en ocasión de la solemne proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción.
El Papa, en el templo lleno de eclesiásticos, diplomáticos y fieles de todas las partes
del mundo, ha hablado en su homilía de este “gran Misterio” de la Inmaculada Concepción
de la Madre de Dios, “que no cesa de atraer la contemplación de los creyentes e inspira
la reflexión de los teólogos”.
Nos dirigimos a la Virgen María muchas veces al día. Y lo repetimos hoy con férvida
dicha, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, recordando el 8 de diciembre
de 1854, cuando el beato Pío IX proclamó este admirable dogma de la fe católica precisamente
en esta Basílica vaticana.
“Llena de gracia” con este apelativo, el Ángel se dirigió a María. Es este el nombre
con el que Dios, a través de su mensajero, ha explicado el Pontífice comentando el
evangelio de Lucas, ha querido calificar a María. “De esta manera, Él la ha concebido
y visto desde siempre y para siempre”.
De la misma forma, recordando la carta a los efesios, el Pontífice ha dicho que “el
Padre la eligió en Cristo antes de la Creación del mundo, para que fuese Santa e Inmaculada
en su presencia en el amor, predestinándola como primicia a la adopción filial para
obra de Jesucristo”. “Y en previsión de la muerte salvífica de Jesús, María, su Madre,
ha sido preservada del pecado original y de cualquier pecado”.
En la victoria del nuevo Adán hay también la de la nueva Eva, madre de los redimidos.
“La Inmaculada es, pues, signo de esperanza para todos los hombres, que han vencido
a Satanás por medio de la sangre del Cordero”, ha dicho el Papa. Por esto, la Inmaculada
que marca “el inicio de la Iglesia, esposa de Cristo, sin mancha, sin arruga, esplendente
de belleza, precede siempre el Pueblo de Dios, en la peregrinación de la fe hacia
el Reino de los cielos”. Y a la Inmaculada María, el Santo Padre ha confiado toda
la Iglesia, todos los cristianos en el camino de la conversión a la santidad, en la
lucha contra el pecado:
A ti, Virgen Inmaculada, renuevo hoy de manera especial la entrega en custodia de
toda la Iglesia. Sé Tú la que guíes a sus hijos en la peregrinación de la fe, haciéndolos
siempre más obedientes y fieles a la Palabra de Dios. Sé Tú, también, la que obtengas
paz y salvación para todas las gentes.
Y esta tarde, respetando una tradición a la que no ha renunciado nunca, Juan Pablo
II se traslada a la plaza de España de Roma para homenajear a la Inmaculada depositando
una corona de flores al pie de la columna en la que se erige la estatua de la Virgen,
que desde el 1856 conmemora la proclamación del dogma. Se trata de uno de los pocos
momentos que el Pontífice tiene con el pueblo de Roma y que se produce cada año en
frente mismo de la sede de la embajada de España ante la Santa Sede.