2004-12-07 17:51:02

Satisfacer las necesidades básicas de los más desheredados y defender la vida humana y la institución familiar. La exhortación del Santo Padre en su discurso al nuevo Embajador del Perú ante la Santa Sede


Martes, 7 dic (RV).- Satisfacer las necesidades básicas de los más desheredados y defender la vida humana y la institución familiar. Esta fue la exhortación del Santo Padre en su discurso al nuevo Embajador del Perú ante la Santa Sede, Pablo Moran Val, a quien recibió en Audiencia este martes, con ocasión de la presentación de sus Cartas Credenciales.

Tras invocar sobre el pueblo del Perú “toda clase de bienes”, el Papa subrayó que la presencia del diplomático peruano “pone de manifiesto las tradicionales relaciones con la Santa Sede, instauradas por el Perú desde 1877” y, en este sentido, expresó su deseo de que, “animados por el espíritu de leal colaboración en favor de la sociedad, se continúe siempre en un clima de amistad y respeto, tratándose de una Nación cuya Constitución comienza invocando a Dios Todopoderoso y reconoce el estrecho vínculo de colaboración del Estado con la Iglesia”.

Al respecto, Juan Pablo II puso de relieve que “la vida religiosa en Perú, animada por la acción de los Obispos y los sacerdotes, sus colaboradores, concretada en las diversas comunidades y movimientos, en los centros de culto, asistenciales, educativos y de promoción humana y social, es un signo muy claro de cómo la vitalidad de la fe puede seguir sosteniendo los esfuerzos denodados de un noble pueblo que se afana en el progreso sin dejar de lado las raíces auténticas de su identidad cristiana”.

A continuación, el Santo Padre dijo que la realidad que vive el Perú, al igual que gran parte del Continente iberoamericano, “presenta graves retos que es preciso afrontar con magnanimidad y recto criterio” y, al respecto, recordó que “hace pocos meses los Obispos del Perú reiteraban su urgente llamado a la paz, a la concordia y al entendimiento; un llamado a la esperanza, a construir el Perú, buscar el orden social, a defender el estado de derecho y la constitucionalidad”.

Al respecto, el Papa indicó que “si bien es importante defender los valores cívicos, no se debe olvidar que éstos son más respetados cuando se basan en los valores éticos y morales de la honestidad, la solidaridad efectiva, de modo que se puedan corregir las injustas desigualdades sociales y los individualismos personales y sociales que dificultan la realización plena del bien común”. Y por ello –indicó el Pontífice- “la satisfacción de las necesidades básicas de los más desheredados y excluidos debe considerarse una prioridad fundamental, ya que las aceleradas transformaciones de la economía internacional han colocado a muchos de ellos en una situación casi desesperada”.

En este sentido, Juan Pablo II recordó “a la numerosa comunidad peruana que ha emigrando a otros países”, debido, “en la mayor parte de los casos, al deseo de encontrar mejores condiciones de vida”. Y, al respecto, dijo que “la Iglesia no se limita a recordar el principio ético fundamental de que los emigrantes han de ser tratados siempre con el respeto a la dignidad de toda persona humana, sino que pone en movimiento todos sus recursos para atenderles de la mejor manera posible”, como lo demuestra el hecho de que “con frecuencia, los templos y otras instituciones católicas son para ellos el principal punto de referencia para reunirse, celebrar sus fiestas, manteniendo viva su identidad patria, y donde pueden encontrar un válido apoyo, cuando no el único, para defender sus derechos o resolver situaciones apuradas”.

En su discurso, el Santo Padre también recordó que “el Perú se encuentra comprometido en un proceso para fortalecer las instituciones nacionales, e igualmente en los proyectos de integración regional” y, en este sentido, expresó su deseo de que “no queden fuera de las medidas del Gobierno la defensa de la vida humana y la institución familiar, hoy tan amenazada en tantas partes por un concepto equivocado de modernidad o de libertad, pues la familia, configurada según el orden natural establecido por el Creador, es la base insustituible del desarrollo armónico de una nación”.







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