2004-12-03 15:46:08

La lucha contra el terrorismo ha provocado una plaga de "cristianofobia"


Viernes, 3 dic (RV).- El secretario para las relaciones de la Santa Sede con los Estados advirtió hoy que aunque necesaria, la lucha contra el terrorismo ha provocado una plaga de "cristianofobia" en vastas áreas del mundo, en donde se identifica a la civilización occidental, o determinadas políticas practicadas por algunos países occidentales, con el Cristianismo. El secretario para las relaciones de la Santa Sede con los Estados, que intervino hoy en la Conferencia sobre la libertad religiosa organizada por la embajada de Estados Unidos ante la Santa Sede, resaltó además que en la actualidad la atención de la comunidad internacional y de algunas de sus organizaciones tiende a colocar la libertad religiosa bajo el amparo de la tolerancia.

El secretario para las relaciones de la Santa Sede con los Estados ha pronunciado esta conferencia en la Universidad Pontificia Gregoriana con la que concluyen los actos conmemorativos del vigésimo aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y los Estados Unidos de América.

En su intervención mons. Lajolo ha recurrido a la Declaración de la UNESCO sobre la tolerancia de 1995, para recordar que en la misma se especifica que la tolerancia no significa “renuncia o debilitamiento de los propios principios”, sino “libertad de adherir a las propias convicciones y la aceptación de que los demás puedan hacer lo mismo”. Para el prelado “quienes viven con coherencia la propia convicción religiosa no pueden ser considerados intolerantes. Lo serán si intentan imponerlas y ejercen presión, abierta o encubierta, sobre la conciencia de otros”.

Además en el actual contexto internacional, caracterizado por la proliferación del fundamentalismo religioso, mons. Lajolo ha considerado muy necesario recordar la prohibición internacional de coerción, de sanciones penales o de amenaza con la fuerza física, para obligar a adherir a credos o comunidades religiosas. “No es suficiente –ha dicho el secretario- con que el Estado garantice esa libertad mediante normas constitucionales o legislaciones específicas, sino que es necesario que tutele efectivamente su ejercicio a nivel de las relaciones sociales”.

En este mismo contexto mons. Lajolo ha sostenido que la Santa Sede ha subrayado multilateralmente en distintas ocasiones que la libertad religiosa también implica, en el campo civil, el derecho subjetivo de cambiar de religión. Un específico derecho que es objeto de particular atención en las relaciones bilaterales con los países en los que se reconoce constitucionalmente una religión de Estado.

De hecho la actividad diplomática de la Santa Sede no está determinada por intereses económicos o políticos, ni por ambiciones geopolíticas; sus prioridades estratégicas son asistir y promover condiciones favorables al ejercicio de la misión de la Iglesia como tal, la vida de fe de los creyentes y el libre ejercicio de los derechos humanos y de las libertades fundamentales.

Por otra parte, en el ámbito de las relaciones internacionales, la referencia a la libertad religiosa ha sido siempre uno de los puntos de mayor confrontación entre visiones e interpretaciones opuestas. Lo fue durante el antagonismo este-oeste, y lo es hoy, en los fenómenos de intolerancia y de violencia relacionados a veces con un fundamentalismo religioso impermeable al diálogo, y otras con una visión ideológica que obstaculiza al hombre el horizonte de la trascendencia, que le abandona en las arenas movedizas del relativismo.

En el extremo opuesto mons. Lajolo ha ubicado las sociedades de muchos países que viven en la indiferencia religiosa y donde las generaciones más jóvenes crecen ignorando el patrimonio espiritual del pueblo al que pertenecen. No obstante el fenómeno religioso sigue interesando y atrayendo a los ciudadanos y por esta razón la Santa Sede, respetando siempre una sana laicidad, no se cansa de pedir que se reconozca la dimensión pública de la libertad religiosa.

Este argumento ha sido abordado en distintas ocasiones por la diplomacia vaticana, no sólo en el reciente debate sobre las raíces cristianas de Europa, sino en relación a algunas legislaciones nacionales. Mons. Lajolo considera necesario el diálogo para respetar los principios de un auténtico pluralismo y para construir una verdadera democracia tanto a nivel nacional como internacional.

Y citando a Alexis De Tocqueville ha subrayado que el despotismo no necesita la religión, en cambio la libertad y la democracia sí. “En las actuales sociedades multiétnicas y multiconfesionales las religiones constituyen un importante factor de cohesión entre sus miembros, y la religión cristiana, con su carácter universal, invita a la apertura, al diálogo y a la colaboración armónica. Cuando la laicidad de los estados es expresión de verdadera libertad favorece el diálogo, la cooperación transparente y regular entre la sociedad civil y la religiosa y contribuye a edificar la comunidad internacional sobre la participación y el respeto.

Aun en los países donde se respeta seriamente la libertad religiosa, la Iglesia encuentra aspectos que no responden a sus exigencias. En este sentido Mons. Lajolo ha enumerado algunas ejemplos como el de países donde no se reconoce el carácter específico de alguna de sus instituciones fundamentales, países donde no se da el debido reconocimiento al matrimonio canónico; países donde el sistema escolar no respeta lo suficiente el derecho de los padres o países donde el régimen fiscal no tiene en cuenta las finalidades sociales de las instituciones de la Iglesia.







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