La lucha contra el terrorismo ha provocado una plaga de "cristianofobia"
Viernes, 3 dic (RV).- El secretario para las relaciones de la Santa Sede con los Estados
advirtió hoy que aunque necesaria, la lucha contra el terrorismo ha provocado una
plaga de "cristianofobia" en vastas áreas del mundo, en donde se identifica a la civilización
occidental, o determinadas políticas practicadas por algunos países occidentales,
con el Cristianismo. El secretario para las relaciones de la Santa Sede con los Estados,
que intervino hoy en la Conferencia sobre la libertad religiosa organizada por la
embajada de Estados Unidos ante la Santa Sede, resaltó además que en la actualidad
la atención de la comunidad internacional y de algunas de sus organizaciones tiende
a colocar la libertad religiosa bajo el amparo de la tolerancia.
El secretario
para las relaciones de la Santa Sede con los Estados ha pronunciado esta conferencia
en la Universidad Pontificia Gregoriana con la que concluyen los actos conmemorativos
del vigésimo aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y los
Estados Unidos de América.
En su intervención mons. Lajolo ha recurrido a la
Declaración de la UNESCO sobre la tolerancia de 1995, para recordar que en la misma
se especifica que la tolerancia no significa “renuncia o debilitamiento de los propios
principios”, sino “libertad de adherir a las propias convicciones y la aceptación
de que los demás puedan hacer lo mismo”. Para el prelado “quienes viven con coherencia
la propia convicción religiosa no pueden ser considerados intolerantes. Lo serán si
intentan imponerlas y ejercen presión, abierta o encubierta, sobre la conciencia de
otros”.
Además en el actual contexto internacional, caracterizado por la proliferación
del fundamentalismo religioso, mons. Lajolo ha considerado muy necesario recordar
la prohibición internacional de coerción, de sanciones penales o de amenaza con la
fuerza física, para obligar a adherir a credos o comunidades religiosas. “No es suficiente
–ha dicho el secretario- con que el Estado garantice esa libertad mediante normas
constitucionales o legislaciones específicas, sino que es necesario que tutele efectivamente
su ejercicio a nivel de las relaciones sociales”.
En este mismo contexto mons.
Lajolo ha sostenido que la Santa Sede ha subrayado multilateralmente en distintas
ocasiones que la libertad religiosa también implica, en el campo civil, el derecho
subjetivo de cambiar de religión. Un específico derecho que es objeto de particular
atención en las relaciones bilaterales con los países en los que se reconoce constitucionalmente
una religión de Estado.
De hecho la actividad diplomática de la Santa Sede
no está determinada por intereses económicos o políticos, ni por ambiciones geopolíticas;
sus prioridades estratégicas son asistir y promover condiciones favorables al ejercicio
de la misión de la Iglesia como tal, la vida de fe de los creyentes y el libre ejercicio
de los derechos humanos y de las libertades fundamentales.
Por otra parte,
en el ámbito de las relaciones internacionales, la referencia a la libertad religiosa
ha sido siempre uno de los puntos de mayor confrontación entre visiones e interpretaciones
opuestas. Lo fue durante el antagonismo este-oeste, y lo es hoy, en los fenómenos
de intolerancia y de violencia relacionados a veces con un fundamentalismo religioso
impermeable al diálogo, y otras con una visión ideológica que obstaculiza al hombre
el horizonte de la trascendencia, que le abandona en las arenas movedizas del relativismo.
En
el extremo opuesto mons. Lajolo ha ubicado las sociedades de muchos países que viven
en la indiferencia religiosa y donde las generaciones más jóvenes crecen ignorando
el patrimonio espiritual del pueblo al que pertenecen. No obstante el fenómeno religioso
sigue interesando y atrayendo a los ciudadanos y por esta razón la Santa Sede, respetando
siempre una sana laicidad, no se cansa de pedir que se reconozca la dimensión pública
de la libertad religiosa.
Este argumento ha sido abordado en distintas ocasiones
por la diplomacia vaticana, no sólo en el reciente debate sobre las raíces cristianas
de Europa, sino en relación a algunas legislaciones nacionales. Mons. Lajolo considera
necesario el diálogo para respetar los principios de un auténtico pluralismo y para
construir una verdadera democracia tanto a nivel nacional como internacional.
Y
citando a Alexis De Tocqueville ha subrayado que el despotismo no necesita la religión,
en cambio la libertad y la democracia sí. “En las actuales sociedades multiétnicas
y multiconfesionales las religiones constituyen un importante factor de cohesión entre
sus miembros, y la religión cristiana, con su carácter universal, invita a la apertura,
al diálogo y a la colaboración armónica. Cuando la laicidad de los estados es expresión
de verdadera libertad favorece el diálogo, la cooperación transparente y regular entre
la sociedad civil y la religiosa y contribuye a edificar la comunidad internacional
sobre la participación y el respeto.
Aun en los países donde se respeta seriamente
la libertad religiosa, la Iglesia encuentra aspectos que no responden a sus exigencias.
En este sentido Mons. Lajolo ha enumerado algunas ejemplos como el de países donde
no se reconoce el carácter específico de alguna de sus instituciones fundamentales,
países donde no se da el debido reconocimiento al matrimonio canónico; países donde
el sistema escolar no respeta lo suficiente el derecho de los padres o países donde
el régimen fiscal no tiene en cuenta las finalidades sociales de las instituciones
de la Iglesia.