Llamamiento al ecumenismo espiritual en el 40 aniversario de Unitatis Redintegratio
Juan Pablo II hizo un llamamiento al ecumenismo espiritual al presidir el sábado por
la tarde en la Basílica de San Pedro las vísperas en el 40 aniversario del DecretoUnitatis
Redintegratio.
El Santo Padre presidió el sábado la celebración de las
primeras Vísperas del XXXIII domingo del Tiempo Ordinario, en ocasión del 40 aniversario
de la promulgación del Decreto ConciliarUnitatis Redintegratio. “Pidamos juntos,
comenzó diciendo, una fe viva que nos adhiera cada vez más a la voluntad del Padre,
una esperanza firme que nos guíe por el camino de la esperanza de Cristo, una caridad
unánime que nos haga dóciles a la acción del Espíritu, para ser “una sola cosa, para
que el mundo crea”.
Juan Pablo II, en su homilía, comenzó saludando a los participantes
en la Conferencia ecuménica convocada con este motivo por el Consejo Pontificio para
la Unidad de los Cristianos, tanto católicos como de otras Iglesias y Comunidades
eclesiales. Más adelante puso de relieve cómo la puesta en práctica de este Decreto
conciliar ha sido una prioridad pastoral de su pontificado, ya que la actividad ecuménica
se fundamenta en el designio salvífico de Dios de reunir a todos en la unidad. Es
una tarea a la que todos están llamados en la Iglesia.
Para el Papa el camino
ecuménico es hoy más necesario que nunca, ya que la Iglesia está llamada a ser signo
e instrumento de unidad y de reconciliación con Dios y entre los hombres. Debe superar
las divisiones entre los cristianos convirtiéndose, en medio de un mundo que siente
profunda nostalgia por la paz, en el signo de la paz que Cristo ofrece al mundo.
El
Pontífice expresó su agradecimiento al Señor por todos los que han sentido el deseo
ardiente de la unidad de todos los cristianos, así como por las diferencias que han
sido superadas. Al mismo tiempo, reconoció todo lo que falta todavía por hacer, así
como los nuevos problemas especialmente en el campo ético, que impiden el testimonio
común. Todo ello, ha insistido el Papa, nos impide poder participar en el Sacramento
de la Unidad, en la Eucaristía.
Juan Pablo II reiteró también que «la actividad
ecuménica y la actividad misionera están entrelazadas y son dos caminos por medio
de los cuales la Iglesia cumple su misión en el mundo, expresando concretamente su
catolicidad». Aún más, el Papa hizo hincapié en que «en esta época nuestra asistimos
al desarrollo de un erróneo humanismo sin Dios y constatamos con profundo dolor los
conflictos que ensangrientan el mundo», por lo que «con mayor razón, en esta situación,
la Iglesia está llamada a ser signo e instrumento de unidad y de reconciliación con
Dios y entre los hombres».
En la Basílica de San Pedro, al presidir la celebración
de las vísperas en ocasión del 40 aniversario de la promulgación del decreto conciliar‘Unitatis
Redintegratio’, el Papa evocó las palabras de San Pablo: «’Mas ahora, en Cristo
Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca
por la sangre de Cristo’. Porque Él es nuestra paz’ (Ef 2,13) Con estas palabras
de la Carta a los Efesios, el Apóstol anuncia que Cristo es nuestra paz. En Él somos
reconciliados; ya no somos forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares
de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra
angular Cristo Jesús» (cfrEf2,19).
Poniendo de relieve la importancia
del Ecumenismo y recordando que esta meta, es – desde los comienzos - una de las
prioridades de su pontificado, Juan Pablo II subrayó el «diseño salvífico de Dios
de reunir a todos en la unidad», que corresponde a «la voluntad de nuestro Señor Jesucristo
que ha querido una sola Iglesia y ha orado al Padre, en la víspera de su muerte, para
que todos sean uno». (cfrJn17,21)
Con el Concilio Vaticano II, el Santo
Padre señaló – una vez más- que «el compromiso en favor del restablecimiento de la
comunión plena y visible entre todos los bautizados, no se aplica sólo a algunos expertos
de ecumenismo, sino que se refiere a todo cristiano, de toda diócesis y parroquia,
de toda comunidad en la Iglesia».
La homilía de Juan Pablo II, leída en parte
por Mons. Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, puso de relieve que el camino
ecuménico «es hoy aún más necesario, ante un mundo que crece hacia su unificación
y la Iglesia debe afrontar nuevos desafíos para su misión evangelizadora». En este
contexto, el Papa citó la constatación del Concilio Vaticano II, precisamente en el
Decreto que se ha querido conmemorar, «la división entre los cristianos ‘es un escándalo
para el mundo y daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio (Unitatis
Redintegratio, 1).
El Papa, insistiendo en que «nuestra época advierte
una profunda nostalgia de paz», reiteró que «la Iglesia, signo creíble e instrumento
de la paz de Cristo, no puede dejar de comprometerse en superar las divisiones de
los cristianos, volviéndose así cada vez más testimonio de la paz que Cristo ofrece
al mundo».
Agradeciendo a Dios por el impulso que el ecumenismo ha registrado
en estos últimos decenios y por el anhelo de unidad de numerosos cristianos en todo
el mundo, el Papa ha invitado a no desanimarse ante las incomprensiones y prejuicios
que impiden aún «la comunión plena y visible». Y se ha referido también a «problemas
nuevos, en especial en el campo ético», que lamentablemente se han presentado.
Como
escribió en la Encíclica Ecclesia de Eucaristía, sin olvidar los sufrimientos y desilusiones
que nos impiden participar desde ahora en el Sacramento de la unidad, compartiendo
el Pan eucarístico y bebiendo en el mismo Cáliz de la mesa del Señor, Juan Pablo II
invitó a no dejarse llevar por la resignación y perseverar en la oración por la unidad. Juan
Pablo II ha concluido su homilía refiriéndose al futuro ecuménico, invitándonos a
reforzar la fe común expresada en la profesión bautismal, en le Credo Niceno-Constantinopolitano,
y a reforzar la espiritualidad de comunión.