2004-11-17 13:53:31

Llamamiento al ecumenismo espiritual en el 40 aniversario de Unitatis Redintegratio


Juan Pablo II hizo un llamamiento al ecumenismo espiritual al presidir el sábado por la tarde en la Basílica de San Pedro las vísperas en el 40 aniversario del DecretoUnitatis Redintegratio.

El Santo Padre presidió el sábado la celebración de las primeras Vísperas del XXXIII domingo del Tiempo Ordinario, en ocasión del 40 aniversario de la promulgación del Decreto ConciliarUnitatis Redintegratio. “Pidamos juntos, comenzó diciendo, una fe viva que nos adhiera cada vez más a la voluntad del Padre, una esperanza firme que nos guíe por el camino de la esperanza de Cristo, una caridad unánime que nos haga dóciles a la acción del Espíritu, para ser “una sola cosa, para que el mundo crea”.

Juan Pablo II, en su homilía, comenzó saludando a los participantes en la Conferencia ecuménica convocada con este motivo por el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, tanto católicos como de otras Iglesias y Comunidades eclesiales. Más adelante puso de relieve cómo la puesta en práctica de este Decreto conciliar ha sido una prioridad pastoral de su pontificado, ya que la actividad ecuménica se fundamenta en el designio salvífico de Dios de reunir a todos en la unidad. Es una tarea a la que todos están llamados en la Iglesia.

Para el Papa el camino ecuménico es hoy más necesario que nunca, ya que la Iglesia está llamada a ser signo e instrumento de unidad y de reconciliación con Dios y entre los hombres. Debe superar las divisiones entre los cristianos convirtiéndose, en medio de un mundo que siente profunda nostalgia por la paz, en el signo de la paz que Cristo ofrece al mundo.

El Pontífice expresó su agradecimiento al Señor por todos los que han sentido el deseo ardiente de la unidad de todos los cristianos, así como por las diferencias que han sido superadas. Al mismo tiempo, reconoció todo lo que falta todavía por hacer, así como los nuevos problemas especialmente en el campo ético, que impiden el testimonio común. Todo ello, ha insistido el Papa, nos impide poder participar en el Sacramento de la Unidad, en la Eucaristía.

Juan Pablo II reiteró también que «la actividad ecuménica y la actividad misionera están entrelazadas y son dos caminos por medio de los cuales la Iglesia cumple su misión en el mundo, expresando concretamente su catolicidad». Aún más, el Papa hizo hincapié en que «en esta época nuestra asistimos al desarrollo de un erróneo humanismo sin Dios y constatamos con profundo dolor los conflictos que ensangrientan el mundo», por lo que «con mayor razón, en esta situación, la Iglesia está llamada a ser signo e instrumento de unidad y de reconciliación con Dios y entre los hombres».

En la Basílica de San Pedro, al presidir la celebración de las vísperas en ocasión del 40 aniversario de la promulgación del decreto conciliar‘Unitatis Redintegratio’, el Papa evocó las palabras de San Pablo: «’Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo’. Porque Él es nuestra paz’ (Ef 2,13) Con estas palabras de la Carta a los Efesios, el Apóstol anuncia que Cristo es nuestra paz. En Él somos reconciliados; ya no somos forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo Jesús» (cfrEf2,19).

Poniendo de relieve la importancia del Ecumenismo y recordando que esta meta, es – desde los comienzos - una de las prioridades de su pontificado, Juan Pablo II subrayó el «diseño salvífico de Dios de reunir a todos en la unidad», que corresponde a «la voluntad de nuestro Señor Jesucristo que ha querido una sola Iglesia y ha orado al Padre, en la víspera de su muerte, para que todos sean uno». (cfrJn17,21)

Con el Concilio Vaticano II, el Santo Padre señaló – una vez más- que «el compromiso en favor del restablecimiento de la comunión plena y visible entre todos los bautizados, no se aplica sólo a algunos expertos de ecumenismo, sino que se refiere a todo cristiano, de toda diócesis y parroquia, de toda comunidad en la Iglesia».

La homilía de Juan Pablo II, leída en parte por Mons. Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, puso de relieve que el camino ecuménico «es hoy aún más necesario, ante un mundo que crece hacia su unificación y la Iglesia debe afrontar nuevos desafíos para su misión evangelizadora». En este contexto, el Papa citó la constatación del Concilio Vaticano II, precisamente en el Decreto que se ha querido conmemorar, «la división entre los cristianos ‘es un escándalo para el mundo y daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio (Unitatis Redintegratio, 1).

El Papa, insistiendo en que «nuestra época advierte una profunda nostalgia de paz», reiteró que «la Iglesia, signo creíble e instrumento de la paz de Cristo, no puede dejar de comprometerse en superar las divisiones de los cristianos, volviéndose así cada vez más testimonio de la paz que Cristo ofrece al mundo».

Agradeciendo a Dios por el impulso que el ecumenismo ha registrado en estos últimos decenios y por el anhelo de unidad de numerosos cristianos en todo el mundo, el Papa ha invitado a no desanimarse ante las incomprensiones y prejuicios que impiden aún «la comunión plena y visible». Y se ha referido también a «problemas nuevos, en especial en el campo ético», que lamentablemente se han presentado.

Como escribió en la Encíclica Ecclesia de Eucaristía, sin olvidar los sufrimientos y desilusiones que nos impiden participar desde ahora en el Sacramento de la unidad, compartiendo el Pan eucarístico y bebiendo en el mismo Cáliz de la mesa del Señor, Juan Pablo II invitó a no dejarse llevar por la resignación y perseverar en la oración por la unidad.
Juan Pablo II ha concluido su homilía refiriéndose al futuro ecuménico, invitándonos a reforzar la fe común expresada en la profesión bautismal, en le Credo Niceno-Constantinopolitano, y a reforzar la espiritualidad de comunión.







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