«El dicasterio encargado por el Papa de promover relaciones armoniosas y de amistad
con personas de todas las religiones desea ‘feliz Diwali’ a los amigos hindúes», con
un mensaje dedicado a impulsar la tutela de la dignidad humana de la infancia contra
tantas formas de injusticia en el mundo. «El dicasterio encargado por el Papa de
promover relaciones armoniosas y de amistad con personas de todas las religiones desea
‘feliz Diwali’ a los amigos hindúes». Así se lee en el mensaje que el Consejo Pontificio
para el Diálogo Interreligioso ha enviado, con motivo de esta Fiesta de las Luces,
una de las más antiguas e importantes de la mencionada tradición religiosa. Celebración
que evoca la victoria del bien sobre el mal. El mencionado Consejo Pontificio destaca
los lazos de diálogo y colaboración entre cristianos e hindúes en importantes temas
y dedica, su mensaje de este año a «los niños, que son nuestro futuro y el futuro
de toda la humanidad». El presidente de este mismo dicasterio invita a impulsar y
reforzar la cooperación entre los seguidores de ambas tradiciones religiosas para
afrontar los serios y trágicos problemas que atañen a numerosos menores en todo el
mundo.
Reiterando que las festividades religiosas tienen el fin ayudarnos a
ser personas mejores y evocando el significado de la celebración de Diwali «con el
propósito de vencer las tinieblas con la luz, el mal con bien y el odio con el amor»,
Mons. Michael Fitzgerald enumera los atroces males que padecen «los niños, víctimas
inocentes de la guerra y de la violencia, de la escasez de agua y alimentos, de desplazamientos
forzados y de tantas formas de injusticia en el mundo».
Tragedias y males como
el ser obligados a trabajos gravosos, a ser niños soldados, víctimas del tráfico de
órganos, de seres humanos, de drogas. O víctimas de abusos sexuales, prostitución,
sida… El presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso evoca las
enseñanzas y palabras de Jesús. En especial aquellas con las que advierte «Yo os aseguro:
si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los
Cielos. Y el que reciba a un niño como éste, en mi nombre, a mi me recibe. Pero al
que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen
al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo
del mar» (Mt 18, 3-6)