2017-10-05 17:12:00

Teología de la Creación y de la Redención que sepa traducirse en gestos de amor para cada vida, pide el Papa


(RV).- Volver a partir desde la Palabra de Dios “que ilumina el origen de la vida y su destino” para enfrentar el desafío contemporáneo “que interpela al humanismo planetario, en referencia a los recientes desarrollos tecnológicos de las ciencias de la vida”: fue la invitación del Papa Francisco el jueves a los participantes en la Asamblea General de los Miembros de la Pontificia Academia para la Vida, recibidos en audiencia. El tema de la sesión de este año es: “Acompañar la vida. Nuevas responsabilidades en la era tecnológica”: argumento actual observó el Papa, y que coloca desafíos antes impensables y urgentes de enfrentar. El Obispo de Roma invitó a aclarar al respecto, para contrastar el riesgo de una cultura “centrada obsesivamente sobre la soberanía del hombre”.

La fe cristiana nos empuja a retomar la iniciativa, rechazando toda concesión a la nostalgia y al lamentarse. La Iglesia, por lo demás, cuenta con una vasta tradición de mentes generosas e iluminadas, que han abierto caminos para la ciencia y la consciencia de su época. El mundo necesita de creyentes que, con seriedad y alegría, sean creativos y propositivos, humildes y valientes, resueltamente determinados a recomponer la fractura entre las generaciones. Esta fractura interrumpe la transmisión de la vida. De la juventud se exaltan los potenciales: pero ¿quién los guía al cumplimiento de la edad adulta? La condición adulta es una vida capaz de responsabilidad y amor, ya sea hacia la generación futura, que hacia aquella pasada. La vida de los padres y de las madres en edad avanzada se espera sea honrada por aquello que ha dado generosamente, no que sea descartada por aquello que no tiene más.

Una teología de la Creación y de la Redención que sepa traducirse en las palabras y en los gestos del amor para cada vida y por toda la vida, aparece necesaria hoy más que nunca para acompañar el camino de la Iglesia en el mundo en el que ahora vivimos, continuó notando el Pontífice, recordando que la Encíclica Laudato si’ es como un manifiesto de esta reanudación de la mirada de Dios y del hombre sobre el mundo, partiendo del gran relato de revelación que nos es ofrecido en los primeros capítulos del Libro del Génesis.

Ahí se dice que cada uno de nosotros es una creatura querida y amada por Dios, non solamente un ensamblaje de células bien organizadas y seleccionadas en el transcurso de la evolución de la vida. La entera creación está inscrita en el amor especial de Dios por la creatura humana, que se extiende a todas las generaciones de madres, padres y de sus hijos.

El Santo Padre acotó que se trata de una “revolución cultural” a la  que la Iglesia está llamada a contribuir, colmando y reconociendo “honestamente los retrasos y las faltas”. “Las formas de subordinación”, puntualizó el Papa, “que han marcado tristemente la historia de las mujeres deben ser definitivamente abandonadas”. Escribir un comienzo nuevo, significa volver a partir de “una renovada cultura de la identidad y de la diferencia”:

"La utopía del neutro remueve ya sea la dignidad humana de la constitución sexualmente diferente, que la cualidad personal de la transmisión generativa de la vida. La manipulación biológica y psíquica de la diferencia sexual, que la tecnología biomédica deja entrever como completamente disponible a la elección de la libertad - ¡mientras no lo es! – arriesga el desmantelar la fuente de energía que alimenta la alianza del hombre y de la mujer y la hace creativa y fecunda".

(RC- RV)








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