2017-07-07 12:14:00

Novena a la Virgen del Carmen, del 7 al 15 de julio


(RV).- Entre las tan entrañablemente amadas advocaciones a la Madre de Dios en tantas partes del mundo, está la de Nuestra Señora del Monte Carmelo, la Virgen del Carmen, quizá una de las más antiguas e internacionales que aúna a la numerosa familia de los carmelitas, así como a un sin número de fieles en tantos países. Entre ellos, España, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Costa Rica, Guatemala, México, Nicaragua, Honduras, Panamá, Paraguay, República Dominicana, Perú, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela, por citar sólo algunos.

La oración a María con el nombre de Virgen del Carmen, que se remonta desde sus orígenes, al profeta Elías, en el Antiguo Testamento, llegó a Europa, con la congregación de los Hermanos de Santa María del Monte Carmelo, en el siglo XIII. Y culmina con la fiesta del 16 de julio, recordando ese día del año 1251, cuando la imagen de Nuestra Señora del Carmen se apareció a San Simón Stock con el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita.

Nos preparamos a comenzar la novena a la Virgen del Carmen escuchando las palabras que el Papa Francisco le dedicó a la Madre de Dios y Madre nuestra, en el marco de sus catequesis sobre la esperanza cristiana:

Queridos hermanos:

En la catequesis de hoy contemplamos a María como Madre de la esperanza. Ella pasó también por momentos muy difíciles. No era fácil responder con un «sí» al anuncio del Ángel y acoger en su seno el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Después, en el momento crucial de la vida de Jesús, cuando casi todos lo han abandonado, María permaneció junto a la cruz de su Hijo por amor de madre y por fidelidad al plan de Dios.

Ella, a pesar de que no siempre comprendía todo lo que estaba sucediendo, se nos muestra como una mujer valiente, que no se detiene ante las dificultades. Una mujer que está atenta a la Palabra de Dios y que sabe meditar todo en su corazón.

Por último, también la vemos al comienzo de la Iglesia, junto a los discípulos de su Hijo, acompañándolos y animándolos como madre de esperanza. Así nos enseña que en los momentos de dificultad, cuando parece que nada tiene sentido, siempre tenemos que esperar y confiar en Dios.

(CdM – RV)








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