2017-01-14 13:36:00

Radio Vaticano en español para Guinea Ecuatorial y África


(RV).- Un año más, en la Fiesta del Bautismo del Señor, la solemne belleza de la Capilla Sixtina, abrazó con ternura a un grupo de recién nacidos que fueron bautizados por el Papa Francisco, prosiguiendo una tradición instaurada por San Juan Pablo II y que prosiguió asimismo Benedicto XVI.

La fe es luz que debemos vivir, custodiar, testimoniar y compartir, señaló el Papa en su homilía

Luego introduciendo el rezo del Ángelus hizo hincapié en la importancia de la oración, la adoración y la caridad para testimoniar a Cristo: la verdadera misión no es proselitismo.

Puso de relieve que Jesús se hace bautizar por Juan «porque ha venido a colmar la distancia entre el hombre y Dios». Y que con el Bautismo en el Jordán se cumple el diseño del Padre, que pasa por su solidaridad  con el hombre frágil y pecador, por su humildad y la cercanía de Dios a sus hijos.

Tras recordar que cuando el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja a Él, comienza públicamente la misión de salvación de Jesús, siervo humilde y manso, revestido sólo con la fuerza de la verdad, subrayó que éste es el estilo misionero de los discípulos de Cristo: anunciar el Evangelio con mansedumbre y firmeza, sin arrogancia ni imposición:

«La verdadera misión nunca es proselitismo sino atracción a Cristo ¿Cómo se logra esta atracción a Cristo? Con el testimonio propio, a partir de la firme unión con Él en la oración, en la adoración y en la caridad concreta, que es servicio a Jesús presente en el más pequeño de los hermanos».

También en su audiencia general, recordó la Fiesta del Bautismo del Señor, como ocasión propicia para reflexionar sobre el propio Bautismo en la fe de la Iglesia y alentó a redescubrir cada día la gracia que recibimos con este Sacramento y a vivir los compromisos bautismales.

Exhortando a vivir como amigos de Jesús, para tener la vida eterna, y a poner nuestra esperanza en el verdadero Dios vivo, Jesucristo, el único Salvador de la humanidad, el Obispo de Roma puso en guardia contra las esperanzas engañosas que el mundo nos ofrece, que «en lugar de darnos confianza y seguridad nos arrebatan la libertad, transformándonos en meros esclavos». Pues «los ídolos como la droga, la vanidad, el poder nos prometen alegría para robarnos la libertad».

(CdM – RV)








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