2016-12-21 14:26:00

"Estuve sediento y me disteis de beber", reflexiones bíblicas de Monseñor Fernando Chica Arellano


(RV).-  "Estuve sediento y me disteis de beber" es el título del programa «Tu palabra me da Vida» de esta semana. Un programa en el que Monseñor Fernando Chica Arellano -observador permanente de la Santa Sede ante los organismos de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación en Roma-, reflexiona acerca del pasaje del Evangelio según San Mateo: "Venid, benditos de mi Padre, porque estuve sediento y me disteis de beber." (Mateo 25, 31-40).

Las palabras de Jesús que acabamos de proclamar están tomadas de la parábola del evangelio según san Mateo dedicada al juicio final. A este respecto es útil recordar lo que nos dejó escrito Benedicto XVI en el número 44 de Spe Salvi: “La protesta contra Dios en nombre de la justicia no vale. Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza (cf. Ef 2,12). Sólo Dios puede crear justicia. Y la fe nos da esta certeza: Él lo hace. La imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de esperanza; quizás la imagen decisiva para nosotros de la esperanza. ¿Pero no es quizás también una imagen que da pavor? Yo diría: es una imagen que exige responsabilidad”.

Estas palabras del Papa emérito nos recuerdan que la responsabilidad va unida siempre al amor. Y fue el amor sin límites la fuerza que dio a Cristo la victoria sobre el pecado y la muerte, victoria que nos asegura que la injusticia y el mal no tendrán la última palabra de la historia. El mal, por muy fuerte que aparezca, tiene fin y nosotros estamos llamados a combatirlo con todas nuestras fuerzas. En esa batalla, el Señor está de nuestra parte, nos ayuda y alienta a vivir de forma responsable, de modo que el juicio no sea para nosotros de condena sino de salvación, y podamos ser de aquellos a quienes Cristo diga: "Venid, benditos de mi Padre...”

 “¿Cuándo te vimos con sed y te dimos de beber?” En la parábola, esta es una de las preguntas que le dirigen al Señor tanto los benditos y como los malditos. Todos vemos al hambriento, al sediento, al enfermo, al encarcelado, al prófugo o al desnudo. Pero, con demasiada frecuencia, lo ignoramos o lo vemos como un simple número en medio de complejas y abultadas estadísticas; lo vemos como un fenómeno social, como alguien que pertenece a un paisaje que ya conocemos, o incluso lo vemos como alguien molesto. Si la fe significa mirar el mundo y a la humanidad con ojos nuevos, es decir, con los ojos de Dios, entonces el juicio final es un examen sobre nuestra capacidad de mirar a los demás.

Y en su Encíclica Laudato Si’, dentro del apartado sobre “La cuestión del agua”, Francisco denuncia y proclama entre otras cosas que “mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable”.

A la luz de estos textos y de la oración en la que se da gloria al Creador diciendo: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy humilde, y preciosa y casta”, nos podemos preguntar: ¿Considero a la hermana agua como un don de Dios que he de cuidar, utilizar sin desperdiciar y procurar que se mantenga preciosa y limpia en los manantiales, ríos, mares y océanos? ¿Qué medidas concretas he de tener en cuenta en el día a día para que esto sea así?

¿Qué significa para mí, de un modo concreto, dar de beber al sediento? Hay quien tiene sed de agua, pero hay también quien tiene sed de amor, de comprensión, de ternura. No nos desanimemos si, ante la magnitud del problema de tantos hermanos nuestros sedientos, nos parece que es poco lo que hacemos. Nada es poco cuando va de por medio el amor.

(Mireia Bonilla para RV)








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