Radio Vaticano en español para Guinea Ecuatorial y África

Visitar a los enfermos y a los encarcelados son obras de misericordia antiguas y, al mismo tiempo, actuales.

No caigamos en la indiferencia, seamos instrumentos de la misericordia de Dios

(RV).- Todos podemos ser instrumentos de la misericordia de Dios y ello nos hará más bien a nosotros que a los demás, porque la misericordia pasa a través de un gesto, una palabra, una visita y esta misericordia es un acto para restituir alegría y dignidad a los que las perdieron

Fue la exhortación con la que concluyó el Papa Francisco su catequesis en la primera audiencia general de noviembre.

Los enfermos y los encarcelados viven una condición que limita su libertad, pero Jesús nos ha donado la posibilidad de ser libres a  pesar de los límites de la enfermedad y de las restricciones.

Jesús nos invita a seguirlo y siguiendo al Señor, los cristianos debemos escuchar su invitación a un gesto de gran humanidad: el compartir

«Los hospitales son verdaderas catedrales del dolor», señaló el Papa, destacando la importancia de que los enfermos no se sientan solos y de brindar la fuerza de la caridad y de sostener con la compasión. «¡Cuántas personal se dedican a visitar a los enfermos en los hospitales y en sus casas! Es una obra de voluntariado impagable. Cuando se cumple en el nombre del Señor, entonces se vuelve también expresión elocuente y eficaz de misericordia ¡No dejemos solas a las personas enfermas!»

«Del mismo modo, pienso también en cuantos están en la cárcel», aseguró el Papa, destacando que Jesús no se ha olvidado de ellos y que colocando la visita a los encarcelados entre las obras de misericordia ha querido invitarnos a no hacernos jueces de nadie.

«Un cristiano está llamado más bien a hacerse cargo del que se ha equivocado» y está pagando su pena, destacó el Santo Padre, lamentando luego las condiciones de degradación, a menudo privadas de humanidad que algunos detenidos sufren y subrayando que un cristiano se siente impulsado a hacer de todo para restituirles su dignidad.

En la cita mariana para el Ángelus del XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, en el marco del Jubileo de los reclusos, en el Año de la Misericordia, el Papa Francisco dirigió un llamamiento deseando que se mejoren las condiciones de vida en las cárceles de todo el mundo, que haya una justicia penal no exclusivamente punitiva y que las autoridades civiles consideren un acto de clemencia para que los encarcelados juzgados idóneos se puedan reinsertar en la sociedad.

En la víspera de la Conferencia sobre el clima en Marrakech, Marruecos, con el fin de dar un paso adelante en lo que respecta al Acuerdo de París sobre el cambio climático, el Obispo de Roma destacó que la humanidad tiene la capacidad de colaborar salvaguardando la creación, para que la economía esté al servicio de las personas y para construir la paz y la justicia.

El Papa recordó también a los mártires beatificados en Albania, víctimas de la durísima persecución del régimen ateo del siglo pasado, que permanecieron fieles a Cristo y a la Iglesia.

Sin Paraíso y Resurrección, el cristianismo se reduciría a una ética, a una filosofía de vida, señaló el Santo Padre e introduciendo el rezo a la Madre de Dios hizo hincapié en que la Resurrección es el fundamento de la fe cristiana.

En su homilía en la Misa que celebró en el Jubileo de los reclusos, el Papa Francisco reiteró que «no existe lugar en nuestro corazón que no pueda ser alcanzado por el amor de Dios. Donde hay una persona que se ha equivocado, allí se hace presente con más fuerza la misericordia del Padre, para suscitar arrepentimiento, perdón, reconciliación, paz».

«Queridos reclusos, es el día de vuestro Jubileo. Que hoy, ante el Señor, vuestra esperanza se encienda. El Jubileo, por su misma naturaleza, lleva consigo el anuncio de la liberación (cf. Lv 25,39-46). No depende de mí poderla conceder, pero suscitar el deseo de la verdadera libertad en cada uno de vosotros es una tarea a la que la Iglesia no puede renunciar».

(CdM - RV)