2016-07-09 09:00:00

No lo abandono herido, tirado en la calle. Hizo lo que Jesús hace con vos y conmigo


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

En el Evangelio del domingo, Jesús relata la famosa historia del hombre que los ladrones asaltaron y apalearon en el camino dejándolo medio muerto. Y de como los “religiosos” pasaron de largo, mientras que uno sin fe, el samaritano se acercó, le curo las heridas con lo que tenía: aceite y vino, lo cargo sobre su montura, lo llevó a la posada pagó por anticipado y dijo que a la vuelta pagaría si había gastado de más.

Pero Jesús no cuenta esta historia porque es linda y para pasar el rato. La refiere cuando le preguntan cuál es el mandamiento principal. Jesús quiere tocarnos el corazón, que nos conmovamos y que nos convirtamos. Porque somos nosotros los que nos dañamos cuando no cumplimos el mandamiento principal: “Amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos”.

En realidad el Buen Samaritano es el mismo Jesús, que nos cura del mal y nos llena con la fuerza poderosa de la Vida plena de Dios. Y si hoy vos y yo estamos vivos, podemos pensar, sentir, amar, hacer algo, es por el amor y la misericordia de Dios. Por lo tanto si somos curados en las mismas llagas de Jesús no abandonemos herido y tirado en la calle al que sufre. Ayudemos del mejor modo que podamos.

Dice Francisco que tocamos las heridas del mismo Jesús cuando salimos de nosotros mismos para ir al encuentro del que sufre. Abramos el corazón y pidamos a Dios la compasión y la misericordia de Jesús.








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