2016-07-09 12:29:00

Celebración del bicentenario de la Independencia Argentina en Roma


(RV).- Con ocasión del bicentenario de la Independencia Argentina, la Embajada Argentina ante la Santa Sede organizó una celebración eucarística de acción de gracias presidida por el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, en la que evocó a la Virgen de Luján y al Cura Brochero.

La Misa se llevó a cabo en la Iglesia Nacional argentina de Roma con la participación de numerosos Embajadores ante Italia y de argentinos residentes en Roma.

Durante su homilía, el cardenal Sandri definió estos doscientos años de vida independiente como “años de crecimiento y, por tanto, de dificultades y de éxitos, de marchas y de contramarchas, de incomprensiones y de reconciliación, de abundancia y de carencias” y agregó “son años de maduración de nuestra  patria, hecha por Dios potencialmente próspera y generosa”.

Además, el cardenal argentino recordó el jubileo de la Misericordia que estamos viviendo para decir que “fue también la nota dominante de nuestra vida independiente: siempre Dios Padre perdonándonos, levantándonos, dándonos una nueva posibilidad para reconciliarnos  y para integrar en nuestro suelo a todos como  hermanos, ¿Cómo no ver una misericordia grande, infinita, un amor generoso de Dios para con nosotros?”, preguntó.

Asimismo, el prelado evocó a las personas con necesidad y aseguró “nuestro futuro promisorio se apoya en la riqueza humana de nuestros mayores, de nuestros conciudadanos, de nuestras familias, en el ánimo lleno de esperanza de nuestros niños y jóvenes, de nuestros abuelos, de nuestros empresarios y de nuestros trabajadores” y añadió “Dios nos ha bendecido tanto como para tener una fundada esperanza de que será posible una patria siempre independiente y acogedora, que integre y no descarte a ningún hermano. En este sentido, recordamos en esta Misa y oramos por quienes más sufren y necesitan, como los que  no tienen hogar, trabajo, salud, educación, o los que son víctimas del descarte, del abuso y del tráfico de seres humanos y del narcotráfico”.

Por otra parte, el cardenal Sandri afirmó: “confiamos que los valores cristianos, como también  los  de las grandes religiones monoteístas presentes en nuestra sociedad, impregnen cualquier actividad humana: el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, de las relaciones sociales, de la educación, todas al servicio del hombre. Pedimos a Dios solidaridad y amor al bien común, servicio a los demás sin servirse de los demás y sin buscar solamente el propio interés”.

Al finalizar, rezó por la Patria Argentina: “que Dios bendiga nuestra patria y nosotros cantaremos siempre su alabanza. Acompañados por  María,  Madre nuestra de Luján, y por la intercesión de nuestro próximamente futuro santo, el Cura Brochero. Amén”.

Con motivo de la celebración de este bicentenario, el Papa Francisco envió una carta al presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo. 

(Mercedes De La Torre – Radio Vaticano).

 

Texto completo de la homilía del cardenal Leonardo Sandri:

Con esta celebración eucarística, en la Iglesia Nacional argentina de Roma, por iniciativa de nuestro Embajador ante la Santa Sede,  y con la participación de los Embajadores ante Italia y ante la FAO, queremos dar gracias a Dios en este bicentenario.  Podríamos definir nuestros doscientos años de vida independiente como años de crecimiento y, por tanto, de dificultades y de éxitos, de marchas y de contramarchas, de incomprensiones y de reconciliación, de abundancia y de carencias. Son años de maduración de nuestra  patria, hecha por Dios potencialmente próspera y generosa. Por todo ese pasado de logros y dificultades, de luces y de sombras, damos gracias a Dios.

“Los amaré generosamente” (Oseas, 2, 13)

“Mi boca proclamará tu alabanza, Señor” (Salmo 50)

Estas palabras de las Lecturas de hoy iluminan la fiesta que celebramos.  ¿Que fueron los 200 años de nuestra historia independiente sino un regalo de Dios, que amó generosamente a nuestro país,  ofreciéndonos siempre la posibilidad de rescatarnos y de retomar nuestro camino de nación?

El jubileo de la Misericordia que estamos viviendo, podríamos decir que fue también la nota dominante de nuestra vida independiente: siempre Dios Padre perdonándonos, levantándonos, dándonos una nueva posibilidad para reconciliarnos  y para integrar en nuestro suelo a todos como  hermanos, ¿Cómo no ver una misericordia grande, infinita, un amor generoso de Dios para con nosotros?

Nuestros doscientos años han sido gracia de Dios y por eso con inmensa gratitud,  reconociendo su paciencia, nos examinamos  para verificar cómo respondimos y como responderemos a un amor tan grande, perdonando y recibiendo perdón, respetando el estado de derecho, la libertad de  opinión y de las opciones políticas, la paz, la justicia y la democracia, luchando contra la corrupción y respetando siempre la dignidad de la persona humana.

Nuestro futuro promisorio se apoya en la riqueza humana de nuestros mayores, de nuestros conciudadanos, de nuestras familias, en el ánimo lleno de esperanza de nuestros niños y jóvenes, de nuestros abuelos, de nuestros empresarios y de nuestros trabajadores. Dios nos ha bendecido tanto  como para tener una fundada esperanza de que será posible una patria siempre independiente y acogedora, que integre y no descarte a ningún hermano. En este sentido recordamos en esta Misa y oramos por quienes más sufren y necesitan, como los que  no tienen hogar, trabajo, salud, educación, o los que son víctimas del descarte, del abuso y del tráfico de seres humanos y del narcotráfico.

Confiamos que los valores cristianos, como también  los  de las grandes religiones monoteístas presentes en nuestra sociedad, impregnen cualquier actividad humana: el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, de las relaciones sociales, de la educación, todas al servicio del hombre. Pedimos a Dios solidaridad y amor al bien común, servicio a los demás sin servirse de los demás y sin buscar solamente el propio interés.

A doscientos años de nuestra independencia, termino recordando dos realidades, entre las tantas que se podrían traer a la memoria y de las que,  a veces, pareciera que no valoramos su importancia y su trascendencia para la historia grande de Argentina.

Me refiero en primer lugar a la paz con la hermana República de Chile, fruto de la mediación de San Juan Pablo II: por eso hoy, en nuestro bicentenario, rezamos también por los pueblos iberoamericanos, y por la hermandad que Dios nos ha regalado.

Y en segundo lugar, de nuestro pueblo ha surgido, en el año 2013,  el Obispo de Roma, el Sucesor de Pedro, en la amable figura del Papa Francisco. ¿Cómo no ver en su rica personalidad, además de sus cualidades, esa fe y esa riqueza interior, tantas veces escondida, que palpitan en el corazón de tantos argentinos?

Que Dios bendiga nuestra patria y nosotros cantaremos siempre su alabanza. Acompañados por  María,  Madre nuestra de Luján, y por la intercesión de nuestro próximamente futuro santo, el Cura Brochero. Amén. 








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