2016-04-13 11:24:00

Catequesis del Papa: La vida cristiana es escuela de humildad



(RV).- Miles de fieles y peregrinos de numerosos países se dieron cita en la Plaza de San Pedro, el segundo miércoles de abril, para participar en la audiencia general del Papa Francisco, quien continuó con su serie de catequesis sobre la Misericordia en el Nuevo Testamento.

Con la meditación de un pasaje tomado del Evangelio de San Mateo – el publicano considerado por los fariseos un pecador público, por ser un recaudador de impuestos en nombre del imperio romano – y a quien Jesús invita a seguirlo, el Santo Padre meditó acerca de las palabras del Señor, que aluden al profeta Oseas: “Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios” (Mt 9, 13).

Hablando en italiano el Papa Bergoglio explicó que tal como lo hizo el publicano Mateo, cada uno de nosotros debe encomendarse a la gracia del Señor, independientemente de los propios pecados, respondiendo siempre a su invitación con corazón humilde y sincero. Y al recordar que la Iglesia no es una comunidad de personas perfectas, sino de discípulos en camino que siguen a Jesús precisamente porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón, el Obispo de Roma afirmó que la vida cristiana es escuela de humildad que se abre a la gracia.

Sin embargo, el Pontífice destacó que este comportamiento no lo comprenden quienes tienen la presunción de creerse “justos” y mejores que los demás, puesto que la soberbia y el orgullo impiden reconocerse necesitados de salvación y, en consecuencia, ver el rostro misericordioso de Dios y actuar con misericordia.

En cuanto a la frase profética: “Yo quiero misericordia y no sacrificios”, el Papa explicó que el Señor la aplica a las relaciones humanas, como por ejemplo a aquellos fariseos que eran tan religiosos en la forma, pero que no estaban dispuestos a compartir su mesa con los publicanos y los pecadores; o que no reconocían la posibilidad del arrepentimiento y, por tanto, de una curación; que no ponían en primer lugar a la misericordia de Dios, aun siendo fieles custodios de la Ley, porque con sus actos demostraban ¡no conocer el corazón de Dios!

Al final de su catequesis Francisco reafirmó que somos todos discípulos que tienen necesidad de experimentar y vivir la palabra consoladora de Jesús. “Todos – dijo el Papa –  necesitamos alimentarnos de la misericordia de Dios, porque de esta fuente brota nuestra salvación”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

Texto y audio de la catequesis que el Santo Padre Francisco pronunció en nuestro idioma:

Queridos hermanos y hermanas:

Hemos escuchado la narración evangélica de la llamada de Mateo. Por ser publicano, es decir, un recaudador de impuestos en nombre del imperio romano, era considerado por los fariseos un pecador público. Jesús, en cambio, invita a Mateo a seguirlo, y comparte su mesa con publicanos y pecadores, ofreciendo también a ellos la posibilidad de ser sus discípulos. Con estos gestos, les indica que no mira a su pasado, a su condición social o a los convencionalismos exteriores, sino que los acoge con sencillez y les abre un futuro.

Esta actitud de Jesús vale también para cada uno de nosotros: ser cristianos no nos hace impecables. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón. La vida cristiana es, pues, una escuela de humildad que se abre a la gracia, en la que se aprende a ver a nuestros hermanos a la luz del amor y de la misericordia del Padre.

Nos reconforta contemplar a Jesús que no excluye a nadie. Él es el buen médico que se compadece de nuestras enfermedades. No hay ninguna que él no pueda curar. Nos libra del miedo, de la muerte y del demonio. Nos hace sus comensales, ofreciéndonos la salvación en la doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Estas son las medicinas con las que el Divino Maestro nos nutre, nos transforma y nos redime.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.

Que el Señor Jesús nos alcance la gracia de mirar siempre a los demás con benevolencia y a reconocerlos como invitados a la mesa del Señor, porque todos, sin excepción, tenemos necesidad de experimentar y de nutrirnos de su misericordia, que es fuente de la que brota nuestra salvación. Muchas gracias.








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