REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
Se nos llama a algo más. En el Año de la Misericordia, no solamente se nos llama a vivir, a sentir y gustar la misericordia de Dios, ese perdón que nos hace nuevos y que nos da una oportunidad de vida totalmente nueva, sino que se nos invita a ser nosotros mismos instrumentos del amor, de la misericordia de Dios. “No tenemos un Dios que no sepa comprender y compadecerse de nuestras debilidades –dice Francisco-. Por lo tanto, en Jesús no sólo podemos tocar la misericordia del Padre, sino que somos impulsados a convertirnos nosotros mismos en instrumentos de su misericordia”, ante tantos que no conocen esta fuerza poderosa de Dios que nos cura del mal y nos llena con su vida plena. “Dejémonos guiar por el amor y llegaremos a ser misericordiosos como el Padre”.
“Dios no se cansa nunca de manifestar su misericordia y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla. Siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla al ver la gran fantasía creadora de Dios, cuando sale a nuestro encuentro con su amor”.
Así como Dios es grande, infinito, del mismo modo es grande e infinita su misericordia, “la misericordia es cercanía de Dios a su pueblo –expresó el Papa en la Vigilia del domingo de la misericordia. Una cercanía que se manifiesta principalmente como ayuda y protección”. Puede ser fácil hablar de misericordia, mientras que es más difícil llegar a ser testigos de esa misericordia en lo concreto. Este es un camino que dura toda la vida y no nos debemos detener. Jesús nos dijo que debemos ser “misericordiosos como el Padre”.
All the contents on this site are copyrighted ©. |