2016-03-24 12:48:00

Jesús quiere entrar en tu vida y la mía con el poder de su amor divino, afirma Francisco


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Del mismo modo que Jesús entró en Jerusalén, Jesús desea también entrar en tu vida y la mía, en la vida de nuestras familias. Los habitantes de Jerusalén y los peregrinos salieron a recibirlo con palmas y ramos de olivo. ¿Cómo lo recibimos nosotros? Nada pudo detener el entusiasmo de la gente aquella vez, que nada nos impida a nosotros encontrar en Jesús la fuente de la alegría. ¿O no es eso lo que buscamos?

Dijo Francisco el 20 de marzo de 2016 recordando el momento cuando Jesús entró en Jerusalén para morir y la gente gritaba: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”: “Hemos hecho nuestro aquel entusiasmo, agitando las palmas y los ramos de olivo hemos expresado la alabanza y el gozo, el deseo de recibir a Jesús que viene a nosotros. Del mismo modo que entró en Jerusalén, desea también entrar en nuestras ciudades y en nuestras vidas. Así como lo ha hecho en el Evangelio, cabalgando sobre un simple burrito, viene a nosotros humildemente, pero viene «en el nombre del Señor»: con el poder de su amor divino perdona nuestros pecados y nos reconcilia con el Padre y con nosotros mismos. Jesús está contento de la manifestación popular de afecto de la gente –expresó el Papa- y ante la protesta de los fariseos para que haga callar a quien lo aclama, responde: «si estos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,40). Nada pudo detener el entusiasmo por la entrada de Jesús; que nada nos impida encontrar en él la fuente de nuestra alegría, de la alegría auténtica, que permanece y da paz; porque sólo Jesús nos salva de los lazos del pecado, de la muerte, del miedo y de la tristeza.








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