2016-02-05 20:03:00

“Simón, sígueme y rescataremos vidas”, Evangelio del Domingo Lc 5,1-11 jesuita Juan Bytton


La lectura de hoy llena de detalles, es la unión de dos relatos que Lucas pone en contacto: La llamada de los discípulos y la pesca milagrosa.  El evangelista sigue muy de cerca la descripción de la escena que hace Marcos (Mc 1, 16-18; 4, 1), mientras que Juan coloca al final de su Evangelio la pesca milagrosa con la aparición del Resucitado (Jn 21,1-11). Lo que busca Lucas entonces es decirnos que el llamado es ya acción, que la vida es una constante respuesta y que los milagros de Jesús se convierten en misión de los creyentes.

“La gente se agolpaba para escuchar la Palabra de Dios” y por otro lado, los pescadores han terminado una jornada de trabajo infructuosa. Limpian las redes porque no hay nada más que hacer. Sin embargo, Jesús mirando estas dos situaciones, sube a la barca de aquellos pescadores que han fracasado. Desde allí y con el ejemplo, predica y llama. La cátedra de Jesús es ahora una barca. Esa barca que sirviendo para la pesca,  en adelante servirá para rescatar vidas.

Jesús le pide a Simón: “rema mar adentro” (ἐπανάγαγε εἰς τὸ βάθος). Esta no es solamente una iniciativa, sino el camino justo a seguir. De donde nos hemos detenido Jesús nos hace recomenzar. No hay esfuerzo inútil cuando la labor es grande. Simón responde: “Por tu palabra, echaré las redes”. La confianza abre paso al milagro. 

Los peces son tantos que las redes amenazan con romperse. Hay que pedir ayuda y una segunda barca viene. La solidaridad se contagia y ahora habrá que compartir lo recolectado con los que están en la orilla para no poner en riesgo la obra buena de Dios. De lo contrario, las redes se rompen, las barcas se hunden y el alimento se pierde.

Viendo lo ocurrido, Simón reconoce al “Señor” (κύριε) y así es llamado Jesús por primera vez en este Evangelio. “Apártate de mí Señor porque soy un pecador”. En la presencia de Dios, el apóstol reconoce quién es; y más que una condena, recibe de Jesús una misión. Sabiendo quién eres, ven conmigo a rescatar vidas y no temas porque el futuro cuenta más que tu pasado. La vocación es el reflejo de la misericordia de Dios y no el perfeccionismo de los llamados. Entonces, sí Señor, aléjate de mí, para que yo te pueda seguir.

En nuestros días, la lamentable realidad de los mares en las fronteras hace más evidente que nunca el pedido de Jesús. El verbo que traducimos como “pescar hombres” (ἀνθρώπους ἔσῃ ζωγρῶν) significa en su origen “recoger vidas” (ζωγρῶν).  Es decir, rescatar a aquellos que están muriendo en el mar porque están buscando vivir. Y así sacar a la humanidad del sofocante abismo de indiferencia en el que se encuentra.  Pues, un hermano que rescata a otro hermano es la labor más digna que puede hacer un ser humano. Esa es la barca en la que todavía confía Jesús, a la que él se sube para seguir anunciando el Reino de Vida que necesitamos construir con el Padre. 








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