2016-02-01 20:02:00

De la tentación de negociar con Dios buscando el propio interés, habló el Papa


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Jesús de Nazaret regresa a su pueblo y sus compatriotas que primero están admirados de las palabras, comienzan a murmurar ¿Por qué no repite aquí los milagros? Y cuando Jesús dice: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra”, se ofenden, se levantan indignados y empujan a Jesús fuera del pueblo para tirarlo por el precipicio. Pero Jesús “pasando entre ellos continuó su camino” (Lucas 4,21-30).

Dijo Francisco el 31 de enero de 2016: “Este relato del evangelista Lucas no es simplemente la historia de una pelea entre paisanos, como a veces pasa en nuestros barrios, suscitada por envidias y celos, sino que saca a la luz una tentación a la que el creyente está siempre expuesto y de la que es necesario tomar decididamente distancia. ¿Y cuál es esta tentación? Es la tentación de considerar la religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse a “negociar” con Dios buscando el propio interés. En cambio en la verdadera religión se trata de recibir la revelación de un Dios que es Padre y que se preocupa de cada una de sus criaturas, también de aquellas más pequeñas e insignificantes a los ojos de los hombres. Precisamente en esto consiste el ministerio profético de Jesús: en anunciar que ninguna condición humana pueda constituir motivo de exclusión -¡ninguna condición humana puede ser motivo de exclusión!- del corazón del Padre, y que el único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios. El único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios, de no tener padrinos, de abandonarse en sus manos.








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