2016-01-22 19:29:00

El hoy de Jesús es misericordia, sobre el Evangelio del domingo Juan Bytton SJ


El evangelista Lucas sigue describiendo a Jesús: su nacimiento, formación y misión. Es el inicio de la misión de Jesús partiendo de Nazaret, su aldea. Desde este lugar insignificante se muestra a los lectores el programa que seguirá Lucas para presentar al Mesías: predicación de la Buena Nueva, el anuncio a los no judíos, el cumplimiento de las Escrituras y una incomprensión que terminará en la persecución. El marco de todo esto es el anuncio de un año jubilar.

Estamos en la sinagoga y en día sábado. Lugar y momento de suma importancia, como el anuncio que están por escuchar los asistentes. El evangelista nos dice que es costumbre de Jesús ir allí. Sabemos que se le permitía a cualquier hombre adulto leer las Escrituras con supervisión del jefe de la sinagoga. Muy probablemente el capítulo 61 del profeta Isaías era la lectura que correspondía aquel sábado. Todo trascurre “como de costumbre” pero la novedad la trae Jesús. La cita de Isaías presenta una gran ausencia: “proclamar un año de gracia de Yahvé, día de venganza de nuestro Dios” (Is 61, 8). Jesús no recita el texto completo.  Envuelve el rollo y lo devuelve, pues lo que acaba de leer está cumpliéndose. La palabra del profeta se cumple en él. Jesús es la Palabra Esperada. No hay espacio para ninguna venganza, rencor o engaño… La palabra se vuelve activa en el amor.

Jesús es la Palabra que hoy se cumple y se encarna en lo que anuncia: “El Espíritu del Señor (está) sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Promesas que sobrepasan toda esperanza humana y que no esperan una realización futura, sino presente y eficaz como los milagros que actúa Jesús cada día. Es una palabra dirigida en primer lugar a lo más olvidado del mundo, porque esta es  la nueva situación del ser humano, donde Dios parece desconocerse creador. Por eso viene a renovar la historia. Una historia que no produzca nunca más esclavos, pobres, opresos, ciegos… El Dios de Jesús es un Dios de vivos, no de muertos. Dios de los olvidados, no para que sigan bajo esa condición sino para que sea desde ellos/as el signo más claro que la historia se renueva impulsada por Jesús. Lo que oyeron en el bautismo (Lc 3,22) ahora lo están viendo (Lc 4, 20: “todos los ojos estaban fijos en él”). Jesús parte de los últimos y ese es el camino para toda renovación auténtica que busca emprender la iglesia.

Se anuncia un año jubilar. Un año que es una historia y allí comienza a tomar un rumbo nuevo. El hoy del libro del profeta se encarna en el hoy de las acciones de Jesús. Es el paso “de la Escritura a la historia, de la promesa al cumplimiento” (F. Bovon).

Nosotros estamos empezando también un año jubilar  ¿Qué queremos escuchar? ¿Qué queremos pedir? Pero sobretodo, ¿Qué estamos dispuestos a hacer para que estas palabras sigan siendo actuales, vivas y eficaces en lo concreto de nuestra historia? El hoy de Jesús es misericordia. Es tu hoy y mi hoy cuando comprometemos la vida en ser parte activa de este año jubilar. Cada vez que pronunciamos el nombre de Jesús estamos llamados a renovar sus palabras, a hacer realidad su presencia en la liberación de toda opresión humana, personal y social y a instaurar la sociedad de la misericordia.








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