2015-12-23 19:21:00

La indigencia, la pobreza, ser un “descartado”, nos ayuda a buscar la misericordia de Dios


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Una de las tentaciones comunes es la distracción de la condición de indigencia del ser humano; de esa fragilidad, pobreza que acompaña la naturaleza humana. Porque somos creados para contener, aceptar, recibir lo más grande, la vida plena, el amor inmortal, la alegría sin fin. Es ahí donde se funda el hambre, la sed.

Pero podemos distraernos del hambre con simples golosinas y hasta podemos olvidarnos del hambre de Dios que nos habita distraídos y engañados con el sentirse bien de la comodidad, la riqueza, el poder. Podemos agotarnos en el placer pero nunca alcanzar el gozo de la vida plena sin fin. Pero al hombre o a la mujer que sufren en carne propia esta indigencia elemental, como una herida grave de la pobreza, la violencia, la explotación, el rechazo, no les queda otra que Dios.

Por eso Papa Francisco, en la apertura de la puerta santa de Cáritas Roma el 18 de diciembre, pidió a Dios para cada uno esta experiencia de “sentirse descartado”, como los que pasan por esa puerta del comedor de Cáritas. Es decir, vivir esta condición de indigencia elemental, sentir la sed y el hambre profunda, hiriente, diría yo, para buscar solo en Dios la fuerza y la alegría.

Dijo Francisco: “Yo quisiera que el Espíritu Santo abriera el corazón de todos los romanos y les hiciera entender el camino de la salvación, que no está en el lujo, no es el camino de las grandes riquezas, no es el camino del poder, es el camino de la humildad”, “que cada uno de los romanos se sienta descartado, sienta la necesidad de la ayuda de Dios”








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