2015-11-09 17:32:00

Cristo en el ministerio del obispo continúa predicando el Evangelio de salvación. El Papa preside consagración episcopal


(RV).- La tarde del lunes 9 de noviembre el Papa Francisco presidió en la Basílica de San Juan de Letrán la Consagración episcopal de mons. Angelo De Donatis, obispo auxiliar de Roma, titular de Mottola. Nombrado el 14 de septiembre, mons. De Donatis ha sido párroco de San Marco Evangelista en Campidoglio. Nacido en 1954 en la provincia italiana de Lecce,  fue ordenado sacerdote en 1980 y desde 1983 está incardinado en la diócesis de Roma siendo miembro del Consejo Presbiteral y del Colegio de los Consultores.  En la Cuaresma del año 2014 mons. De Donatis  fue el encargado de las meditaciones para los Ejercicios Espirituales de la Curia Romana.

Al pronunciar la homilía ritual para las ordenaciones episcopales, el Papa recordó que con la finalidad de perpetuar de generación en generación este ministerio apostólico los Doce sumaron a ellos colaboradores trasmitiéndoles, con la imposición de las manos, el don del Espíritu recibido de Cristo, que confería la plenitud del sacramento del Orden. “Así, a través de la ininterrumpida sucesión de los  obispos en la tradición viva de la Iglesia, se ha conservado este ministerio primario y la obra del Salvador continúa y se desarrolla hasta nuestros días”.

“En el obispo rodeado de sus presbíteros está presente en medio a ustedes el mismo Señor nuestro Jesucristo, sumo sacerdote por la eternidad”, remarcó el Pontífice. “Es precisamente Cristo  que en el ministerio del obispo continúa predicando el Evangelio de salvación y santificando a los creyentes mediante los  sacramentos de la fe; es Cristo que en la paternidad del obispo enriquece con nuevos miembros a su cuerpo que es la Iglesia; es Cristo que en la sabiduría y prudencia del obispo guía al pueblo de Dios en el peregrinaje terrenal hasta la felicidad eterna”.  Por esto el Obispo de Roma invitó a la asamblea a acoger con alegría y agradecimiento  a este “nuestro  hermano que nosotros  obispos, con la imposición de las manos, asociamos hoy al colegio episcopal”.  “Ríndanle el honor que se debe al ministro de Cristo y al dispensador de los misterios de Dios, a quien ha sido confiado el testimonio del Evangelio y el ministerio del Espíritu para la santificación. Acuérdense de las palabras de Jesús a los Apóstoles: Quien los escucha, me escucha; quien los desprecia, me desprecia; y quien me desprecia, desprecia a aquel que me ha enviado”.

(RC-RV)

Texto completo de la homilía del Papa Francisco

Queridos hermanos e hijos queridos, nos hará bien reflexionar atentamente a qué ministerio en la Iglesia es confiado hoy a nuestro hermano.

Jesucristo, Señor nuestro, enviado por el Padre para redimir a la humanidad, envió, a su vez, a los doce apóstoles por el mundo, para que, llenos del Espíritu Santo, anunciaran el Evangelio a todos los pueblos, y reuniéndolos bajo el único pastor, los santificaran y guiaran a la salvación.

Para que este ministerio se mantuviera hasta el final de los tiempos, los apóstoles eligieron colaboradores, a quienes, por la imposición de las manos, les comunicaron el don del Espíritu Santo que habían recibido de Cristo, confiriéndoles la plenitud del sacramento del Orden. De esta manera, se ha ido transmitiendo a través de los siglos este ministerio, por la sucesión continua de los Obispos y permanece y se acrecienta hasta nuestros días la obra del Salvador.

En el obispo rodeado de sus presbíteros está presente en medio a ustedes el mismo Señor nuestro Jesucristo, sumo sacerdote por la eternidad. Es precisamente Cristo  que en el ministerio del obispo continúa predicando el Evangelio de salvación y santificando a los creyentes mediante los  sacramentos de la fe;  es Cristo que en la paternidad del obispo enriquece con nuevos miembros a su cuerpo que es la Iglesia; es Cristo que en la sabiduría y prudencia del obispo guía al pueblo de Dios en el peregrinaje terrenal hasta la felicidad eterna.

Reciban, pues, con alegría y acción de gracias a nuestro hermano. Que nosotros, los Obispos aquí presentes, por la imposición de las manos, lo agregamos al colegio episcopal. Deben honrarlo como ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios: a él se le ha confiado dar testimonio del Evangelio y el ministerio del Espíritu para la santificación. Recuerden las palabras de Jesús a los apóstoles: «Quien los escucha a ustedes, a mí me escucha; quien los rechaza a ustedes, a mí me rechaza y, quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.»

En cuanto a ti, querido  hermano, elegido por el Señor, recuerda que has sido escogido entre los seres hombres para servirles en las cosas de Dios. De hecho, el episcopado es el nombre de un servicio, no un honor; ya que al Obispo compete más el servir que el dominar, según el mandato del Maestro: el que es mayor entre ustedes, debe hacerse el más pequeño, y el que gobierna, como aquel que sirve.

Proclama la palabra de Dios a tiempo y a veces a destiempo; llama la atención, pero siempre con dulzura; exhorta con toda paciencia, y deseo de edificar. Tus palabras sean simples, que todos entiendan, que sean largas homilías. Me permito decirte: recuerda a tu papá, cuando había encontrado cerca a tu pueblo otra parroquia donde se celebraba la Misa ¡sin homilía! Las homilías, que sean la transmisión de la gracia de Dios: simples, que todos entiendan y todos tengan el deseo de convertirse en mejores personas.

Cuida y orienta la Iglesia que se te confía – y aquí en Roma, en modo especial quisiera confiarte los presbíteros, los seminaristas: ¡tú tienes este carisma! – sé fiel dispensador de los misterios de Cristo. Elegido por el Padre para gobernar su familia, ten siempre ante tus ojos al Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas, y quien no dudó en dar su vida por el rebaño.

Con tu corazón, ama con amor de padre y de hermano a cuantos Dios pone bajo tu cuidado: como te he dicho, especialmente a los presbíteros y diáconos, los seminaristas, pero también a los pobres, a los débiles, a los que no tienen hogar y a los inmigrantes. Exhorta a los fieles a trabajar contigo en la obra apostólica y procura siempre atenderlos y escucharlos con paciencia: muchas veces se necesita tanta paciencia. ¡Pero el Reino de Dios se hace así!

No olvides que debes de tener una viva atención a cuantos no pertenecen al único rebaño de Cristo, porque también ellos te han sido confiados por el Señor.

No olvides que en la Iglesia católica, reunida en el vínculo de la caridad, estas unido al Colegio episcopal. Por tanto, tu solicitud pastoral debe extenderse a todas las Iglesias, dispuesto siempre a acudir en ayuda de las más necesitadas. Y próximos al inicio del Año de la Misericordia, te pido – como hermano – ser misericordioso. La iglesia y el mundo tienen necesidad de tanta misericordia. Tú enseña a los presbíteros, a los seminaristas el camino de la misericordia. Con palabras, si: pero sobre todo con tus actitudes. La misericordia del Padre que siempre recibe, siempre tiene lugar en su corazón, jamás expulsa alguno. Espera. Espera. Esto te deseo: tanta misericordia.

Preocúpate, pues, de la grey universal, a cuyo servicio te pone el Espíritu Santo para servir a la Iglesia de Dios: en el nombre del Padre, cuya imagen representas en la Iglesia; en el nombre de su Hijo, Jesucristo, cuyo oficio de Maestro, Sacerdote y Pastor ejerces; y en el nombre del Espíritu Santo, que da vida a la Iglesia de Cristo y fortalece nuestra debilidad.








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