2015-11-06 20:39:00

La alegría del evangelio tiene que ver con el amor generoso, frente a la tristeza del egoísmo mezquino


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Jesús enseñaba a la multitud: “Cuídense de los escribas, a quienes les gusta … ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones”. Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”. (Marcos 12,38-44)

El contraste es fuerte y también es visible hoy entre nosotros. Mientras que los fariseos hacen una doble vida, usando la religión para sus intereses mezquinos y egoístas; robando a los pobres y sirviéndose de ellos sin compasión ni vergüenza, también están aquellos generosos, como la pobre viuda que Jesús pone de ejemplo a sus discípulos.

¿Qué actitud tenemos vos y yo?, ¿tenés, tengo vergüenza, compasión? o ¿ya no nos avergüenza utilizar a las personas para nuestros intereses mezquinos? La gratitud por el amor de Dios, tan grande en el corazón de Jesús ¿me mueve a la generosidad de dar la propia vida por los demás?

Como se trata de cosas esenciales y decisivas en la vida, que no podemos lograr por nosotros mismos, sin la ayuda de Dios, pidamos a Dios con confianza lo que pensamos y sentimos que necesitamos contemplando este fuerte contraste que Jesús denuncia en el Evangelio.

Dios, Padre de los huérfanos y de las viudas, refugio de los extranjeros, justicia de los oprimidos, sostiene la esperanza del pobre que confía en tu amor, para que jamás falte la libertad y el pan que tu provees, y todos aprendamos a ser generosos por el ejemplo del aquel que se entregó a si mismo por nosotros, Jesucristo nuestro Señor.








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