2015-09-19 17:34:00

El derrumbe de muros sobre sistemas derrumbados es fruto del Espíritu


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz.

(RV).- Para la mayoría de los periodistas de la Sala de Prensa en Cuba, el viaje de Francisco pasa exclusivamente por el tema del desbloqueo y levantamiento del embargo. También para tantos cubanos enflaquecidos por la presión económica. Pero hay mucho más de fondo en realidad.

En la víspera de este viaje los presidentes de Cuba y USA volvieron a reconocer el protagonismo del Papa en las negociaciones, mientras que en realidad debería bastar sólo una excusa para abandonar definitivamente determinaciones y actitudes de dos sistemas perimidos, viejos, esclerotizados, que evidencian en la práctica, que no fueron, no son, ni serán la solución, que no pueden ofrecer la felicidad y vida plena y que en realidad solo provocan esclavitud, el sufrimiento y la muerte del Pueblo.

Pero la caída de sistemas y muros, no será consecuencia tampoco solamente de la inflexibilidad, del esclerotizamiento, del vaciamiento provocado por las propias termitas de corrupción y muerte de ambas partes. La caída de los muros, rejas y cadenas, de los sistemas políticos, económicos y culturales de control, de dominio, de “pueblicidio”, se dará finalmente por el despertar del Pueblo, de sus energías vitales; por la resurrección del Pueblo mediante la inyección de vida en el Espíritu que la iglesia y el Papa quieren realizar con el Evangelio de Jesús de Nazaret.

Por eso, si el muro cae, será por el trabajo silencioso, paciente, largo y sufrido de los santos y mártires de la iglesia de ayer y hoy, en Cuba y en el mundo, siguiendo el mandamiento de Jesús. Como decía ya el Cardenal Arteaga en el tiempo de Cuba de la República: “… nuestro triunfo no puede ser otro que captarnos el amor de nuestros contrarios a fuerza de amarlos. Y he rehusado tenazmente confiar en otra victoria que la victoria de la cruz de Jesucristo… No venceremos por la política o por la guerra sino por el amor”.

Caen muros pero no queda un vacío. El Espíritu llena los corazones de la comunidad.








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