2015-08-14 16:10:00

No olviden el amor, dijo Maximiliano Kolbe a sus compañeros antes de entrar en el campo de concentración de Auswchitz


REFLEXIONES EN FRONTERA jesuita Guillermo Ortiz

(RV).- Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano, se ofreció en lugar de otro condenado a muerte -como el mismo Jesús-, en el campo de concentración de Auschwitz. Antes de que los llevaran al campo de concentración dijo a sus compañeros: ‘No olviden el amor’. Y él, en esos galpones del campo de concentración donde morían los presos hacinados dentro de los altos y grises muros alambrados, no se olvidó del amor.

En la inhumana soledad del campo de concentración los hombres son Cristos solos. Un Cristo desfigurado y perdido entre la multitud donde cada uno es menos que un número. Un Cristo tentado como en el desierto, abandonado como en el Huerto y en la Cruz. Cárceles, hospitales, clínicas siquiátricas; populosas ciudades donde muchos, desconocidos de todos, caminan perdidos en su propio sin sentido y orfandad. Cárceles, pero también calles interminables que acumulan intemperie, desprecio, atropello, rechazo, y montones de ‘desperdicios’ para los niños descalzos, hombres y mujeres sin techo y sin trabajo, ancianos abandonados.

Maximiliano Kolbe, nombrado por san Juan Pablo II patrono de los periodistas en todas las ramas de las comunicaciones sociales, también hoy con su gesto de amor, es como una pequeña luz para nosotros en nuestro mundo. Sin el calor y la belleza del amor de Jesús que dio su vida por nosotros, el mundo entero es como un campo inhumano de concentración en el que condenamos a morir por exclusión a miles y miles de hermanos.

San Maximiliano Kolbe, intercede ante Jesús para que nos conceda su amor creativo por el hermano que sufre.

 








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