2015-08-06 13:03:00

Un destello de Luz no definitivo pero decisivo, que queda en la memoria como fuerza


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Las estampitas, cuadros; las imágenes de Jesús de la Iglesia Oriental representan la mayoría de las veces el Misterio de la Transfiguración de Jesús en el Tabor. Cuando Jesús –como refiere el Evangelio- tomando aparte a Pedro, Santiago y Juan, subió al monte, su Rostro y sus vestiduras resplandecieron con una luz y una blancura que no podía ser humana. Allí Jesús habló con Moisés y Elías. Y Pedro, Santiago y Juan fueron testigos de que habló el mismo Padre Dios: “Este es mi Hijo muy querido. ¡Escúchenlo!"

Me parece muy inteligente que los artistas orientales representen la bella luz de Dios resplandeciente en la carne humana, no en Jesús ya resucitado, sino en Jesús todavía aquí, en la tierra, y antes de su total ocultamiento de la cruz. Porque después que bajaron de la montaña todo continuó aparentemente como antes. Solo quedó la memoria de esta luz de Dios para ayudar a decidir y a continuar el camino.

Entiendo que es muy sabio porque así es nuestra vida cotidiana, después que bajamos de esa elevación de la mente y del corazón que es la oración, donde podemos experimentar la luz y la fuerza poderosísima del amor de Dios, volvemos a lo cotidiano. Nos sumergimos de nuevo en las sombras y oscuridades del mundo. Pero no es lo mismo con la luz y la fuerza humana, que con la luz y la fuerza de la fe en Dios.

Por eso, por intercesión de Moisés, Elías, Pedro, Santiago y Juan y especialmente de Jesús, pido al Señor que me ayude a ver los destellos y resplandores cotidianos de la luz de Dios aquí en la tierra, en tantos dones, beneficios y gracias que recibo a diario. Que estos signos concretos del amor de Dios me ayuden a conocer que Jesús es el Hijo amado de Dios, a escucharlo, amarlo y servirlo en mis hermanos, tras sus huellas hacia la luz definitiva.








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