2015-07-26 11:34:00

El Pan no se compra ni se vende, el Pan se comparte


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

El Pan no vale el precio del mercado. El pan tiene el valor del sudor, la sangre, la vida misma, con la que es amasado por el que trabaja por los más débiles de la familia y por su dignidad. El Pan nutre la vida de los hijos, porque primero es fecundado por la vida del que entrega su vida en amasarlo con el amor como levadura. El Pan es algo completamente distinto de las personas y del trabajo mismo de tantos hombres y mujeres, pero es el fruto de la vida, el sudor, la sangre, el trabajo de la gente. Por eso, sacarle el Pan de la boca a la gente, no solo es robo sino también asesinato; un crimen que clama al cielo.

De ahí que Jesús, hijo de María de Nazaret y de Dios, de la familia del carpintero José, quiso quedarse él mismo entero en un Pan, el Pan de la Eucaristía de la Última Cena. Y ese Pan esta amasado y mezclado con el sudor de su trabajo por la familia de los hijos de Dios, con la sangre derramada; la vida ofrecida y dada por tu liberación y la mía; por el perdón y la reconciliación; por la comunión en la Vida plena de Dios, en un amor que nadie puede matar; para un gozo superior. Tendría que enloquecer de deseo por saborear cada día este Pan de Familia.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 1-15. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”. Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”. Jesús le respondió: “Háganlos sentar”. Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo”. Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña. Palabra del Señor.








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