2015-04-10 18:46:00

El mundo, visto con los ojos y el corazón de Francisco


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

La paz y la libertad fueron el centro de la imploración a Dios realizada por Francisco en el Mensaje Pascual que precedió a la Bendición Urbi et Orbi, que realizó desde el santuario de San Pedro.

Rogó por Siria e Irak, “para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países”. Y pidió: “Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados”.

Imploró la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. “Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones”.

Pidió la paz para Libia, “para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre”, así como toda bárbara violencia, y “para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población”.

Pidió encomendar con esperanza el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, “para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno”.

Insistió en que supliquemos al Señor resucitado “el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida ―y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia―, los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos”.

“Que la resurrección del Señor –dijo- haga llegar la luz a la amada Ucrania… Que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes interesadas”.

Para finalizar exhortando a pedir “paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas, que ganan con la sangre de hombres y mujeres. Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora y sanadora del Señor Jesús: «La paz esté con ustedes». (Lc 24,36). «No teman, he resucitado y siempre estaré con ustedes».”








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