No tengan miedo de acercarse a Cristo sufriente, dijo el Papa

(RV).- Después de venerar las reliquias de San Jenaro y del encuentro con el Clero en la Catedral de Nápoles, el Papa Francisco se dirigió a la Basílica del Jesús Nuevo, en donde encontró a un grupo de enfermos procedentes de varios hospitales de la ciudad, acompañados por voluntarios de asociaciones católicas y laicas.

“No es fácil acercarse a un enfermo” afirmó el Papa en su discurso y explicó que tanto las cosas más bellas de la vida como las cosas más desdichadas son pudorosas, se esconden. Y por esto - prosiguió - “para encontrar a un enfermo hay que ir a visitarlo, porque el pudor de la vida los esconde”.  “Ir a visitar a un enfermo es ir a encontrar la propia enfermedad” - continuó Francisco - aquella que nosotros tenemos adentro. Y recalcó que hay que tener el coraje de reconocer que también nosotros tenemos alguna enfermedad en el alma, que “también yo soy un enfermo espiritual”.

Cuando nos encontramos ante una enfermedad, prosiguió el Papa, pareciera que decimos ‘no’ a nuestra misión de cambiar el mundo y dominar la Creación y es éste el misterio de la enfermedad. Por ello, enfatizó, solamente podemos acercarnos a una enfermedad en espíritu de fe, podemos acercarnos bien a nuestros hermanos enfermos si nos acostumbramos a mirar al Cristo Crucificado, que “ha traído sobre sí todas nuestras enfermedades”.

El Pontífice se dirigió luego a los enfermos, pidiéndole al Señor que les haga comprender que ellos son la “carne de Cristo”, son “Cristo crucificado entre nosotros”.

A los voluntarios, el Obispo de Roma les agradeció porque “pasan su tiempo acariciando la carne de Cristo, sirviendo a Cristo crucificado”. Y recordando el ejemplo del santo que trabajó en Nápoles, agradeció a los médicos y enfermeras por seguir su ejemplo y no hacer de su profesión un negocio ya que “cuando la medicina se transforma en negocio”, recalcó, “pierde la esencia de su vocación”.

Finalmente, Francisco pidió a todos los cristianos de la arquidiócesis que no tengan miedo de acercarse más a Cristo, que sufre en los enfermos.

(MCM-RV)