2014-11-20 13:21:00

Mons. Cupich: el Papa nos recuerda que Jesús nos acompaña


(RV).- Jesús nos busca, invita y acompaña, no debemos tener miedo,  porque no estamos solos. «Es por eso que, ahora en nuestros días, Pedro en su Sucesor, Francisco, nos insta a asumir la tarea de cruzar los mares a buscar, invitar y acompañar a otros, porque el Cristo resucitado está en la barca, con nosotros». Con estas palabras, el nuevo Arzobispo de Chicago, Blase J. Cupich culminó su homilía en la Misa de toma de posesión, en la Catedral del Santo Nombre. Habló en español, en esta arquidiócesis considerada como la tercera más grande de Estados Unidos, que cuenta con un millón de fieles de habla hispana, sobre un total de cerca de 2 millones cuatrocientos mil católicos. Mons. Cupich evocó el Evangelio del día, cuando en medio de la tempestad Jesús alcanzó la barca de los discípulos, caminando sobre las aguas. E hizo hincapié en que eligió para su toma de posesión la fecha del 18 de noviembre, en que se celebra la Dedicación de las Basílicas Papales de San Pedro y de San Pablo, de Roma.

Después de dar la bienvenida en español, polaco, tagalo, esloveno e inglés el noveno Arzobispo de Chicago, Illinois, señaló que también esa fecha coincide con el día en que sus abuelos, de origen croata, iniciaron una colecta para construir una parroquia en Omaha, su ciudad natal en el estado de Nebraska. «Esto me da la oportunidad de reconocer a todos los inmigrantes y a sus familias», afirmó Mons. Cupich.

«El día de hoy – añadió luego el Arzobispo de Chicago - nos enfrentamos ante la formidable tarea de transmitir la fe a la siguiente generación, de  evangelizar a una cultura moderna y a veces escéptica, sin mencionar la tarea de inspirar a los jóvenes a servir a la Iglesia como sacerdotes, religiosos y religiosas. Todo parece tan desalentador y difícil, tan difícil como lo de caminar sobre el agua. Estamos en el mar, inestables en nuestro enfoque frente a estas preocupaciones. Los catequistas y educadores están en las primeras filas de esta lucha. También, los padres y los abuelos se preguntan si ellos serán los últimos católicos en su familia. Del mismo modo los Obispos y sacerdotes encuentran que la proclamación de la Buena Nueva es cada vez más difícil en medio de una gran polarización en la Iglesia y en la sociedad».

Y en otro momento de su densa homilía, Mons. Cupich se refirió a la protección de los menores y a la cercanía a las víctimas de abusos perpetrados por  algunos miembros del clero:

«La autenticidad – dijo - que viene al hacer nuestra propia vocación bautismal el punto de partida para todo lo que hacemos, también se exige de mí como su Arzobispo, especialmente en mi búsqueda y encuentro con aquellos que han sido abusados sexualmente por líderes de la Iglesia.  Ese punto de partida será siempre necesario para mí y  para mis hermanos Obispos, el mantener actual el serio deber de honrar y mantener las promesas que hicimos en el 2002. Trabajando juntos para proteger a los niños, para traer sanación a las víctimas y a sus supervivientes, y reconstruir la confianza que se ha destrozado en nuestras comunidades por nuestro mal manejo, es nuestro deber sagrado,  así como rendir cuentas entre unos y otros, porque eso es lo que nos comprometimos hacer».

Mons. Cupich hizo hincapié asimismo en la misión de proteger a los vulnerables, a los pobres y débiles, de tratar a los inmigrantes con justicia y dignidad, de respetar la vida y de ser buenos administradores de la Creación, recordando que el Papa Francisco está dando voz a la invitación de Jesús, alentando a la Iglesia en salida, a caminar con Cristo «buscando, invitando y acompañando». (CdM – RV)

Texto completo de la Homilía de Mons. Cupich, enviado por el Padre Manuel Dorantes

HOMILÍA DEL ARZOBISPO BLASE J. CUPICH

MISA DE INSTALACIÓN

ARQUIDIÓCESIS DE CHICAGO

CATEDRAL DEL SANTO NOMBRE

18 DE NOVIEMBRE DE 2014

Bienvenido, Witam, Mabuhay, Dobro došli, Welcome

Estoy encantado y honrado de ser su arzobispo.

Muchos de ustedes  presentes en esta catedral el día de hoy han venido—de  cerca y desde muy lejos—amigos  y familiares, hermanos obispos y sacerdotes, religiosos, mujeres y hombres laicos. Antiguos feligreses y párrocos de Omaha, Rapid City, Spokane se han unido a nosotros también. Su presencia aquí me consuela y me da la esperanza de que nuestra amistad continuará en los próximos años.

Anoche tuve la oportunidad de darle la bienvenida a mis hermanos obispos, y ahora tengo el placer de saludar a nuestro nuncio apostólico, el Arzobispo Viganò. Arzobispo, todos sabemos lo exigente que  es su horario y por eso le ofrecemos nuestro agradecimiento, no sólo por estar aquí, sino por todo lo que  usted hace para representar tan capazmente al Papa Francisco, nuestro Santo Padre, quien es muy querido y del cual nos sentimos muy orgullosos.

Cuando tuvimos que seleccionar una fecha para la instalación, el 18 de noviembre nos parecía ser una gran opción. La conmemoración de la Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo me da la oportunidad de reconocer a todos los inmigrantes, al recordar a mis propios abuelos inmigrantes que ayudaron a establecer mi parroquia que lleva el nombre de los Santos Pedro y Pablo en Omaha. Además, el calendario de la Iglesia el día de hoy celebra  a Santa Rosa Filipina Duchesne, alguien quien los pueblos nativos honraron con el nombre de la mujer que siempre ora. Ella nos recuerda  de las extraordinarias contribuciones que las hermanas religiosas han hecho y siguen haciendo a la iglesia y a la sociedad. Tengo la intención de honrar y dar gracias por todas estas personas el día de hoy, sobre todo por la familia y los inmigrantes, los nativos americanos y las hermanas religiosas—los cuales han formado gran parte de nuestra fe,  de nuestras vidas y de nuestros ministerios en la Iglesia.

Pero tengo que admitir, que tuve un poco de pánico cuando vi el Evangelio que el Leccionario  nos propone para el día de hoy,  el cual acabamos de escuchar. Estoy consciente que la nueva responsabilidad va a ser exigente, pero les confieso amigos, yo no hago lo de "caminar sobre el agua." Apenas puedo nadar. Así que espero que esta imagen que nos presenta el Evangelio de hoy no sea un reflejo de las expectativas de algunos de ustedes.

En verdad, lo que me intriga sobre las lecturas de hoy, es cómo el Evangelio y la primera lectura de los Hechos se complementan entre sí en el lenguaje y el simbolismo que tienen en común. El Evangelio nos presenta a Jesús, durante su vida terrena, caminando sobre el agua, invitando a Pedro a unirse a él, y el Libro de Hechos  nos da testimonio de cómo Pablo y la Iglesia, animada por el Espíritu, después de la resurrección, ahora cruzan los mares para evangelizar e invitar a los gentiles,  a todas las personas, a tener un encuentro y a caminar con Cristo resucitado. Esa interacción de los dos textos es tan rica y también captura algo que San León Magno escribió  hace algunos siglos (cf., Catecismo de la Iglesia Católica 1114 -1115).

El Papa León decía que todo lo que era visible en las palabras y acciones de Jesús durante su vida oculta y su ministerio público ha pasado después de la resurrección de Cristo a los sacramentos y a la vida de la Iglesia. La verdad se exhibe completamente en las lecturas de hoy, hasta el punto de que el Evangelio es más que un relato de Jesús caminando sobre el agua,  es mas que una historia de Jesús revelando su divinidad a los discípulos a través de un espectáculo impresionante de poder. Al interpretar este Evangelio junto a la historia de los viajes misioneros de Pablo, este texto del Evangelio se convierte en un punto de referencia para entender el significado de la resurrección, para entender como el Señor Resucitado está trabajando en medio de nosotros hoy en día, y el como los discípulos en todas las edades,  así cómo la Iglesia en nuestro tiempo, debe entender su misión.

En pocas palabras, debemos unirnos a Cristo en la búsqueda, invitando, y  acompañando, permaneciendo con aquellos que El nos envía. Cada uno de esos aspectos de nuestra misión: buscando, invitando y acompañando merece una reflexión mas amplia.

BUSCANDO

La caminata de Jesús sobre las aguas es intencional. Él ha venido a buscar y a salvar  a los que tienen problemas, a los que están perdidos. Pero, esta escena del Evangelio de Mateo nos ofrece una nueva visión; nos da una idea de  aquello que motiva a Jesús a asumir esta misión. Jesús, se nos dice, ha estado en la montaña, en la tranquila intimidad de oración con su Padre. Esa experiencia de compartir la vida con el Padre es lo que lo mueve, lo impulsa a salir y buscar a otros, para que ellos también puedan tener esta vida. Él está tan impulsado en esta misión que nada se interpone en su camino, ni siquiera el obstáculo de cruzar sobre el agua por su propia cuenta.  El compartir su vida en el Padre con nosotros es la fuente de su entusiasmo y determinación, esa es su motivación para la búsqueda de los discípulos, y es la razón por la que ha venido al mundo.

De vez en cuando vemos un tipo de impulso y entusiasmo similar en la gente,  donde algo tan transformativo a avivador les sucede, que no les deja otra alternativa que pasar su vida compartiendo su experiencia con los demás. He visto este tipo de entusiasmo en  grandes maestros. Su impulso y su incentivo va mucho más allá que  terminar las fases del plan de estudios o  de ganarse su un cheque. Lo qué inspira  a un buen maestro es la experiencia transformadora del conocimiento que viene como consecuencia del aprendizaje. Los buenos maestros se deleitan en ver la luz del descubrimiento que se enciende en los ojos de sus estudiantes y nunca dejan pasar la oportunidad de asegurarse que eso suceda.

Marie Walsh era así. Yo le llevaba la  Comunión los primeros viernes durante mis primeros años como sacerdote. Como maestra de Ingles jubilada, nunca dejó pasar la oportunidad de compartir su conocimientos de la literatura y el lenguaje. Marie sufría de diverticulitis, y sólo podía digerir una pequeña parte de la hostia. Un día, después de darle la Eucaristía y un poco de agua, empezó a toser así que le dije "Marie, te gustaría ponerte mas cómoda?" Ella murmuró algo bruscamente, lo cual no entendí así que le pregunte: “Marie, ¿qué dijiste?" ella me tomo de la nuca, y con una sonrisa en su voz me regañó: "Dije que las gallinas ponen huevos ; las personas se recuestan.” Ella estaba corrigiendo mi gramática! No importaba si ella estaba con gran dolor o frágil, ella iba a asegurarse de que yo hablase un Ingles adecuado.

El día de hoy nos enfrentamos delante de la formidable tarea de transmitir la fe a la siguiente generación, de  evangelizar a una cultura moderna y a veces escéptica, sin mencionar la tarea de inspirar a los jóvenes a servir a la Iglesia como sacerdotes, religiosos y religiosas. Todo parece tan desalentador y difícil, tan difícil como la caminar sobre el agua. Estamos en el mar, inestables en nuestro enfoque frente a estas preocupaciones. Los catequistas y educadores están en las primeras filas de esta lucha. También, los padres y los abuelos se preguntan si ellos serán los últimos católicos en su familia. Del mismo modo los obispos y sacerdotes encuentran que la proclamación de la Buena Nueva es cada vez más difícil en medio de una gran polarización en la iglesia y en la sociedad.

Jesús nos dice a todos  el día de hoy que debemos volver a donde  comenzó nuestro camino de fe, para estar en contacto con la experiencia gozosa del ser transformado s por la intimidad que Dios nos ofrece, a estar dispuestos a compartirlo con la próxima generación. Los jóvenes siempre han sido atraídos por la autenticidad de la vida, donde las palabras coinciden con los hechos. No hay que tener miedo a dejar que nuestros jóvenes sepan de nuestro vida con Dios y sobre cómo empezó. Al igual que Marie Walsh, estemos cerca de ellos, tan cerca que los podemos tomar de la nuca, y contarles lo que significa-para nosotros creer, y compartir con ellos cómo el Evangelio nos ha dado alegría y sentido y como ha transformado nuestras vidas . Tal testimonio personal de fe muchas veces ha hecho que el escéptico eche un segundo vistazo, ha inspirado vocaciones, y en mi experiencia, anima nuestro abogar en favor de la dignidad humana, con la alegría y compasión, purificándola de la ira, la dureza y el miedo.

La autenticidad que viene al hacer nuestra propia vocación bautismal el punto de partida para todo lo que hacemos, también se exige de mí como su arzobispo, especialmente en mi búsqueda y encuentro con aquellos que han sido abusados sexualmente por líderes de la Iglesia.  Ese punto de partida será siempre necesario para mí y  para mis hermanos obispos , el mantener actual el serio deber de honrar y mantener las promesas que hicimos en el 2002. Trabajando juntos para proteger a los niños, para traer sanación a las víctimas y a los sobrevivientes , y  reconstruir la confianza que se ha destrozado en nuestras comunidades por nuestro mal manejo, es nuestro deber sagrado,  así como rendir cuentas entre unos y otros, porque eso es a lo que nos comprometimos a hacer.

 INVITANDO

Jesús busca, pero luego invita. “Ven”, le dice a Pedro: “camina sobre las aguas tormentosas conmigo”.  La respuesta de Pedro es un acto valiente para un pescador experimentado. Pero, es la clase de audacia y osadía necesaria hoy en día, el coraje de dejar nuestra zona de confort y tomar una nueva etapa en nuestro camino de fe, tanto personal como comunitariamente.

Hay resistencia en cada uno de nosotros a correr ese riesgo. Podemos estar satisfechos del lugar donde estamos. Francisco nos dice que la tentación es pensar y decir “yo soy suficientemente religioso, soy suficiente católica, o de líderes de la Iglesia que se resisten a las reformas necesarias, afirmando “no hemos hecho eso antes” o “No puedes decir eso”.

Todos tenemos algo de ansiedad y vacilación hacia el cambio, y me he dado cuenta de que muchas veces en la vida hacemos frente a la tensión bromeamos sobre nuestra resistencia al cambio, a crecer, a ser más, más allá del mínimo y entrar más profundamente en la vida con Dios. Un amigo que es un fanático del béisbol me dice que cuando piensa en entrar en el cielo, que cuenta con poder “poder deslizarse hasta el home casi robando la base”.

Un día bochornoso caliente, yo estaba a bordo de un avión y estaba luchando para poner mi bolsa de mano en el compartimento superior. Las personas detrás de mí, estaban molestos conmigo por estar retrasando la fila sin que el aire acondicionado estuviera encendido.

Finalmente, el hombre a mi lado, puso su bolsa en el suelo, tomó la mía en la mano y sin esfuerzo lo metió en el compartimiento, dejándome un poco avergonzado. Entonces, para mi sorpresa, dijo en voz alta para que todos lo oyeran: “Bueno Padre, ¿iré al cielo por esto?” Estaba tan nervioso, que lo único que se me ocurrió decir fue: “¡Vaya, espero que no sea en este vuelo!”

Jesús nos invita, no sólo a tomar el riesgo de salir de nuestra zona de confort, sino también a hacer frente a la tensión que implica el cambio, no con desdén, pero de una manera creativa, y desafiarse unos a otros para hacerlo. Tal vez, escuchamos ese reto el día de hoy, como un llamado a dejar atrás nuestras convicciones reconfortantes que la asistencia episódica a la Misa dominical es lo suficientemente bueno, que en realidad no tenemos que cambiar nuestro mal comportamiento habitual, nuestras dependencias malsanas, nuestros apegos desordenados, porque podemos arreglárselas como estamos, porque no nos han metido en ningún problema grave, sin embargo, o simplemente porque tenemos miedo a lo desconocido.

El Papa Francisco está dándole voz a esta invitación, invitando a la Iglesia a venir y caminar con Cristo, del mismo modo que él siempre está haciendo algo nuevo. Es una invitación a dejar atrás la comodidad de ir en la dirección familiar. Él nos desafía a reconocer que Cristo siempre nos está invitando a más, a cosas mayores. Es el tipo de invitación que nuestra conferencia de obispos está haciendo a nuestra nación, a ser lo que siempre ha prometido ser, a proteger a los vulnerables, pobres y débiles, a tratar a los inmigrantes con justicia y dignidad, a respetar la vida y ser buenos administradores de la creación. Es la invitación de Jesús: “Ven, corre el riesgo de ser más”.

ACOMPAÑANDO

Finalmente, Jesús se mete a la barca. Siempre he pensado que le tomó más valor a Jesús para entrar en ese barco con los discípulos que a Pedro para salir de ella a caminar sobre el agua. En ese bote, había miedo, duda, celos, incluso ira, una gran cantidad de conflictos no resueltos como diría un terapeuta.

Pero, es en la parte incompleta, en la interna, en la parte rota de nuestras vidas en la que Jesús viene a compartir su vida en el Padre con nosotros. Su venida para estar con nosotros, su comunión con nosotros, no es para los perfectos, sino por la salvación de las almas, por los perdidos, los desamparados y los que están a la deriva. Su comunión no es sólo una visita rápida, sino que él desea estar con nosotros hasta el punto de hacer que nuestras vidas sean la morada, la casa donde él y el Padre permanezcan. Después de ir al monte a orar, para estar con su padre, Él entra en nuestras vidas desordenadas con su Padre en la mano, para compartir nuestra vida en donde estamos.

Es que la gracia de la vida en el Espíritu, el amor del Padre y del Hijo, que siempre ha sido la fuente de la verdadera conversión, permanente y sostenible. Es la gracia de la misericordia, totalmente inmerecida y no ganada, que trae un cambio real y una transformación duradera, y que da vida.

CONCLUSIÓN

Por lo tanto, nosotros, como Iglesia, no debemos temer salir de la seguridad de costas familiares, de la tranquilidad de la cima de la montaña de nuestra confianza en sí mismos y caminar dentro del desorden. Un capellán militar me dijo hace poco que los soldados fácilmente saben dónde encontrarnos en el campamento de batalla porque la tienda del capellán muy a menudo esta al lado de la tienda de campaña médica.

Mientras que el Papa Francisco es famoso por instar a la Iglesia a ser un hospital de campaña y a los pastores a conocer el olor de las ovejas, el Beato Papa Pablo VI expresó un sentimiento similar con un mensaje inspirador a mis compañeros de clase, hace casi cuarenta años en el día de su ordenación. Esto es lo que dijo:
“Saber cómo aceptar como una invitación el reproche que tal vez, y de manera injusta, el mundo lanza contra el Mensajero del Evangelio. Saber escuchar al gemido de los pobres, la voz sincera del niño, el grito reflexivo de la juventud, la queja del trabajador cansado, el suspiro de los sufrimientos y las críticas del pensador. Pero, 'Nunca tengas miedo’. El Señor lo ha repetido”. (Homilía, 29 de Junio, 1975)

Por supuesto, como nuestro nuncio papal recordó a los obispos la semana pasada, San Juan Pablo II inició su pontificado con palabras de consuelo de Cristo a los discípulos: “No temas”. El Arzobispo Viganò añadió luego: “no hay que tener miedo de caminar con nuestro Santo Padre (Francisco) y confiar en el valor infinito de seguir al Espíritu Santo como nuestro primer maestro en la orientación de la Iglesia”.

Esa es la insistencia de la Palabra de Dios hoy en día. Del mismo modo que Jesús dejó la tranquilidad de su oración en la cima de la montaña para abrazar a los discípulos en todo su viaje demasiado humano y falible, para que ahora la Iglesia en nuestros días esté llamada a ser fiel a su misión, la misión asumida por Pablo y Pedro, al poner a un lado sus miedos y el encanto de los falsos valores, y saltar en las aguas turbulentas, pero creativas de la vida en el mundo, con la guía de Dios y el cargo del Evangelio.

No tener miedo es el regalo que separa al discípulo antes y después de la resurrección, como lo vemos en las respuestas de Pedro y Pablo a través de las lecturas de hoy. Sin embargo, es providencial que Pedro experimentó el terror esa noche de tormenta, para que luego pudiera ser testigo de forma única, para la Iglesia, en todas las edades a través de sus sucesores, el poder de la resurrección para vencer todos los miedos, decepciones, vacilaciones y dudas.

Pedro podría entonces ser testigo de cómo la resurrección no es sólo un acontecimiento pasado, sino una realidad en curso. Él nos podría recordar que lo que Jesús hizo en cruzar el mar, lo hizo de nuevo, al cruzar de la muerte a la vida, desde la eternidad para nuestro tiempo, como lo sigue haciendo ese cruce con nosotros en nuestros días. Él podría decirnos que Jesús regresó de entre los muertos para nosotros, para estar con nosotros. Esa es la razón por la que no tenemos miedo - porque no estamos solos.

 Es por eso que ahora en nuestros días Pedro en su sucesor, Francisco, nos insta a asumir la tarea de cruzar los mares a buscar, invitar y acompañar a otros, porque el Cristo resucitado está en la barca, con nosotros.








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