Pablo VI: ¡Hijos amados de América Latina y América toda!
(RV).- (con audio) Pablo VI realizó
9 Viajes Apostólicos internacionales, inaugurando como se sabe los viajes pontificios
de la era moderna, con su histórica peregrinación a Tierra Santa. El Card. Jacques
Martin afirmó que un día escuchó decir al Papa Montini: «ya verán cuántos viajes hará
mi sucesor», porque estaba convencido de que las visitas pastorales a lo largo del
mundo formaban parte de las tareas del Papa. (Homilía del Card. Giovanni Battista
Re, Misa en sufragio del Papa Pablo VI, 6 de agosto de 2008).
El VI Viaje
Apostólico internacional del Pontificado de Pablo VI fue a Bogotá, para inaugurar
la II Asamblea General de los Obispos de América Latina (22-24 de agosto de 1968).
En las primeras palabras del primer Pontífice en el continente americano, su profunda
emoción, invocando al «Príncipe de la Paz para el mundo que tanto la necesita», anhelando
que «el desarrollo técnico y el cultivo racional de tantas riquezas como el Señor
puso en vuestros suelos, alcance equitativamente a todas las familias y categorías,
en conformidad con los principios de justicia y de caridad cristianas»:
«Esta
peregrinación religiosa que consideramos parte de Nuestro ministerio universal y con
la cual deseamos reiterar, en forma inequívoca, nuestra fe, la fe de toda la catolicidad,
en la Eucaristía sacrificio y sacramento a la vez que orar ante el Príncipe de la
Paz por el mundo tan necesitado de ella. Un gozo íntimo y una trepidante conmoción
invaden Nuestro ánimo al ver que la Providencia Nos ha reservado el privilegio de
ser el primer Papa que llega a esta nobilísima tierra, a este cristiano Continente,
donde un día arcano —predestinado en los designios salvíficos de Dios— comenzó a añadirse
la altura de la Cruz sobre las cimas andinas y, en los viejos caminos de los chibchas
y de los mayas, de los incas, aztecas y tupis-guaraníes, empezó a dibujarse la silueta
de Cristo.
¡Pueblos de América Latina! mecidos en idénticos mares; cuyos ríos
y cordilleras entrelazan comunidades de gentes honradas, pacientes, trabajadoras e
hidalgas; cuyas fisonomías peculiares tienen el rasgo común de la fe en Cristo que
ha vivificado siglos de historia y suscitado innumerables iniciativas promotoras de
vuestra cultura y de vuestro bienestar. Pueblos de América! A todos y cada uno va,
desde el suelo de la hospitalaria Colombia, Nuestro saludo, Nuestro afecto, Nuestra
plegaria. Y Nuestro corazón se dilata para agradecer a Dios el don inmenso de vuestras
creencias católicas y para implorar de El que el dinamismo de vuestra fe, tradicional
y renovada, despierte cada vez más el sentido de fraternidad y de colaboración armoniosa
en orden a una constante convivencia pacífica, e impulse y consolide los esfuerzos
por un progreso ordenado que, con el desarrollo técnico y el cultivo racional de tantas
riquezas como el Señor puso en vuestros suelos, alcance equitativamente a todas las
familias y categorías, en conformidad con los principios de justicia y de caridad
cristianas.
¡Hijos amadísimos de Colombia y de América toda! En la dulce espera
de poner sobre el Altar de Congreso las intenciones, necesidades y ansias de cada
uno, Nuestras manos se alzan para bendeciros con el anhelo ardiente de que los rasgos
de Nuestra cruz alcancen, como testimonio de afecto y prenda de dones divinos, el
mundo entero.