Sínodo, Erdö: paciencia y delicadeza para las familias heridas
(RV).- (Con audio)
En la “Relación
después de la discusión” después de una semana de intenso debate en el Aula del Sínodo,
el Card. Erdö sugiere sobre cuáles temas los grupos de trabajo tendrán que trabajar
en los próximos días, para preparar los documentos finales de la Asamblea.
La
familia es la realidad “decisiva y valiosa”, “seno de alegrías y de pruebas, de afectos
profundos y de relaciones a veces heridas”, “escuela de humanidad”, que primero debe
ser escuchada en su complejidad. El individualismo rampante, la “gran prueba” de la
soledad, “la afectividad narcisista” vinculada a la “fragilidad” de los sentimientos,
“la pesadilla” de la inseguridad de trabajo, junto con la guerra, el terrorismo, la
migración, deterioran de hecho cada vez más las situaciones familiares. Y aquí – se
lee en el informe – es donde la Iglesia debe dar “esperanza y sentido” a la vida del
hombre contemporáneo, haciéndole conocer siempre más “la doctrina de la fe”, pero
proponiéndola “junto con la misericordia”.
Hay que confrontarse sobre las
perspectivas pastorales que hay que emprender y sobre todo, tener la mirada puesta
en Cristo y en su Evangelio de la familia que ”reafirma la unión indisoluble entre
el hombre y la mujer”, pero que también permite “leer en términos de continuidad y
novedad la alianza nupcial”.
Se hace por lo tanto necesario un discernimiento
espiritual, acerca de las convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados
vueltos a casar, compete a la Iglesia reconocer estas semillas del Verbo dispersas
más allá de sus confines visibles y sacramentales. Siguiendo la amplia mirada de Cristo,
cuya luz ilumina a todo hombre (cf. Jn 1,9; cf. Gaudium et Spes, 22), la Iglesia se
dirige con respeto a aquellos que participan en su vida de modo incompleto e imperfecto,
apreciando más los valores positivos que custodian, en vez de los límites y las faltas. De
acuerdo a la mirada misericordiosa de Jesús, la Iglesia debe acompañar con atención
y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y perdido, dándoles
confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o una antorcha llevada en
medio de la gente para iluminar a aquellos que han perdido la dirección o se encuentran
en medio de la tempestad.
Se necesita “nueva dimensión de la pastoral
familiar” que sepa cómo nutrir las semillas en maduración, como esos matrimonios civiles
caracterizados por la estabilidad, afecto, responsabilidad para con sus hijos, que
pueden conducir al vínculo sacramental. También porque las convivencias o las uniones
de hecho a menudo no son dictadas por un “rechazo de los valores cristianos”, sino
por necesidades prácticas, como la espera de un trabajo permanente. La Iglesia, entonces,
debe acompañar “con paciencia y sensibilidad”, “atención y cuidado hacia sus hijos
más vulnerables”, aquellos marcados por “el amor herido y perdido”, “dándoles confianza
y esperanza”.
Esencial, entonces, “una adecuada preparación para el matrimonio
cristiano”, porque no es sólo “una tradición cultural o de necesidad social”, sino
“una decisión vocacional”. Se sugiere el acompañamiento de la Iglesia también después
del matrimonio, período “vital y delicado” en el que los cónyuges maduran la conciencia
del Sacramento, su significado y los retos que plantea. Mirando, por lo tanto,
a los separados, divorciados, y divorciados vueltos a casar, el Card. Erdö hace hincapié
en que “no es sabio pensar en soluciones únicas o inspiradas por la lógica del 'todo
o nada'"; el diálogo debe continuar, por eso, en las iglesias locales, con respeto
y amor por cada herida familia, pensando en quien ha sido injustamente abandonado
por el cónyuge, evitando actitudes discriminatorias y tutelando a los niños:
“Va
siempre subrayado que es indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva
de las consecuencias de la separación o del divorcio, en los hijos: ellos no pueden
convertirse en un “objeto” de contienda y se deben buscar las formas mejores para
que puedan superar el trauma de la división familiar y crecer en el modo más posible
sereno”.
En cuanto al acceso al sacramento de la Eucaristía para los
divorciados vueltos a casar, la relación enumera las principales sugerencias que surgieron
del Sínodo: mantener la disciplina actual; implementar una mayor apertura para los
casos especiales, insolubles y sin nuevas injusticias o sufrimientos; o bien optar
por el camino “penitencial”:
“Para algunos, el eventual acceso a los
sacramentos debe ir precedido de un camino penitencial –bajo la responsabilidad del
obispo diocesano-, y con un compromiso claro a favor de los hijos. Se trataría de
una posibilidad no generalizada, fruto de un discernimiento actuado caso por caso,
según una ley de la gradualidad, que tenga presente la distinción entre el estado
de pecado, estado de gracia y circunstancias atenuante”.
Queda abierta
la cuestión de la “comunión espiritual”, para la que se pidió una mayor profundización
teológica, así como una mayor reflexión sobre los matrimonios mixtos y los “serios
problemas” relacionados a la diferente disciplina nupcial de las Iglesias ortodoxas.
En cuanto a las personas homosexuales, se subraya que tienen “los dotes y talentos
que ofrecer a la comunidad cristiana”: la Iglesia sea, por lo tanto, para ellos, “casa
acogedora”. Permanece el no a las uniones homosexuales y a las presiones de los organismos
internacionales que unen la ayuda financiera a la introducción de normas inspiradas
en la ideología de gender.
Sin negar las problemáticas morales relacionadas
con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo
mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas.
Además, la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del
mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y
derechos de los pequeños.
Por último el Card. Erdö subraya que el diálogo
sinodal se ha desarrollado “en gran libertad y en un estilo de una recíproca escucha”,
recordando que las reflexiones propuestas hasta ahora nos son decisiones ya tomadas,
sino que el camino proseguirá con el Sínodo general ordinario sobre la familia, programado
para octubre de 2015.