"Todos estamos llamados a ampliar la Iglesia a las dimensiones del Reino de Dios”,
el Santo Padre en el Ángelus
(RV).- (Actualizado con audio. Video) Antes de la oración mariana del Ángelus de este
XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Papa reflexionó sobre el Evangelio de hoy
de San Mateo, donde Dios, representado por un rey, invitó a participar a un banquete
de boda a determinadas personas, pero algunos de ellos se mostraron indiferentes incluso
fastidiados. “Dios es bueno con nosotros, nos ofrece gratuitamente su amistad, su
alegría, la salvación, pero muchas veces no recibimos sus dones, ponemos en primer
lugar nuestras preocupaciones materiales, nuestros intereses”. A pesar de esto, el
rey no suspende la fiesta e insiste con su invitación. “El Evangelio, rechazado por
alguien, encuentra una acogida inesperada en muchos otros corazones”. El Obispo de
Roma recordó que la bondad de Dios “no tiene fronteras y no discrimina a nadie: por
ello el banquete de los dones del Señor es universal, para todos. A todos se les da
la posibilidad de responder a su invitación”.
El Santo Padre recuerda que esto
nos lleva a superar la tendencia de posicionarnos “cómodamente en el centro para abrirnos
a las periferias, reconociendo que también quien está en los márgenes es objeto de
la generosidad de Dios”. E insistió en que todos estamos llamados a “dilatar la Iglesia
a las dimensiones del Reino de Dios”. (MZ-RV)
Palabras completas del
Papa: Queridos
hermanos y hermanas, en el Evangelio de este domingo, Jesús nos habla de
la respuesta que se da a la invitación de Dios - representado por un rey – a participar
en un banquete de bodas (cf. Mt 22,1-14). La invitación tiene tres características:
la gratuidad, la extensión, la universalidad. Los invitados son tantos, pero sucede
algo sorprendente: ninguno de los elegidos acepta participar de la fiesta, dicen que
tienen otras cosas que hacer; es más, algunos muestran indiferencia, extrañeza, incluso
fastidio. Dios es bueno con nosotros, nos ofrece gratuitamente su amistad, nos ofrece
gratuitamente su alegría, la salvación, pero muchas veces no recibimos sus dones,
ponemos en primer lugar nuestras preocupaciones materiales, nuestros intereses, y
también cuando el Señor nos llama, a nuestro corazón, tantas veces parece que nos
molestara. Algunos invitados incluso maltratan y matan a los servidores
que les entregan las invitaciones. Pero, a pesar de las adhesiones que faltan por
parte de quienes fueron llamados, el plan de Dios no se interrumpe. Frente a la negativa
de los primeros invitados, Él no pierde el ánimo, no suspende la fiesta, sino que
vuelve a proponer la invitación extendiéndola; extendiéndola más allá de todo límite
razonable y envía a sus siervos a las plazas y a los cruces de las calles a reunir
a todos aquellos que encuentran. Se trata de gente común, pobres, abandonados y desheredados,
incluso buenos y malos, - ¡también los malos son invitados! - sin distinción. Y el
salón se llena de “excluidos”. El Evangelio, rechazado por alguno, encuentra una acogida
inesperada en muchos otros corazones. La bondad de Dios no tiene fronteras
y no discrimina a nadie: por ello el banquete de los dones del Señor es universal.
¡Es universal para todos! A todos es dada la posibilidad de responder a su invitación,
a su llamada; nadie tiene el derecho de sentirse privilegiado o de reivindicar la
exclusividad. Todo esto nos lleva a vencer la costumbre de posicionarnos cómodamente
en el centro, como hacían los jefes de los sacerdotes y los fariseos. Esto no se debe
hacer: nosotros debemos abrirnos a las periferias, reconociendo que también quien
está en los márgenes, incluso aquél que es rechazado y despreciado por la sociedad,
es objeto de la generosidad de Dios. Todos estamos llamados a no reducir el Reino
de Dios a los confines de la “iglesita”, de nuestra iglesia pequeñita. Esto no sirve.
Estamos llamados ampliar la Iglesia a las dimensiones del Reino de Dios. Sólo
hay una condición: ponerse el traje de fiesta. Es decir testimoniar la caridad concreta
a Dios y al prójimo. Confiamos a la intercesión de María Santísima, los
dramas y las esperanzas de tantos hermanos y hermanas nuestros, excluidos, débiles,
rechazados, despreciados, también aquellos que son perseguidos por causa de su fe.
Invocamos su protección también sobre los trabajos del Sínodo de los Obispos reunido
en el Vaticano en estos días. Ángelus… (Traducción del italiano:
Griselda Mutual, RV)
Palabras del Santo Padre después de la oración mariana:
Queridos
hermanos y hermanas,
Esta mañana, en Sassari, ha sido proclamado beato,
el Padre Francisco Zirano, de la Orden de los Frailes Menores Conventuales: prefirió
morir antes que renegar de su fe. Demos gracias a Dios por este sacerdote y mártir,
testigo heroico del Evangelio. Su valiente fidelidad a Cristo es un acto de gran elocuencia,
especialmente en el actual contexto de la despiadada persecución de los cristianos.
En este momento, nuestro pensamiento está con la ciudad de Génova,
otra vez duramente golpeada por las inundaciones. Aseguro mi oración por las víctimas
y por los que han sufrido graves daños. Nuestra Señora de la Guardia sostenga a la
querida población de Génova, en los esfuerzos colectivos para superar la terrible
experiencia. Recemos todos juntos a Nuestra Señora de la Guardia (…) María Madre de
la Guardia, proteja a Génova.
Saludo a todos los peregrinos, especialmente
a las familias y grupos parroquiales. En particular querría saludar cordialmente al
grupo de los peregrinos canadienses llegados a Roma con ocasión de la canonización
Francisco de Laval de María de la Encarnación y, que los nuevos santos susciten en
el corazón de los jóvenes canadienses el fervor apostólico.
Saludo
al grupo de ''La Asociación Cristiana de Personas Discapacitadas” llegados desde Francia,
las familias del Colegio Reinado Corazón de Jesús, de Madrid, y los fieles de Segovia;
los polacos aquí presentes y los que han estado promoviendo trabajos especiales de
caridad con motivo del "Día del Papa". Saludo al gran grupo de los Amigos de San Columbano
por Europa, llegados en ocasión de la apertura del catorce centenario de la muerte
de San Columbano, gran evangelista del continente europeo. Saludo a las Hijas de María
Auxiliadora participantes en el Capítulo General, los fieles de la parroquia de Santa
María Inmaculada de Carenno, y a los representantes de la diócesis de Lodi reunidos
en Roma por la ordenación episcopal de su Pastor, junto con los fieles de Bérgamo
y Marne.
Les deseo a todos un buen domingo y un buen almuerzo. Por
favor, les pido recen por mí. ¡Hasta la vida!