«Nada se pierde con la paz todo puede perderse con la guerra»: los Pontífices y sus
anhelos de paz
(RV).-(Con audio) Corría el año
1939 cuando ya la sombra de la segunda guerra mundial se abatía sobre el mundo.
Fue entonces cuando Pío XII, acudiendo a los micrófonos de Radio Vaticana, se dirigió
a los gobernantes y a los pueblos ante el inminente peligro de la guerra: “Es con
la fuerza de la razón, no con la de las armas, que la Justicia se hace camino. Los
imperios no fundados sobre la justicia no son bendecidos por Dios. La política emancipada
de la moral traiciona a aquellos mismos que así la quieren. Nada se pierde con la
paz todo puede perderse con la guerra. Vuelvan los hombres a comprenderse, vuelvan
a tratar. Tratando con buena voluntad y con respeto de los recíprocos derechos se
darán cuenta que a los sinceros y buenos negociados no les es jamás negado un honorable
éxito. Y se sentirán grandes – de la verdadera grandeza - si imponiendo silencio
a las voces de la pasión, sea colectiva que privada, y dejando a la razón su imperio,
habrán ahorrado la sangre de los hermanos, y a la patria, la ruina. Nos escuchen los
fuertes, para no hacerse débiles en la injusticia. Nos escuchen los potentes, si quieren
que su potencia no sea destrucción, sino sostén para los pueblos y tutela y tranquilidad
en el orden y en el trabajo”. Papa Francisco reflexionando en el Cementerio Monumental
Militar de Redipuglia, a donde fue a orar por los caídos de todas las guerras, decía:
“La avaricia, la intolerancia, la ambición de poder… son motivos que alimentan
el espíritu bélico, y estos motivos a menudo encuentran justificación en una ideología;
pero antes está la pasión, el impulso desordenado. La ideología es una justificación,
y cuando no hay una ideología, está la respuesta de Caín: “¿A mí qué me importa de
mi hermano?, ¿A mí qué me importa? ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,
9). La guerra no se detiene ante nada ni ante nadie: ancianos, niños, madres, padres…
“¿A mí qué me importa?”. “También hoy, tras el segundo fracaso de otra guerra mundial,
quizás se puede hablar de una tercera guerra combatida “por partes”, con crímenes,
masacres, destrucciones”… “También hoy hay tantas víctimas…Cómo es posible esto?.
Es posible porque también hoy, en la sombra, hay intereses, estrategias geopolíticas,
codicia de dinero y de poder, y está la industria de las armas, que parece ser tan
importante”... “Para conseguir la paz y consolidarla, - subrayaba Juan Pablo
I en el año 1978 a los representantes en un Congreso de Religiones por la paz - hay
que sentir profundamente en la conciencia su necesidad, ya que ésta nace de una concepción
fundamentalmente espiritual de la humanidad. Dicho aspecto religioso impulsa no sólo
al perdón y a la reconciliación, sino también a procurar fomentar la amistad y la
colaboración entre los individuos y los pueblos”. El Pontífice invocó para que “Dios
los ayude en esta obra, Dios que ama a todos los hombres y que ha querido ser Padre
de todos”.