«Gloria a Dios y paz a los hombres de buena voluntad», los Pontífices y sus deseos
de paz
(RV).- (Con audio) “Mi voz es una sola,
pero resume la voz del mundo entero; aquí todo el mundo está representado. Se diría
que hasta la luna se ha apresurado esta noche, - obsérvenla en lo alto! – a mirar
este espectáculo. Nosotros concluimos una gran jornada de paz. De paz”. Habiendo
pasado cuarenta y ocho años del inicio de la primera Guerra Mundial, con un discurso
improvisado asomado a la ventana del apartamento pontificio, san Juan XXIII saludaba
a la muchedumbre que se había reunido en la Plaza de San Pedro con velas y antorchas,
en ocasión de la inauguración del Concilio Ecuménico Vaticano II en octubre de 1962,
“Gloria a Dios y paz a los hombres de buena voluntad. Repetimos a menudo este deseo
-decía - y cuando realmente podemos decir que el rayo, la dulzura de la paz del Señor
nos une y nos toma, nosotros decimos: Éste es un ejemplo de lo que debería ser la
vida, siempre, de todos los siglos, y la vida que nos espera en la eternidad”.
Ese
ejemplo de lo que debería ser la vida siempre, es a lo que Francisco está llamando
desde el inicio de su pontificado, y es contemplando la belleza de la creación como
comenzó su homilía el sábado 13 de setiembre en su peregrinación a Redipuglia, en
su visita al cementerio monumental militar, en donde rezó por los caídos de todas
las guerras, a cien años del inicio de la primera guerra mundial. “Después de haber
contemplado la belleza del paisaje de esta zona, en la que hombres y mujeres trabajan
para sacar adelante a sus familias, donde los niños juegan y los ancianos sueñan…
encontrándome aquí, en este lugar, en este cementerio, solamente acierto a decir:
la guerra es una locura”.
Mientras Dios lleva adelante su creación y nosotros
los hombres estamos llamados a colaborar en su obra, la guerra destruye. Destruye
también lo más hermoso que Dios ha creado: el ser humano. La guerra trastorna todo,
incluso la relación entre hermanos. La guerra es una locura; su programa de desarrollo
es la destrucción: ¡querer desarrollarse, crecer mediante la destrucción!
“Nada
se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra. Vuelvan los hombres a comprenderse.
Vuelvan a tratar”. Radiomensaje de Papa Pio XII dirigido a los gobernantes y a los
pueblos en el inminente peligro de la guerra, el 24 de agosto de 1939
“…la
auténtica paz cristiana que es fruto de la justicia, del respeto mutuo y, sobre todo,
del amor, el cual debe reinar entre todos los ciudadanos, hermanos entre si e hijos
de Dios”. Juan Pablo II, peregrinaje apostólico a Colombia, julio de 1986
“Desgraciadamente
el ruido de las armas continúa escuchándose, así como el grito de las viudas y de
los huérfanos. La violencia y el odio invaden sus vidas, y las mujeres y los niños
son las primeras víctimas. ¿Por qué tanto horror? ¿Por qué tanta muerte?”. “Quien
quiere construir la paz debe dejar de ver en el otro un mal que debe eliminar. No
es fácil ver en el otro una persona que se debe respetar y amar, y sin embargo es
necesario, si se quiere construir la paz, si se quiere la fraternidad”. Benedicto
XVI, viaje apostólico a Líbano, setiembre de 2012.
“Sobre la entrada
a este cementerio, se levanta el lema desvergonzado de la guerra: “¿A mí qué me importa?”.
Todas estas personas, cuyos restos reposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños…
pero sus vidas quedaron truncadas. Porque la humanidad dijo: “¿A mí qué me importa?”.
Papa Francisco, peregrinaje Cementerio Monumental militar de Redipuglia, 13 de setiembre
de 2014 (GM – RV)