Evitar lamentos teatrales y rezar por quien sufre verdaderamente
(RV).- (Con audio. Actualizado con Video) También el lamento,
en los momentos oscuros, se convierte en oración, pero estemos atentos a los “lamentos
teatrales”. Lo subrayó el Papa en su homilía de la misa matutina celebrada en la capilla
de la Casa de Santa Marta. Inspirándose en un pasaje del Libro de Job, Francisco recordó
a quienes viven “grandes tragedias”, como los cristianos echados de sus casas a causa
de su fe.
Job maldice el día en que ha nacido, su oración se presenta como
una maldición. El Papa Francisco centró su homilía en la Primera Lectura del día,
que nos muestra a Job maldiciendo su vida. Al respecto el Papa recordó que “fue puesto
a prueba”. “Perdió toda su familia; perdió todos sus bienes; perdió la salud y todo
su cuerpo se convirtió en una llaga, una llaga asquerosa”. En aquel momento – subrayó
Francisco – “perdió la paciencia y dijo esas cosas feas”. Pero él estaba acostumbrado
a hablar con la verdad y esa es la verdad que “él siente en aquel momento”. También
Jeremía – destacó el Papa – “usa casi las mismas palabras: ‘¡Maldito el día en que
nací!’”. “¿Pero este hombre blasfema? Es la pregunta que hago, dijo el Pontífice.
Este hombre que está solo, así, en ese momento, ¿blasfema?”.
“Jesús, cuando
se lamenta – ‘Padre, ¡por qué me has abandonado!’ - ¿blasfema? El misterio es éste.
Tantas veces yo he escuchado a personas que están viviendo situaciones difíciles,
dolorosas, que han perdido tanto o se sienten solas y abandonadas y vienen a lamentarse
y hacen estas preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué? Se rebelan contra Dios. Y yo digo: ‘Sigue
rezando así, porque también ésta es una oración’. Era una oración cuando Jesús dijo
a su Padre: ‘¡Por qué me has abandonado!’”.
Es una “oración la que hace
Job aquí. Porque – evidenció el Papa – rezar es llegar a ser verdad ante Dios. Y
Job no podía rezar de otro modo”. “Se reza con la realidad – añadió Francisco –
la verdadera oración viene del corazón, del momento que uno vive”. “Es la oración
de los momentos de oscuridad, de los momentos de la vida donde no hay esperanza, donde
no se ve el horizonte”:
“Y tanta gente, tanta hoy, está en la situación
de Job. Tanta gente buena, como Job, no entiende lo que le ha sucedido, porqué es
así. Tantos hermanos y hermanas que no tienen esperanza. Pensemos en las tragedias,
en las grandes tragedias, por ejemplo estos hermanos nuestros que por ser cristianos
son echados de sus casas y pierden todo: ‘Pero, Señor, yo he creído en ti. ¿Por qué?
¿Creer en Ti es una maldición, Señor?’”.
“Pensemos en los ancianos dejados
de lado – prosiguió diciendo el Papa – pensemos en los enfermos, en tanta gente
sola, en los hospitales”. Para toda esta gente, y “también para nosotros cuando vamos
por el camino de la oscuridad – aseguró Francisco – la Iglesia reza. ¡La Iglesia
reza! Y toma sobre sí este dolor y reza”. Y nosotros, “sin enfermedades, sin hambre,
sin necesidades importantes – exhortó el Pontífice – cuando tenemos un poco de oscuridad
en el alma, nos creemos mártires y dejamos de rezar”. Y hay quien dice: “¡Estoy enojado
con Dios, no voy más a Misa!”. “Pero, ¿por qué?” – se preguntó el Papa –. La respuesta,
dijo, es “por una cosa pequeñita”. Francisco recordó que Santa Teresita del Niño Jesús,
en los últimos meses de su vida, “trataba de pensar en el cielo, y sentía dentro de
sí como si una voz le dijera: ‘Pero no seas tonta, no te crees fantasías. ¿Sabes qué
cosa te espera? ¡Nada!’”.
“Tantas veces pasamos por esta situación, vivimos
esta situación. Y tanta gente que cree que terminará en la nada. Y ella, Santa Teresa,
rezaba y pedía fuerza para ir adelante, en la oscuridad. Esto se llama entrar en paciencia.
Nuestra vida es demasiado fácil, nuestros lamentos son lamentos teatrales. Ante éstos,
ante estos lamentos de tanta gente, de tantos hermanos y hermanas que están en la
oscuridad, que prácticamente han perdido la memoria, la esperanza – que viven ese
exilio de sí mismos, son exiliados, también de sí mismos – ¡nada! Y Jesús ha hecho
este camino: de la noche al Monte de los Olivos hasta la última palabra de la Cruz:
‘Padre, ¡por qué me has abandonado!’”.
Francisco indicó por último dos
“cosas” que pueden servir. “Primero: prepararse, para cuando vendrá la oscuridad”,
que quizá no sea tan dura como la de Job, si bien, dijo “tendremos un tiempo de oscuridad.
Preparar el corazón para aquel momento”. Y segundo: “Rezar, como reza la Iglesia,
con la Iglesia por tantos hermanos y hermanas que padecen el exilio de sí mismos,
en la oscuridad y en el sufrimiento, sin esperanza a la mano”. Es la “oración de la
Iglesia – concluyó el Papa – por estos tantos ‘Jesús que sufren, que están por doquier”.