Como María alegrarse, levantarse y perseverar en Jesús, con los pequeños y oprimidos.
Mensaje del Papa para la fiesta de la Virgen del Cobre
(RADIO VATICANA).- (con audio) «Desde las montañas
de El Cobre, y ahora desde la Sede de Pedro, esa pequeña y bendita figura de María,
engrandece el alma de quienes la invocan con devoción, pues Ella nos conduce a Jesús,
su divino Hijo», escribe el Papa Francisco, pocos días después de la colocación de
una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre en los jardines vaticanos y, ante
la fiesta de María Santísima, la Virgen Mambisa, uniéndose a todos los cubanos, que
«ponen sus ojos en su Inmaculado Corazón, para pedirle favores, encomendarle a sus
seres queridos e imitarla en su humildad y entrega a Cristo, de quien fue la primera
y mejor de sus discípulos».
El Obispo de Roma señala tres verbos, con el propósito
de invitar a los pastores y fieles de Cuba a ponerlos en práctica. Alegrarse, levantarse
y perseverar. El primero es alegrarse... seguir el modelo de la Madre de Dios, con
el gozo, fuerza y caridad de Cristo, que nadie puede robar. Una serena alegría, hermana
de esa esperanza que rompe la barrera del miedo y abre las puertas a un futuro prometedor.
... «Qué alegría siente el que ama auténticamente, con hechos diarios, y no es de
los que abunda en palabras vacías, que se lleva el viento».
El segundo verbo
que señala el Papa Bergoglio es levantarse... «No se trata de grandes cosas, sino
de hacerlo todo con ternura y misericordia. María siempre estuvo con su pueblo en
favor de los pequeños. Ella conoció la soledad, la pobreza y el exilio, y aprendió
a crear fraternidad y hacer de cualquier lugar en donde germine el bien la propia
casa. A Ella le suplicamos que nos dé un alma de pobre que no tenga soberbia, un corazón
puro que vea a Dios en el rostro de los desfavorecidos, una paciencia fuerte que no
se arredre ante las dificultades de la vida».
El tercer verbo es perseverar,
hace hincapié el Santo Padre y reitera que como María, también nosotros estamos llamados
a permanecer en el amor de Dios y a permanecer amando a los demás. «En este mundo,
en el que se desechan los valores imperecederos y todo es mudable, en donde triunfa
el usar y tirar, en el que parece que se tiene miedo a los compromisos de por vida,
la Virgen nos alienta a ser hombres y mujeres constantes en el buen obrar, que mantienen
su palabra, que son siempre fieles. Y esto porque confiamos en Dios y ponemos en Él
el centro de nuestra vida y la de aquellos a quienes queremos».
«Tener alegría
y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante las adversidades,
permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los que están oprimidos
por penas y aflicciones: he aquí las lecciones importantes que nos enseña la Virgen
de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana», exhorta el Papa poniendo
en sus maternas manos a los pastores, comunidades religiosas y fieles de Cuba, para
que Ella aliente su compromiso evangelizador y su voluntad de hacer del amor el cimiento
de la sociedad. Así no faltará alegría para vivir, ánimo para servir y perseverancia
en las buenas obras». Y antes de firmar su mensaje, el Obispo de Roma pide a los hijos
de la Iglesia en Cuba que recen por él.
(Cecilia de Malak – Radio Vaticana)
Texto completo del Mensaje del Papa:
Al Excmo. Mons. Dionisio
Guillermo García Ibáñez Arzobispo metropolitano de Santiago de Cuba Presidente
de la Conferencia de Obispos católicos de Cuba
Vaticano, 8 de septiembre
de 2014
Querido Hermano:
Hace pocos días, la Venerada Imagen de
la Virgen de la Caridad del Cobre fue colocada en los Jardines Vaticanos. Su presencia
constituye un recuerdo evocador del afecto y la vitalidad de la Iglesia que peregrina
en esas luminosas tierras del Caribe, que, desde hace más de cuatro siglos, se dirige
a la Madre de Dios con ese hermoso título. Desde las montañas de El Cobre, y ahora
desde la Sede de Pedro, esa pequeña y bendita figura de María, engrandece el alma
de quienes la invocan con devoción, pues Ella nos conduce a Jesús, su divino Hijo. Hoy
que se celebra con fervor la fiesta de María Santísima, la Virgen Mambisa, me uno
a todos los cubanos, que ponen sus ojos en su Inmaculado Corazón, para pedirle favores,
encomendarle a sus seres queridos e imitarla en su humildad y entrega a Cristo, de
quien fue la primera y mejor de sus discípulos. Cada vez que leo la Escritura Santa,
en los pasajes en que se habla de Nuestra Señora, me llaman la atención tres verbos.
Quisiera detenerme en ellos, con el propósito de invitar a los pastores y fieles de
Cuba a ponerlos en práctica. El primero es alegrarse. Fue la primera palabra que
el arcángel Gabriel dirigió a la Virgen: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo» (Lc 1,28). La vida del que ha descubierto a Jesús se llena de un gozo interior
tan grande, que nada ni nadie puede robárselo. Cristo da a los suyos la fuerza necesaria
para no estar tristes ni agobiarse, pensando que los problemas no tienen solución.
Apoyado en esta verdad, el cristiano no duda que aquello que se hace con amor, engendra
una serena alegría, hermana de esa esperanza que rompe la barrera del miedo y abre
las puertas a un futuro prometedor. «Yo soy la Virgen de la Caridad», fue lo que leyeron
lo tres Juanes en la tablilla que flotaba en la Bahía de Nipe. Qué lindo sería si
todo cubano, especialmente la gente joven, pudiera decir lo mismo: «Yo soy un hombre
de la caridad»: vivo para amar de veras, y así no quedar atrapado en la espiral nociva
del ojo por ojo, diente por diente. Qué alegría siente el que ama auténticamente,
con hechos diarios, y no es de los que abunda en palabras vacías, que se lleva el
viento. El segundo verbo es levantarse. Con Jesús en su seno, dice san Lucas que
María se levantó y con prontitud fue a servir a su prima Isabel, que en su ancianidad
iba a ser madre (cf. Lc 1,39-45). Ella cumplió la voluntad de Dios poniéndose a disposición
de quien lo necesitaba. No pensó en sí misma, se sobrepuso a las contrariedades y
se dio a los demás. La victoria es de aquellos que se levantan una y otra vez, sin
desanimarse. Si imitamos a María, no podemos quedarnos de brazos caídos, lamentándonos
solamente, o tal vez escurriendo el bulto para que otros hagan lo que es responsabilidad
propia. No se trata de grandes cosas, sino de hacerlo todo con ternura y misericordia.
María siempre estuvo con su pueblo en favor de los pequeños. Ella conoció la soledad,
la pobreza y el exilio, y aprendió a crear fraternidad y hacer de cualquier lugar
en donde germine el bien la propia casa. A Ella le suplicamos que nos dé un alma de
pobre que no tenga soberbia, un corazón puro que vea a Dios en el rostro de los desfavorecidos,
una paciencia fuerte que no se arredre ante las dificultades de la vida. El tercer
verbo es perseverar. María, que había experimentado la bondad de Dios, proclamó las
grandezas que él había hecho con Ella (cf. Lc 1,46-55). Ella no confió en sus propias
fuerzas, sino en Dios, cuyo amor no tiene fin. Por eso permaneció junto a su Hijo,
al que todos habían abandonado; rezó sin desfallecer junto a los apóstoles y demás
discípulos, para que no perdieran el ánimo (cf. Hch 1,14). También nosotros estamos
llamados a permanecer en el amor de Dios y a permanecer amando a los demás. En este
mundo, en el que se desechan los valores imperecederos y todo es mudable, en donde
triunfa el usar y tirar, en el que parece que se tiene miedo a los compromisos de
por vida, la Virgen nos alienta a ser hombres y mujeres constantes en el buen obrar,
que mantienen su palabra, que son siempre fieles. Y esto porque confiamos en Dios
y ponemos en Él el centro de nuestra vida y la de aquellos a quienes queremos. Tener
alegría y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante
las adversidades, permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los
que están oprimidos por penas y aflicciones: he aquí las lecciones importantes que
nos enseña la Virgen de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana. En sus
maternas manos pongo a los pastores, comunidades religiosas y fieles de Cuba, para
que Ella aliente su compromiso evangelizador y su voluntad de hacer del amor el cimiento
de la sociedad. Así no faltará alegría para vivir, ánimo para servir y perseverancia
en las buenas obras. A los hijos de la Iglesia en Cuba les pido, por favor, que
recen por mí pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide
siempre. Fraternalmente, Francisco PP.