Una mamá primorosa que tiene en el corazón el bien de los propios hijos, capaz de
dar la vida por ellos, es la Iglesia, el Papa en la catequesis
(RADIO VATICANA).- (Actualizado con audio y texto completo) Con el pedido de que
los fieles invoquen la intercesión de María, para “aprender de ella esa ternura que
nos permite ser testigos de la maternidad de la Iglesia” el Obispo de Roma concluyó
su catequesis en la que afirmó que “Nadie se hace cristiano a sí mismo: nacemos y
crecemos en la fe dentro del pueblo de Dios. Por eso decimos que la Iglesia es Madre,
porque nos da vida en Cristo y nos hace vivir junto a otros hermanos en la comunión
del Espíritu Santo”.
Francisco se refirió a la Iglesia tomando la imagen de
María: “El nacimiento de Jesús en el seno de María como primogénito de muchos hermanos
es como el preludio de la vida nueva que reciben los cristianos en el bautismo. La
Iglesia también es madre porque nos cuida como hijos y nos indica el camino de la
salvación. Nos alimenta y nos sostiene con los sacramentos; nos ilumina con la luz
del Evangelio, orientándonos al bien y animándonos en los momentos de oscuridad y
nos defiende de las asechanzas del maligno, exhortándonos a la vigilancia para no
sucumbir a sus seducciones”.
Así la Iglesia, expresó el Papa, es una madre
tierna que, como la Virgen María, tiene en el corazón el bien de sus hijos. Exhortando:
“Queridos hermanos, no olvidemos que la Iglesia somos todos los bautizados, y que
su maternidad se expresa también en nuestra capacidad de acoger, de perdonar, de infundir
ánimo y esperanza”.
Jesuita Guillermo Ortiz –RADIO VATICANA
Texto
completo del resumen de la catequesis del Papa en nuestro idioma:
Queridos hermanos
y hermanas:
Nadie se hace cristiano a sí mismo: nacemos y crecemos en la fe
dentro del pueblo de Dios. Por eso decimos que la Iglesia es Madre, porque nos da
vida en Cristo y nos hace vivir junto a otros hermanos en la comunión del Espíritu
Santo.
El modelo de la maternidad de la Iglesia es la Virgen Madre. El nacimiento
de Jesús en el seno de María como primogénito de muchos hermanos es como el preludio
de la vida nueva que reciben los cristianos en el bautismo.
La Iglesia también
es madre porque nos cuida como hijos y nos indica el camino de la salvación. Nos alimenta
y nos sostiene con los sacramentos; nos ilumina con la luz del Evangelio, orientándonos
al bien y animándonos en los momentos de oscuridad y nos defiende de las asechanzas
del maligno, exhortándonos a la vigilancia para no sucumbir a sus seducciones.
Queridos
hermanos, no olvidemos que la Iglesia somos todos los bautizados, y que su maternidad
se expresa también en nuestra capacidad de acoger, de perdonar, de infundir ánimo
y esperanza.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular
a los grupos provenientes de España, México, Cuba, Costa Rica, Guatemala, Colombia,
Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a invocar la intercesión
maternal de María y aprender de ella esa ternura que nos permite ser testigos de la
maternidad de la Iglesia. Muchas gracias.
Texto de la catequesis del
Papa Francisco en la Audiencia General:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días! en las precedentes catequesis hemos tenido ocasión
de remarcar varias veces que no nos hacemos cristianos por sí mismos, es decir con
las propias fuerzas, en modo autónomo, ni siquiera nos hacemos cristianos en laboratorio,
pero que se es generados y hechos crecer en la fe al interior de aquel gran cuerpo
que es la Iglesia. En este sentido, la Iglesia es de verdad madre, ¡nuestra Madre
Iglesia! ¿Es bello decirlo así, eh? Nuestra Madre Iglesia. Una madre que nos da vida
en Cristo y que nos hace vivir con los otros hermanos en la comunión del Espíritu
Santo.
1. En esta maternidad suya, la Iglesia tiene como modelo a la Virgen
María, el modelo más bello y más alto que pueda existir. Es lo que ya las primeras
comunidades cristianas han sacado a la luz y el Concilio Vaticano II ha expresado
en modo admirable. (cfr. Cost. Lumen Gentium, 36-64). La maternidad de María
es ciertamente única, singular, y se ha cumplido en la plenitud de los tiempos, cuando
la Virgen dio a la luz el Hijo de Dios, concebido por obra del Espíritu Santo. Y,
sin embargo, la maternidad de la Iglesia se coloca precisamente en continuidad con
aquella de María, como su prolongación en la historia. La Iglesia, en la fecundidad
del Espíritu, continúa a generar nuevos hijos en Cristo, siempre en la escucha de
la Palabra de Dios y en la docilidad a su designio de amor. La Iglesia es madre. El
nacimiento de Jesús en el seno de María, en efecto, es preludio del nacimiento de
todo cristiano en el seno de la Iglesia, desde el momento que Cristo es el primogénito
de una multitud de hermanos (cfr. Rm, 8,29). Es nuestro primer hermano Jesús,
nacido de María, es el modelo y todos nosotros hemos nacido de la Iglesia. Comprendemos
entonces cómo la relación que une María a la Iglesia es muy profunda: mirando a María,
descubrimos el rostro más bello y más tierno de la Iglesia y mirando a la Iglesia
reconocemos los lineamientos sublimes de María. Nosotros cristianos no somos huérfanos,
tenemos una mamá, tenemos madre, ¡y esto es grande! ¡No somos huérfanos! La Iglesia
es madre, María es madre.
2. La Iglesia es nuestra Madre porque nos ha dado
a la luz en el Bautismo. Cada vez que bautizamos un niño se transforma en hijo de
la Iglesia, viene adentro de la Iglesia. Y desde aquel día, como mamá primorosa, nos
hace crecer en la fe y nos indica, con la fuerza de la Palabra de Dios, el camino
de la salvación, defendiéndonos del mal.
La Iglesia ha recibido de Jesús el
tesoro precioso del Evangelio, no para retenerlo para sí misma, sino para donarlo
generosamente a los otros: como hace una mamá. En este servicio de evangelización
se manifiesta en modo peculiar la maternidad de la Iglesia, empeñada, como una madre,
en ofrecer a sus hijos la nutrición espiritual que alimenta y hace fructificar la
vida cristiana. Todos, por lo tanto, estamos llamados a acoger con mente y corazón
abiertos, la Palabra de Dios que la Iglesia cada día dispensa, porque esta Palabra
tiene la capacidad de cambiarnos desde adentro, ¡sólo la palabra de Dios tiene esta
capacidad, de cambiarnos bien desde adentro, desde nuestras raíces más profundas!
Tiene este poder la Palabra de Dios, ¿y quién nos da la Palabra de Dios? La madre
Iglesia. Nos amamanta desde niños con esta Palabra, nos cría durante toda la vida
con esta Palabra. ¡Y esto es grande! ¡Es precisamente la madre Iglesia, que con esta
Palabra de Dios, nos cambia desde adentro! La Palabra de Dios que nos da la Madre
Iglesia nos transforma, hace nuestra humanidad no palpitante según la mundanidad de
carne, sino según el Espíritu.
En su cuidado maternal, la Iglesia se esfuerza
por mostrar a los creyentes el camino a seguir para vivir una existencia fecunda de
alegría y paz. Iluminados por la luz del Evangelio y sostenidos por la gracia de los
Sacramentos, especialmente la Eucaristía, nosotros podemos orientar nuestras elecciones
al bien y atravesar con valentía y esperanza los momentos de oscuridad y los senderos
más tortuosos, que los hay, ¡en la vida también los hay! El camino de salvación, a
través del cual la Iglesia nos guía y nos acompaña con la fuerza del Evangelio y el
apoyo de los Sacramentos, nos da la capacidad para defendernos del mal. La Iglesia
tiene el coraje de una madre que sabe que debe proteger a sus hijos de los peligros
que resultan de la presencia de satanás en el mundo, para llevarlos al encuentro con
Jesús. Una madre siempre defiende a los hijos. Esta defensa consiste también en el
exhortar a la vigilancia: vigilar contra el engaño y la seducción del maligno. Porque
si también Dios ha vencido a Satanás, este siempre vuelve con sus tentaciones, nosotros
lo sabemos, todos nosotros somos tentados, hemos sido tentados y somos tentados. A
nosotros nos corresponde no ser ingenuos, él viene como “león rugiente” dice el apóstol
Pedro (1 Pedro 5.8). Nos corresponde a nosotros no ser ingenuos sino vigilar y resistir
firmes en la fe. Resistir con los consejos de la madre, resistir con la ayuda de la
madre Iglesia, que como buena madre, siempre acompaña a sus hijos en los momentos
difíciles.
3. Queridos amigos, esta es la Iglesia. Esta es la Iglesia que
amamos todos, esta es la Iglesia que yo amo. Una madre que tiene en el corazón el
bien de los propios hijos, y que es capaz de dar la vida por sus hijos. No debemos
olvidar, sin embargo, que la Iglesia no son los sacerdotes, o nosotros los obispos.
No, ¡somos todos! La Iglesia somos todos, ¿de acuerdo? Y también nosotros somos hijos
y al mismo tiempo, madres de otros cristianos. Todos los bautizados, hombres y mujeres,
juntos, somos la Iglesia. ¡Cuántas veces en nuestra vida no damos el testimonio de
esta maternidad de la Iglesia, de esta valentía maternal de la Iglesia! Cuántas veces
somos cobardes, ¿eh? ¿No eh? Entonces encomendémonos a María, para que ella como madre
de nuestro primer hermano, del primogénito Jesús, nos enseñe a tener su mismo espíritu
maternal con nuestros hermanos, con la capacidad sincera de recibir, de perdonar,
de dar fuerza, y de infundir fe y esperanza. Y esto es lo que hace una mamá. ¡Gracias!
(Traducción
de María Cecilia y Griselda Mutual - RADIO VATICANA).