Mi alma está sedienta de ti, Señor; en ti está la Fuente de la Vida
LITURGIA DE LA SEMANA. jesuita Guillermo Ortiz - Radio Vaticana
Mi alma
está sedienta de ti, Señor; en ti está la Fuente de la Vida
(RV).- (Con audio)
La liturgia de la
XVI semana del Tiempo Ordinario nos abreva con la imagen de la sed y la fuente, el
martes y jueves, en las antífonas de los salmos 62 y 35.
No es la sed física
sino la sed existencial, que solo sacia el agua viva del Corazón de Cristo. Es Él
la fuente inagotable de Vida plena que sacia nuestra sed más honda. Y a su vez, transforma
al discípulo misionero en fuente viva para otros sedientos.
Por eso en el Evangelio
del lunes, no son los milagros los que hacen crecer la fe, sino la disposición interior
al Encuentro con Jesús; el entrenamiento de la capacidad de Dios; el discernimiento
de la sed interior; la perseverancia en la búsqueda de Dios.
Llena de sed y
dispuesta a ser saciada, María Magdalena, que celebramos el 22 de julio, equivocó
la fuente -como muchas veces nos sucede a vos y a mí-. Pero la Magdalena se dejó
encontrar por Jesús y perseveró fiel por el camino penitente del calvario, hasta la
cruz, donde se abrió la fuente en la boca del Corazón traspasado de Cristo y brotó
la sangre y el agua de Vida plena. Y es María Magdalena la primera en dar la noticia
a los discípulos de que esta fuente no puede ser contaminada por la corrupción; de
la victoria sobre la muerte. Jesús resucitado les confirma que no han equivocado la
fuente.
El viernes 25 de julio celebramos a Santiago apóstol, uno de los primeros
que responde al llamado de Jesús. Miles de peregrinos llegan por el Camino de Santiago,
a la Fuente de Vida plena que es Cristo, en Santiago de Compostela, España.
El
26 de julio, celebramos a los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús, padres de María
de Nazaret, la Madre del Hijo de Dios, que en la cruz la hizo madre de todos los sedientos
que encuentran en Jesucristo la Fuente que los sacia.
Señor, que aprendamos
de María Magdalena, de Santiago apóstol, de los santos Joaquín y Ana; de los abuelos
y ancianos, el discernimiento de la sed, para buscar solo en Jesucristo la Fuente
inagotable de Vida verdadera y plena. Amén.