REFLEXION DOMINICAL, jesuita Guillermo Ortiz (RV).- (con audio)
Dos sembradores echaron
dos semillas distintas en el campo. Uno a la luz del día y el enemigo a escondidas.
El trigo y la cizaña, con los dos sembradores en la tierra del corazón humano, es
la imagen que nos ofrece el mismo Jesús en la liturgia del XVI domingo del tiempo
ordinario del ciclo A.
Jesús nos pone ante los ojos dos especies gramíneas
semejantes tanto en las hojas como en la espiga. Podemos confundirlas sino las conocemos
bien. La cizaña dañina como el egoísmo soberbio. Y el trigo generoso que se humilla
y sacrifica en la molienda para ser pan esencial primero. Y después -en las manos
de Jesús-, Pan de amor y Vida plena.
Jesús explica lo que nos pasa por dentro
a vos y a mí. Porque “no todo lo que brilla es oro”, ni todo lo que crece en el campo
o dentro de nosotros siempre “es trigo limpio”. Vos y yo a veces nos encandilamos
y seguimos sólo espejismos de Vida plena, que terminan siendo venenosos como harina
de cizaña.
En el campo hay antagonismo entre el trigo generoso y la cizaña,
hierba mala que perjudica los sembrados. Dentro de cada uno hay una lucha espiritual,
a no ser que el egoísmo haya ganado ya todo el terreno. Por una parte esta la semilla
del amor grande e interminable, que Dios siembra en nosotros. Por otra la semilla
del egoísmo ávido, mezquino, agresivo. Jesús refiere que a la cizaña “la sembró el
enemigo”. Es la semilla sembrada y alimentada por el espíritu del mal.
En el
relato de Jesús, la pregunta de los servidores es si deben cortar la cizaña inmediatamente.
El dueño del campo responde que hay que esperar a que se distingan bien, para recién
recoger el trigo en los graneros y prender fuego a la cizaña. Si el tema es “distinguir
bien”, se trata del don esencial del discernimiento espiritual. Con
el discernimiento ejercitamos la libertad, buscando conocer si lo que sentimos y pensamos
es inspiración de Dios o del espíritu del mal, para elegir y decidir con voluntad
firme, aceptar, recibir con alegría y gratitud las inspiraciones de Dios y rechazar
con determinación lo que se aparta de su proyecto de amor.
¿Qué dejo crecer
en mi interior: inspiraciones de amor, perdón, reconciliación, encuentro… o los caprichos
del egoísmo mezquino, soberbio, dañino que alimenta el espíritu del mal?
El
tiempo de vida terrena es la oportunidad que Dios nos da para invertirla en buscar
la Vida plena y hay que poner en juego el don del discernimiento para cegar a tiempo
la semilla dañina del egoísmo y aceptar las inspiraciones de Dios en la tierra buena
del corazón, y ayudarla a crecer para que de frutos buenos de adoración y caridad. La
buena semilla, es la Palabra de Dios, el Verbo que se hace carne, Jesucristo –trigo
limpio- que se hace pan en la Eucaristía, para sembrarse domingo tras domingo en el
corazón de cada uno de la comunidad.
En la comunidad, en la familia ¿soy trigo
limpio o siembro cizaña?
Señor que sepa distinguir el trigo limpio de tu Presencia
eucaristía que me alimenta para la Vida plena, del egoísmo placentero pero que me
desangra. Del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo capitulo
13
Jesús les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un
hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo,
sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las
espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario
y le dijeron: «Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que
ahora hay cizaña en él? El les respondió: «Esto lo ha hecho algún enemigo». Los peones
replicaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?». «No, les dijo el dueño, porque al
arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan
juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la
cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero».
… Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron
y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». El les respondió:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena
semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores
son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma
manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos
quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán
en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!