Meditaciones para la fe. Con el Padre Guillermo Buzzo (RV).- (audio) Sucedió en unas primeras
comuniones... Estaba todo pronto para comenzar. De repente, un niño, de unos 8
o 9 años, se acerca y me dice: -Padre Guillermo... ¿Te puedo hacer una pregunta?
-Claro! ¿Qué querés saber? – le dije, pensando que me iba a preguntar algo acerca
de la celebración, - decime…– prosiguió con una actitud inocente –¿qué se siente
en el cielo? Les confieso que nunca alguien me había hecho una pregunta tan trascendente,
tan directa y tan vivencial. Me di cuenta que para él esa pregunta era muy importante. Me
agaché hasta la altura de su mirada, y recurrí a un viejo truco que algún sacerdote
viejo me enseñó, le dije: - ¿Por qué me preguntás?– mientras pensaba rápidamente qué
podía contestarle. Me responde - porque...en el cielo...¿hay pasto? - ¿¡Pasto!?–
pregunté sorprendido. - Sí, porque mi abuela me dijo que en el cielo había pasto,
y que la gente era feliz...¿Y por qué querés saber...?– insistí. - Porque
mi abuelo se fue al cielo la semana pasada, y mi abuela me dijo que él estaba
mejor que nosotros, y que donde él estaba había mucho pasto... ¿Es verdad que
en el cielo hay pasto? - ¿Cómo se llama tu abuelo? - Germán. - Y vos? - Martín
- Bueno Martín, mirá...– le dije –Yo mucho no sé, porque nunca estuve allí... Pero
lo que sé es lo que Jesús nos enseñó y nos prometió acerca del cielo. Jesús contó
que en el cielo la gente es muy feliz... Mientras le hablaba vi, unos bancos más
adelante, a una pareja que me miraba con atención (“sus padres”, pensé) - Vos
decime: tu abuelo ¿te enseñó algunas cosas? - Sí! – dijo, mientras le brotaba una
sonrisa – me enseñó unos trucos... - Y te parece que él pudo hacer algo bueno
por los demás? ¿por quiénes? - Por mamá..., por el tío.., por mí... - Los hizo
felices, no? - Sí! - Bueno, viste? Cuando Dios nos lleva al cielo, si nosotros
hicimos felices a los demás, también allá vamos a ser muy felices, así que pienso
que Germán ahora estará feliz. - Ah... – decía pensativo, como cayendo en la
cuenta de algo importante. Jesús –le seguí diciendo- nos dijo que en el cielo
todo es una fiesta, que todos somos hermanos, y que nadie sufre dolor y que...
- Pero...¿hay pasto? – interrumpió preocupado. - Bueno, qué te parece? ¿Se precisa
pasto para ser feliz no? - Y... sí! –dijo con firmeza. - ...para poder jugar al
fútbol, para correr y divertirse, no? - Sí... - Entonces sí! Hay pasto en el
cielo! Es más, me hacés acordar que en un salmo de la Biblia, dice que el Señor
nos va a hacer recostar en verdes praderas... Entonces tiene razón tu abuela: en
el cielo hay pasto! - ¿Qué es una pradera? - Una pradera es un terreno grande
lleno de pasto donde... - Ah bueno... – dijo conforme –Bueno, me voy porque tengo
que estar con mis padres... Chau! - Chau Martín! Lo despedí y quedé pensando
en Martín, en Germán, en esa abuela espectacularmente sabia, en mis abuelos. El
hermano mayor de Martín tomaba la primera comunión ese día, y él la tomaría recién
dentro de dos años, pero ya desde entonces, iba conociendo algunos de los secretos
del Buen Pastor, su amor, sus promesas, y sus verdes praderas...