(RV).- (audio) Desde
Tierra Santa siguiendo las actividades del Santo Padre, quien mañana celebrará la
Eucaristía del Domingo: Jesús Pan de Vida, para la vida del mundo en Belén, escribe
el jesuita Guillermo Ortiz:
El Obispo de Roma está en Belén el domingo. Belén
quiere decir “Casa del Pan”. Sí, Casa del Pan tanto en árabe como en hebreo. El Verbo
se hizo Carne y Pan. Es en Belén donde el Hijo del Dios Altísimo se hizo Carne para
después entregarse partido y repartido como Pan de Vida para la vida del mundo. El
vientre de la Virgen María de Nazaret, después la gruta de Belén son como el horno
de este Pan nutriente de vida buena, de vida verdadera y fue allí, en la gruta de
Belén. La gruta de Belén que cada familia cristiana del mundo recrea en Navidad
no está a la intemperie porque la devoción y la fe cristiana la protegen con una gran
iglesia, la Iglesia del Nacimiento, grandísima construida sobre la gruta. Hay una
estrella plateada sobre el piso de piedra en el que la Virgen María dio a luz a Jesús.
Esta estrella que señala el lugar del parto del Hijo de Dios, queda debajo de un altar
al que se puede llegar subiendo o bajando, porque tiene una escalera a la derecha
que asciende y otra a la izquierda que desciende, una y otra desde distintos puntos
del templo. Y al frente del altar sobre la estrella, un poco más abajo y a pocos pasos
el lugar de la cuna, otro hueco en la piedra del pesebre. Y “Plaza de la Cuna”
se llama el lugar de la Misa de Francisco Papa, donde una de las calles que confluyen
es la “calle de los Pastores”. La Plaza de la Cuna debería traducirse, entiendo, como
“plaza del comedero” o algo así, porque Jesús recién nacido fue depositado en la batea
donde se ponía el pasto para los animales; en el comedero de los animales. Allí
empezó la revolución de la ternura, del amor, de la misericordia de Dios que Papa
Francisco proclama con sus gestos, acciones y palabras, invitando a bajar del orgullo
y salir de la comodidad del egoísmo para ir al otro que sufre poniéndose en el lugar
del otro, como hizo el mismo hijo de Dios que se hizo uno más de los nuestros; uno
más de los miles y miles de hombres y mujeres sufrientes, atados y enredados por el
mal y el pecado. Es como uno de los nuestros que el Hijo de Dios nos llama a buscar
la paz como un Dios al que se llega por el perdón, por la aceptación del otro como
un hermano, como otro hijo de Dios. Es allí donde empieza la liberación del mal, para
que vivamos la vida verdadera que Jesús Resucitado nos ofrece. En Belén el sucesor
de Pedro celebra la Eucaristía del Domingo: Jesús Pan de Vida, para la vida del mundo. Tras
las huellas de Jesús con Francisco Papa en Tierra Santa, jesuita Guillermo Ortiz