María, madre de la Iglesia y estrella de la
nueva evangelización.
El Pueblo
de Dios presente en América Latina reconoce la protección de María, Madre de Jesús
y de la Iglesia con diversas expresiones de su fe. Es de destacar las peregrinaciones
hacia los santuarios. En su conciencia creyente María es quien trajo en sus brazos
a Jesús, y nos sigue guiando hacia su Persona y su Evangelio. Aparecida, en 2007,
destaca su servicio misionero: “María es la gran misionera, continuadora de
la misión de su Hijo y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador
del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento guadalupano,
presidió junto al humilde Juan Diego, el Pentecostés que nos abrió a los dones del
Espíritu… Con gozo, constatamos que se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros
pueblos, entrando profundamente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos
más nobles y significativos de su gente” (DA 269). Y, en la “Conclusión”, el número
553, anima a buscar a contemplar su comprensión y ternura en el servicio fraterno
como inspiración de una acción evangelizadora renovada. “Nos ayude la compañía
siempre cercana, llena de comprensión y ternura, de María Santísima. Que nos muestre
el fruto bendito de su vientre y nos enseñe a responder como ella lo hizo en el misterio
de la anunciación y de la encarnación. Que nos enseñe a salir de nosotros mismos en
camino de sacrificio, amor y servicio, como lo hizo en la visitación a su prima Isabel,
para que peregrinos en el camino, cantemos las maravillas que Dios ha hecho en nosotros
conforme a su promesa” (DA 553).
El Papa Francisco, en La alegría del Evangelio
número 284, anima a aprender de María cómo escuchar al Espíritu para recoger inspiración
para la nueva evangelización de nuestros pueblos. “Con el Espíritu Santo, en medio
del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch
1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés.
Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender
el espíritu de la nueva evangelización”. Los evangelizadores, continúa enseñando
el Papa en el número 288, pueden descubrir en ella un modelo evangelizador que integra
la contemplación y el servicio. “Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora
de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario
de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son
virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para
sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque
«derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53)
es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que
conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19).
María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos
y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de
Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es
la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud,
la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39).
Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo
que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización”.