2014-04-10 14:57:38

"Sean comunidad en la que se crece", el Papa con la Comunidad de la Gregoriana, el Instituto Bíblico y el Instituto Oriental




(RV).- (Actualizado con el discurso completo del Papa y voces de estudiantes presentes en el encuentro) Este jueves el Santo Padre Francisco recibio en el Aula Pablo VI a más de 5 mil personas, profesores, estudiantes y personal no docente de la Pontificia Universidad Gregoriana, del Pontificio Instituto Bíblico y del Pontificio Instituto Oriental, todos ellos confiados a la Compañía de Jesús. El Papa hizo hincapié sobre el compromiso de estar trabajando y estudiando en la ciudad de Roma y sobre todo en la Iglesia de Roma. Con un pasado y un presente, donde se funden las raíces de la fe: las memorias de los apóstoles y de los mártires; y el "hoy eclesial" que preside en la caridad, al servicio de la unidad y universalidad. El otro aspecto que ha destacó el Pontífice fue el de la relación entre el estudio y la vida espiritual. El compromiso intelectual, la docencia, la investigación, la formación en general, será más fructífero y eficaz -dijo- cuanto más sea animado por el amor a Cristo y a la Iglesia, cuanto más grande sea la relación entre el estudio y la oración. El Obispo de Roma también señaló que la investigación y el estudio deben integrarse con la vida personal y comunitaria, con el compromiso misionero, con la caridad fraterna y el compartir con los pobres, con el cuidado de la vida interior en la relación con el Señor.

(ER - RV)


Texto completo del discurso del Papa Francisco


Señores Cardenales,

venerados hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas,

doy la bienvenida a todos ustedes, profesores, estudiantes y personal no docente de la Pontificia Universidad Gregoriana, del Pontificio Instituto Bíblico y del Pontificio Instituto Oriental.

Saludo al Padre Nicolás, al Padre Delegado, y a todos los otros Superiores, como así también a los Cardenales y a los Obispos presentes. ¡Gracias!

Las instituciones a las cuales pertenecen - reunidas en Consorcio por el Papa Pío XI en 1928 - están confiadas a la Compañía de Jesús y comparten el mismo deseo de “militar para Dios bajo el estandarte de la Cruz y servir solamente al Señor y a la Iglesia Su Esposa, a disposición del Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra” (Formula, 1). Es importante que entre éstas se desarrolle la colaboración y las sinergias, custodiando la memoria histórica y, al mismo tiempo, haciéndose cargo del presente y mirando al futuro – el Padre General decía “mirar lejos”, hacia el horizonte, mirando al futuro con creatividad e imaginación, buscando tener una visión global de la situación y de los desafíos actuales y un modo compartido de afrontarlas, encontrando sin miedo nuevas vías.

El primer aspecto que quisiera subrayar pensando en su compromiso, ya sea como docentes que como estudiantes, y como personal de las Instituciones, es el de valorizar el lugar mismo en el cual se encuentran trabajando y estudiando, es decir, la ciudad y sobre todo la Iglesia de Roma. Aquí hay un pasado y hay un presente. Aquí están las raíces de la fe: la memoria de los Apóstoles y de los Mártires; y aquí está el “hoy” eclesial, está el camino actual de esta Iglesia que preside en la caridad, al servicio de la unidad y de la universalidad. ¡Todo esto no va considerado como cierto! Debe ser vivido y valorizado, con un compromiso que, en parte, es institucional y, en parte, es personal, confiado a la iniciativa de cada uno.

Pero al mismo tiempo, ustedes traen aquí la variedad de sus Iglesias de proveniencia, de sus culturas. Ésta es una de las riquezas inestimables de las instituciones romanas. Ella ofrece una valiosa ocasión de crecimiento en la fe y de apertura de la mente y del corazón al horizonte de la catolicidad. Dentro de este horizonte, la dialéctica entre “centro” y “periferias” asume una forma propia, es decir, la forma evangélica, según la lógica de Dios que llega al centro partiendo de la periferia para luego regresar a la periferia.

El otro aspecto que quería compartir es aquel de la relación entre estudio y vida espiritual. Su compromiso intelectual, en la enseñanza y en la investigación, en el estudio y en la más amplia formación, será más fecundo y eficaz en la medida en que será animado por el amor a Cristo y a la Iglesia, mientras más sea sólida y armoniosa la relación entre estudio y oración. Esta no es una cosa anticuada, ¡es el centro!

Este es uno de los desafíos de nuestro tiempo: transmitir el saber y ofrecer una clave de comprensión vital, no un cúmulo de nociones no entrelazadas entre ellas. Es necesaria una verdadera hermenéutica evangélica para entender mejor la vida, el mundo, los hombres, no por una síntesis sino por una atmósfera espiritual de búsqueda y certeza basada sobre las verdades de razón y de fe. La filosofía y la teología permiten adquirir las convicciones que estructuran y fortalecen la inteligencia e iluminan la voluntad… pero todo esto es fecundo sólo si se realiza con la mente abierta y de rodillas. El teólogo que se complace de su pensamiento completo y concluso es un mediocre. El buen teólogo y filósofo tiene un pensamiento abierto, o sea incompleto, siempre abierto al maius de Dios y a la verdad, siempre en desarrollo, según aquella ley que san Vincente de Lerins describe así: «annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate» (Commonitorium primum, 23: PL 50, 668): se consolida con los años, se dilata con el tiempo, se profundiza con la edad. Este es el teólogo que tiene la mente abierta. Y el teólogo que no reza y que no adora a Dios termina hundido en el más desagradable narcisismo. Y ésta es una enfermedad eclesiástica. Hace tanto mal el narcicismo de los teólogos, de los pensadores, es desagradable.

La finalidad de los estudios en toda Universidad pontificia es eclesial. La investigación y el estudio deben ser integrados ya sea con la vida personal y comunitaria, que con el compromiso misionero, con la caridad fraterna y la división con los pobres, con el cuidado de la vida interior en la relación con el Señor. Sus Institutos no son máquinas para producir teólogos y filósofos; son comunidades en las que se crece, y el crecimiento acontece en la familia. En la familia universitaria está el carisma de gobierno, confiado a los superiores, y hay la diaconía del personal no docente, que es indispensable para crear el ambiente familiar en la vida cotidiana, y también para crear una actitud de humanidad y de sabiduría concreta, que hará de los estudiantes de hoy personas capaces de construir humanidad, de transmitir la verdad en una dimensión humana, de saber que si falta la bondad y la belleza de pertenecer a una familia de trabajo se termina por ser un intelectual sin talento, un ético sin bondad, un pensador carente del esplendor de la belleza y solamente “maquillado” de formalismos. El contacto respetuoso y cotidiano con la laboriosidad y el testimonio de los hombres y de las mujeres que trabajan en sus Instituciones les dará aquella dosis de realismo tan necesaria para que su ciencia sea ciencia humana y no de laboratorio.

Queridos hermanos, confío a cada uno de ustedes, sus estudios y su trabajo a la intercesión de María, Sedes Sapientiae, de san Ignacio de Loyola y de sus demás santos Patronos. Los bendigo de corazón y rezo por ustedes. También ustedes, por favor, ¡recen por mí! ¡Gracias!

Ahora, antes de darles la bendición, los invito a rezar a la Virgen, la Madre, para que nos ayude y nos custodie. Ave María…


(Traduccion del italiano: Maria Cecilia Mutual- Raúl Cabrera- Radio Vaticano)


Luz Erika Limachi entrevistó a algunos participantes mientras dejaban el Aula Pablo VI: RealAudioMP3















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