Las repercusiones sociales y comunitarias del
Kerygma
(Audio)
El
anuncio de la fe en Dios, por medio de Jesucristo, incluye un potencial humanizador
que se debe hacer descubrir para aprovechar la fuerza liberadora y sanante del
Espíritu del Señor Resucitado. Por eso, se deben pensar y elaborar gestos y palabras
que integren en la acción evangelizadora la proclamación del kerigma y la promoción
de la dignidad humana. El Dios uno y trino viene al encuentro de todos los hombres
y de todos los pueblos y sus culturas, la evangelización debe colaborar creativamente
a este encuentro.
Cristo supera y plenifica la sed de belleza, verdad y bondad
de las personas y de las culturas de nuestros pueblos más allá de sus expectativas.
La experiencia del encuentro con Cristo abre a un crecimiento humano y comunitario
que se expresa en el respeto mutuo y el diálogo que abre a buscar respuestas a interrogantes
comunes, a la promoción de una vida social más humana en la justicia y la solidaridad.
El número 383 del Documento de Aparecida indica algunas señales de la irrupción
del Reino de Dios en medio de nuestra vida cotidiana:
“Señales evidentes
de la presencia del Reino son: la vivencia personal y comunitaria de las bienaventuranzas,
la evangelización de los pobres, el conocimiento y cumplimiento de la voluntad del
Padre, el martirio por la fe, el acceso de todos a los bienes de la creación, el perdón
mutuo, sincero y fraterno, aceptando y respetando la riqueza de la pluralidad, y la
lucha para no sucumbir a la tentación y no ser esclavos del mal”.
El Papa
Francisco, en su exhortación La alegría del Evangelio, luego de presentar las
características del anuncio del Evangelio en el capítulo tercero, desarrolla la
dimensión social dela evangelización en el capítulo cuarto. Retoma la
comprensión rica, compleja y dinámica de la evangelización de Pablo VI en su documento
Evangelii nuntiandi en 1975. Francisco enseña en el número 178, que el kerygma
tiene un contenido ineludiblemente social:
“El misterio mismo de la Trinidad
nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos
realizarnos ni salvarnos solos. Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima
conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que necesariamente
debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. La aceptación del primer
anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos
comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental
reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás”.
Después, en el número
181, tomando palabras de Aparecida, expresa con belleza que Jesús sigue enviando a
su Iglesia a anunciar el Evangelio a toda la creación, vinculando a todos los
hombres en las diversas realidades de sus pueblos y sus culturas.
“El mandato
es: «Id por todo el mundo, anunciad la Buena Noticia a toda la creación» (Mc
16,15), porque «toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos
de Dios» (Rm 8,19). Toda la creación quiere decir también todos los aspectos
de la vida humana, de manera que «la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo
tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones
de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos
los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño» (V Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida, 380). La verdadera
esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia”.