REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz SJ
(RV).- (Con audio)
La
“vasija de barro que contiene un tesoro” es una de las imágenes que mejor ilustra
la condición humana. Y la vasija, el cántaro, el ánfora, tienen doble sed. La sed
primera les da su forma mineral. Sin agua no podrían ser, porque son de barro. Pero
a su vez, la vasija, el cántaro, el ánfora son para contener; para ser llenados, colmados
por algo distinto que viene de afuera como el agua, el vino, el aceite. Y esta es
su sed segunda, también la del hombre, hecho para recibir la vida misma de Dios. Somos
de barro y a su vez, necesitamos ser colmados. Se podría decir que somos esencialmente
sed, tanto del cuerpo como del alma. ¿Con qué deseas y decides abrevar tanta sed? Nos
llenamos de imágenes, de pensamientos, de sentimientos y afectos, de cosas. Algunos
están llenos de vida, de alegría, de amistad y amor. Otros rebalsan de cosas materiales,
de vanidad, de soberbia, llenos de sí mismos, de egoísmo. Y el empacho de si mismo
siempre atenta gravemente contra el otro. También hay quienes regurgitan el veneno
de la envidia, del resentimiento, la tristeza y el odio. El cántaro de tu corazón
¿de que rebalsa? ¿Quiero dar vida y alegría con el agua o el vino del Espíritu?, o
prefiero matar y dañar con el veneno del resentimiento y la insatisfacción?
Dios
ofrece otra Agua
La doble sed de Dios y del hombre aparecen en el evangelio
de Juan, en el encuentro de Jesús con la samaritana junto al poso de Jacob. La samaritana
lleva su cántaro para la sed del cuerpo mineral y orgánico. Y Jesús -físicamente sediento
y fatigado del camino-, tiene más sed todavía en el ánfora de su alma de la fe y el
amor de la samaritana. Y por eso Jesús, que es él mismo un cántaro de vida verdadera,
despierta en la mujer la sed esencial de Dios y la colma de amor y de vida, reconociéndola
en su condición de ser humano. Porque si hay un tesoro o un contenido para nuestra
sed, para nuestra capacidad de ser colmados, ese tesoro es el amor de Dios.
Dijo
Francisco Papa: “En este Evangelio encontramos también nosotros el estímulo para “dejar
nuestro cántaro”, símbolo de todo lo que aparentemente es importante, pero que pierde
valor frente al “amor de Dios”. Todos tenemos uno o más de uno. Yo les pregunto a
ustedes, también a mí: ¿cuál es tu cántaro interior, aquel que te pesa, aquel que
te aleja de Dios? Dejémoslo un poco aparte y con el corazón sintamos la voz de Jesús
que nos ofrece otra agua, otra agua que nos acerca al Señor… Cada encuentro con Jesús
nos cambia la vida. También cada encuentro con Jesús nos llena de alegría, aquella
alegría interior que nos viene. Y así el Señor hace estas cosas maravillosas. El Señor
sabe actuar en nuestro corazón cuando nosotros somos valientes y dejamos aparte nuestro
cántaro”.
Ejercicio espiritual
Con la boca de mi cántaro abierto
por la sed, hoy puedo libremente, vaciarme de todo lo que no es de Dios; de todo el
mal y lo malo, para llenarme a sorbos grandes y sustanciosos, de la vida verdadera
y plena que Jesús me ofrece, desde la boca de su corazón también abierto que mana
sangre y agua de vida feliz.