Viviendo en familia, con el padre Kennedy Rodríguez
(RV).- (Con
audio) La virtud de la
confianza es la firme seguridad, apoyada en la virtud de la esperanza, que se tiene
en uno mismo, en alguien o en algo. Aunque debemos saber que puede existir el peligro
del abuso de confianza, o recibir una confianza inapropiada, en el trato con excesivas
familiaridades. La confianza bien orientada nos lleva al camino del éxito.La confianza
bien sentida, produce una gran paz en la familia. Para demostrar confianza o para
percibirla, no basta la buena fe, hay que sopesarla, estudiarla y acostumbrarse a
practicarla, pues es el deseo que se genera en nuestro interior, de poder creer en
uno mismo, en una persona o en una cosa. La confianza es un valor imprescindible para
el buen funcionamiento de la vida familiar. Al ser la familia una unidad de destino
de la sociedad, la mutua confianza se convierte en uno de sus principales soportes,
para que ésta prospere en todos los aspectos religiosos, económicos y sociales. La
base de la confianza es la Verdad, pues es muy difícil tener confianza si se vive
en la mentira, las familias deben fomentar entre cónyuges y entre padres a hijos la
práctica de hablar siempre la verdad. En la Familiaris Consortio de Juan
Pablo II, número 37 leemos: 37. Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo
agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza
y valentía en los valores esenciales de la vida humana… Tenemos que aprender a
confiar en Dios, porque es nuestra fortaleza, sustento de nuestros ideales, solución
a nuestras inquietudes y antídoto contra nuestros males, miedos y dudas. Si depositamos
toda nuestra confianza en Dios podremos transmitir esa confianza a todos los integrantes
de la familia y de esta manera vivir en un ambiente de armonía que beneficie tanto
a cónyuges como a los hijos. La confianza interna y externa, hay que trabajarlas
personalmente. Nos podrán aconsejar sobre cómo tenerla en uno mismo y como difundirla,
pero requiere mucho trabajo mantenerla día a día, en los buenos y en los malos momentos.
En los momentos difíciles, es cuando se ve bien claro, quienes tienen confianza en
si mismos y quienes transmiten y proyectan confianza. Cuando falta la confianza de
los padres con los hijos y de los hijos con sus padres, provoca que imprudentemente,
se asuman o se ignoren, los riesgos y decisiones cotidianas, con lo cual se va dejando
de aprender, experimentar, corregir y vivir la vida.