Viviendo en familia, con el padre Kennedy Rodríguez
(RV).- (Con
audio)
Cuando
alguien se siente comprendido entra en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz
interior. ¿Qué hacer para vivir este valor en los pequeños detalles de la vida cotidiana?
¡Quiero
que me comprendas! Cuántas veces hemos tenido la necesidad de encontrar a alguien
que escuche y comparta nuestros sentimientos e ideas en un momento determinado. Cuando
nos sentimos comprendidos entramos en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz
interior. Pero, ¿somos capaces comprender a los demás? ¿de procurar dar algo más que
un simple: “si te comprendo”?
La comprensión es la actitud tolerante para encontrar
como justificados y naturales los actos o sentimientos de otro. Es en este momento
nos percatamos que la comprensión va más allá de “entender” los motivos y circunstancias
que rodean a un hecho, es decir, no basta con saber que pasa, es necesario dar algo
más de nosotros mismos.
Podemos “saber “que un empleado nuestro comete errores
con cierta frecuencia, “justificamos” este hecho debido a una falta de conocimiento,
lo cual determina sus fallas como involuntarias y observamos la necesidad urgente
e inmediata de brindar la capacitación correspondiente. El justificar se convierte
en una disculpa, en una atenuante que nos hace ubicar el problema en su justa medida,
por lo tanto, la comprensión nos lleva a proponer, sugerir o establecer los medios
que ayuden a los demás a superar el estado por el que actualmente pasan.
El
ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada
hubiera pasado, la tolerancia debe traducirse como la confianza que tenemos en los
demás para que superen sus obstáculos. El padre de familia que retira todo su apoyo
a los hijos hasta que mejoren sus calificaciones, condiciona su comprensión a resultados,
y no al propósito, al esfuerzo y al empeño que se pongan para lograr el objetivo.
Ver
con “naturalidad” los actos y sentimientos de los demás, es la conciencia de nuestra
fragilidad, la convicción de saber que podemos caer en la misma situación, de cometer
los mismos errores y de dejarnos llevar por el arrebato de los sentimientos.
La
mayoría de las veces los sentimientos juegan un papel importante y debemos ser cuidadosos.
Una persona exaltada, triste o francamente molesta está sujeta a la emoción momentánea,
lo cual reduce su capacidad de reflexión, con la posibilidad latente de hacer o decir
cosas que realmente no piensa ni siente. Cada vez que alguien pide comprensión, a
través de palabras o actitudes, busca en nosotros un consejo, una solución o una idea
que lo haga recuperar la tranquilidad y ver con más claridad la solución a su problema.
El
comprender no debe confundirse con un “sentirse igual” que los demás, esto puede suceder
con las personas a quien les tenemos cierta estima, pero, ¿Qué pasaría con quienes
no tenemos un lazo afectivo? Es necesario enfatizar que la comprensión, es y debe
ser, un producto de la razón, de pensar en los demás, “de ponerse en los zapatos del
otro”, sin hacer diferencias entre las personas. Si alguna vez nos hemos visto incomprendidos,
recordaremos el rechazo experimentado y como nos sentimos defraudados por la persona
que no supo corresponder a nuestra confianza.
Existen un sinnúmero de oportunidades
para vivir el valor de la comprensión. En las situaciones cotidianas tenemos a tendencia
a reaccionar con impulsos, por ejemplo: cuando no está lista la camisa que pensábamos
usar; si llegamos a casa y aún no han terminado de preparar la comida; una vez más
los hijos han dejado sus juguetes esparcidos por toda la casa; los compañeros de clase
que no terminaron a tiempo su parte del trabajo en equipo; el informe para la oficina
que tuvo errores y se retrasó; etc.
Si deseamos hacer nuestra comprensión de
manera consciente, debemos pensar un momento si hacemos lo necesario para:
-
Aprender a escuchar y hacer lo posible para no dejarnos llevar por el primer impulso
(enojo, tristeza, desesperación, etc.)
- No hacer juicios prematuros, primero
se deben conocer todos los aspectos que afectan a la situación, hay que preguntar.
No basta decir que una persona es poco apta para un trabajo.
- Distinguir si
es una situación voluntaria, producto de los sentimientos o de un descuido. En cualquier
caso siempre habrá una forma de prevenir futuros desaciertos.
- Preguntarnos
qué haríamos y como reaccionaríamos nosotros al vernos afectados por la misma situación.
-
Buscar las posibilidades y opciones de solución. Es la parte más activa de la comprensión,
pues no nos limitamos a escuchar y conocer que sucede.
- Dar nuestro consejo,
proponer una estrategia o facilitar los medios necesarios que den una alternativa
al alcance de la persona.
La comprensión no es algo para ejercitar en situaciones
extremas, se vive día a día en cada momento de nuestra vida, con todas las personas,
en los detalles más pequeños y en apariencia insignificantes.
¡Qué importante
es la comprensión! Podemos afirmar que es un acto lleno de generosidad porque con
ella aprendemos a disculpar, a tener confianza en los demás, y por lo tanto, ser una
persona de estima, a quien se puede recurrir en cualquier circunstancia.
Apreciados
oyentes a vivir unidos en familia, como la sagrada familia de Nazaret. Que Dios
nos conceda: valorar, amar y servir nuestra familia. Dios bendiga siempre las
familias.