El Papa Francisco, en el Ángelus reflexiona sobre la perfección del amor cristiano:
“un amor cuya única medida es no tener medida: el amor a Dios a través del amor al
prójimo”
(RV).- (actualizado con audio y video) En un domingo sereno
y soleado en Roma, a mediodía, el Santo Padre ha dirigido desde la ventana de su estudio
en el palacio pontificio la oración del Ángelus ante más de cincuenta mil files y
peregrinos reunidos en la plaza de san Pedro. En su alocución antes de la oración
mariana, Francisco ha comentado el tema del Evangelio de hoy: “la actitud de Jesús
con respecto a la Ley judía”. Jesús no quiere anular los mandamientos de Moisés, sino
que quiere llevarlos a su plenitud, a su cumplimiento, a su perfección: a una justicia
superior, a una observancia más auténtica. Y esta justicia superior, ha dicho el Papa,
consiste en amar al prójimo. Una actitud tan fundamental, que Jesús llega a afirmar
que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si antes no nos pacificamos con
nuestro vecino. Por lo tanto, ha explicado el Santo Padre, Jesús llega a la raíz de
la Ley, a la intención, al corazón del hombre, donde se originan nuestras acciones
buenas o malas. Para obtener un comportamiento bueno y honesto no son suficientes
las normas jurídicas, ha dicho el Papa, sino motivaciones profundas, expresión de
una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se pueden recibir gracias al Espíritu
Santo. (ER-RV)
Palabras del Santo Padre en su alocución en italiano:
Queridos hermanos y hermanas buenos días: el Evangelio
de este domingo forma parte todavía del llamado "Sermón de la Montaña", la primera
gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús con respecto a la Ley
judía. Él dice: " No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he
venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mateo 5:17). Así que Jesús no quiere cancelar
los mandamientos que el Señor dio por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a
su plenitud. E inmediatamente después añade que este "cumplimiento" de la Ley requiere
una justicia superior, una observancia más auténtica. Y de hecho dice a sus discípulos:
“Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos,
no entrarán en el Reino de los Cielos " (Mt 05:20).
¿Pero qué significa
este "pleno cumplimiento" de la ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? El
mismo Jesús nos responde con algunos ejemplos. Porque Jesús era un hombre práctico,
hablaba siempre con ejemplos para hacerse entender. Comienza desde el quinto mandamiento
del Decálogo: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás"; pero
yo les digo que todo aquel que se enoja contra su hermano, merece ser condenado por
un tribunal". (vv. 21-22). Con esto, Jesús nos recuerda que ¡también las palabras
pueden matar, eh? Cuando se dice que una persona tiene la lengua de serpiente, ¿qué
quiere decir? Que sus palabras matan. Por lo tanto, no sólo no se debe atentar contra
la vida de los demás, sino tampoco derramar sobre él el veneno de la ira y golpearlo
con la calumnia. Ni hablar mal de él porque llegamos a las habladurías: los chismes
también pueden matar, ¡porque matan la reputación de las personas! ¡Es muy feo chismorrear!
Al principio puede incluso parecer incluso una cosa agradable, incluso divertida,
como si fuera un caramelo. Pero al final, nos llena el corazón de amargura, nos envenena
también a nosotros. Pero les digo la verdad, ¿eh? Estoy convencido de que si cada
uno de nosotros hiciera el propósito de evitar los chismes, ¡con el tiempo se convertiría
en un santo! Éste es un hermoso camino. ¿Queremos llegar a ser santos, si o no? (Síiiiii),
¿Queremos vivir parloteando como de costumbre, si o no? (Noooo). Entonces estamos
de acuerdo: ¡basta con los chismes!.
Jesús propone a los que siguen
la perfección del amor: un amor cuya única medida es no tener medida, ir más allá
de todo cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega
a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer
la paz con el prójimo. Y dice así: “Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el
altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda
ante el altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. (vv. 23-24). Por esto estamos
llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de mostrar nuestra devoción
al Señor en la oración.
De todo esto queda claro que Jesús no da importancia
sólo a la observancia disciplinar y a la conducta externa. Él va a la raíz de la Ley,
centrándose especialmente en la intención y por tanto en el corazón humano, donde
se originan nuestras acciones buenas o malas. Para obtener un comportamiento bueno
y honesto no son suficientes las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones
profundas, expresión de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se pueden
recibir gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos
abrirnos a la acción del Espíritu, que nos permite vivir el amor divino.
A
la luz de esta enseñanza, todos los mandamientos revelan su pleno significado como
una exigencia de amor, y todos se reúnen en el gran mandamiento: amar a Dios con todo
tu corazón y al prójimo como a ti mismo.
Palabras del Papa después de
la oración mariana:
Saludo con afecto a todos los romanos y los peregrinos
presentes, las familias, las parroquias, los jóvenes de tantos países del mundo.
En
particular saludo a los numerosos fieles de la República Checa, que han acompañado
a sus obispos en la visita ad Limina; y aquellos españoles provenientes de las Diócesis
de Orihuela-Alicante, Jerez de la Frontera, Cádiz y Ceuta.
Saludo a
los grupos parroquiales de Calenzano, Aversa y Nápoles; aquellos de Santa María Regina
Pacis en Ostia y de Sant’ Andrea Avellino en Roma; como también el Movimiento Juvenil
Guanelliano, los muchachos del Movimiento Arcobaleno de Módena y la Coral Santo Stefano
de Caorle.
Saludo también al grupo de militares italianos.
¡A
todos les auguro un buen domingo y un buen almuerzo! ¡Hasta la vista!