(RV).- (Con audio) Las familias cristianas
se reconocen por la fidelidad, por el testimonio y la apertura a la vida. Es lo que
afirmó el Papa Francisco en la audiencia del pasado 25 de octubre al Pontificio Consejo
para la Familia, en ocasión de la Asamblea Plenaria del dicasterio. El Pontífice puso
el acento sobre la dimensión comunitaria de la familia, que va valorizada en un tiempo.,
como el nuestro, donde prevalecen los derechos individuales.
Una “comunidad”
donde “se aprende a amar”, hecha de rostros y de personas “que dialogan, se sacrifican
por los otros y defienden la vida”, en especial “aquella más frágil”. De este modo,
el Papa Francisco diseñó la unicidad de la familia que podría definirse “sin exagerar”
-dijo- el “motor del mundo y de la historia”. La familia, ha continuado, es el lugar
donde “la persona toma conciencia de la propia dignidad” y, “si la educación es cristiana”,
reconoce “la dignidad de cada persona, en modo particular de aquella enferma, débil,
marginada”.
“Todo esto es la comunidad-familia, que pide ser reconocida como
tal, sobre todo hoy, cuando prevalece la tutela de los derechos individuales. Tenemos
que defender el derecho de esta comunidad: ¡La familia! Por eso han hecho bien en
poner particular atención a la Carta de los Derechos de la Familia, presentada justamente
hace 30 años, el 22 de octubre de 1983”.
La familia, ha proseguido el Papa,
se funda sobre el matrimonio. Y ha subrayado que “los esposos cristianos testimonian
que el matrimonio, en cuanto sacramento, es la base sobre la cual se funda la familia”:
“El
matrimonio es como si fuera un primer sacramento del ser humano, donde la persona
se descubre a sí misma, se auto-comprende, en relación con los otros y en relación
con el amor que es capaz de dar y recibir. El amor esponsal y familiar revela también
claramente la vocación de la persona a amar en modo único y para siempre, y que las
pruebas, sacrificios y las crisis de la pareja como de la misma familia, representan
pasos para crecer en el bien, en la caridad y en la belleza.”
En el matrimonio,
observó el Obispo de Roma, los esposos se donan completamente sin cálculos ni reservas,
compartiéndolo todo, dones y renuncias”, siempre confiando en la Providencia de Dios.
Es ésta, ha dicho, la experiencia que “los jóvenes pueden aprender de los padres y
de los abuelos”. Se trata, añadió, de “una experiencia de fe en Dios y de confianza
recíproca” pero también de santidad, porque “la santidad supone el donarse con fidelidad
y sacrificio cada día de la vida”.
Luego, el Papa, puso el acento sobre dos
fases de la vida familiar: “la infancia y la vejez”. “Una sociedad que abandona los
niños y que margina los ancianos, -afirmó- corta sus raíces y oscurece su futuro”.
“Ustedes
hagan evalúen nuestra cultura de hoy, con esto: cada vez que se abandona a un niño,
y se margina a un anciano, se cumple no sólo un acto de injusticia, sino que también
se sanciona el fracaso de la sociedad. El cuidado de los pequeños y de los ancianos
es una opción de civilización”.
La Iglesia que cuida a los niños y a los ancianos
“se transforma en madre de las generaciones de creyentes” y al mismo tiempo “sirve
a la sociedad humana”, ayudándola a “redescubrir la paternidad y la maternidad de
Dios”. La “buena noticia” de la familia, señaló el Santo Padre, “es una parte muy
importante de la evangelización, que los cristianos pueden comunicar a todos”. Comunicarlo,
sobre todo “a través del testimonio de la vida” especialmente “en las sociedades secularizadas”.
“Las familias verdaderamente cristianas -observó finalmente- se reconocen por la fidelidad,
la paciencia, la apertura a la vida, y el respeto a los ancianos”.
Producción
de María Fernanda Bernasconi (hispano@vatiradio.va).
El espacio “Pensamiento
del Papa”, se transmite los lunes en las emisiones informativas de las 17,30; 01,45
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