Benedicto XVI: una vida dedicada a la oración al servicio de la Iglesia y de la humanidad
(RV).- (con audio) Asegurando nuestras
oraciones - como él pidió - y contando con las suyas, como nos prometió, recordamos
que se cumple un año de la histórica renuncia de Benedicto XVI, que ha guiado a la
Iglesia Universal, durante casi ocho años, con sabiduría, dulzura, humildad y firmeza,
como «simple y humilde trabajador de la viña del Señor», como dijo la tarde del 19
de abril de 2005. El 11 de febrero de 2013, daba la vuelta al mundo la noticia de
la histórica renuncia de Joseph Ratzinger, anunciada con profunda emoción, por él
mismo ese día, memoria de Nuestra Señora de Lourdes. Marcando un hito en 20 siglos
de historia, al final del consistorio que había convocado, para tres causas de canonización,
anunció al colegio cardenalicio su renuncia al ministerio de Obispo de Roma, con sencillez
y confiada, serena y filial entrega al Señor de la historia:
“Los he convocado
a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para
comunicarles una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después
de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza
de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio
petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual,
debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor
grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones
y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la
barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del
cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de
tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me
fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con
plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San
Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de
forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la
sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene
competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice”.
«Me
consuela – decía el día de su elección pontificia el hasta entonces cardenal Joseph
Ratzinger - el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos
insuficientes». Ya desde el primer momento, pues, el Papa Benedicto XVI mostró su
humildad y sencillez encomendándose a las oraciones de los fieles y a la “alegría
del Señor” para seguir adelante.
«Les suplico que se acuerden de mí en sus
oraciones y que sigan pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la delicada
tarea de elegir a un nuevo Sucesor en la Cátedra del Apóstol Pedro», pedía Benedicto
XVI, en la última, intensa audiencia general de su pontificado - el 27 de febrero
de 2013 - en cuya catequesis reiteró que «amar a la Iglesia significa también tener
el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre por delante el
bien de la Iglesia y no de sí mismos».
Con grandes aplausos y mucha emoción
, miles de fíeles y peregrinos acompañaron al Papa Ratzinger en la última audiencia
general de su pontificado: casi ocho años de luminoso magisterio con «momentos de
alegría y luces, así como también ‘momentos difíciles’, pero siempre bajo la guía
y protección de Dios». Sabiendo que la barca de la Iglesia es del Señor y que Él la
conduce por medio de hombres. Escuchemos sus palabras en nuestra lengua:
«Queridos
hermanos y hermanas: Muchas gracias por haber venido a esta última audiencia general
de mi pontificado. Asimismo, doy gracias a Dios por sus dones, y también a tantas
personas que, con generosidad y amor a la Iglesia, me han ayudado en estos años con
espíritu de fe y humildad. Agradezco a todos el respeto y la comprensión con la que
han acogido esta decisión importante, que he tomado con plena libertad. Desde que
asumí el ministerio petrino en el nombre del Señor he servido a su Iglesia con la
certeza de que es Él quien me ha guiado. Sé también que la barca de la Iglesia es
suya, y que Él la conduce por medio de hombres. Mi corazón está colmado de gratitud
porque nunca ha faltado a la Iglesia su luz. En este Año de la fe invito a todos a
renovar la firme confianza en Dios, con la seguridad de que Él nos sostiene y nos
ama, y así todos sientan la alegría de ser cristianos. Saludo cordialmente a los peregrinos
de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y de los países
latinoamericanos, que hoy han querido acompañarme. Os suplico que os acordéis de mí
en vuestra oración y que sigáis pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la
delicada tarea de elegir a un nuevo Sucesor en la Cátedra del apóstol Pedro. Imploremos
todos la amorosa protección de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia. Muchas
gracias. Que Dios os bendiga».
Benedicto XVI prosiguió su agradecimiento
dirigiéndose a las numerosas personas de todo el mundo, que en especial en las últimas
semanas le habían enviado muestras conmovedoras de atención, amistad y oración. «Sí,
el Papa nunca está solo, ahora lo experimento de nuevo de una manera tan grande que
toca el corazón». «Me escriben como hermanos y hermanas, o como hijos e hijas, con
sentimientos de vínculos familiares muy cariñosos. Aquí se puede tocar con mano lo
que es la Iglesia - no es una organización, ni una asociación con fines religiosos
o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunidad de hermanos y hermanas en el Cuerpo
de Jesucristo, que nos une a todos. Experimentar la Iglesia de esta manera es tener
casi la capacidad de tocar con las manos el poder de su verdad y de su amor, es una
fuente de alegría, en un momento en que muchos hablan de su declive».
Y
cómo no recordar el primer saludo del Papa Bergoglio, al ser elegido como sucesor
suyo, rezó e hizo que la abarrotada Plaza de San Pedro, sus alrededores y millones
de personas en el mundo rezaran con él un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
al Padre por su amado predecesor:
«Hermanos y hermanas, buenas tardes. Saben
que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales
han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Les agradezco la acogida.
La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar
por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el
Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja. -