"También Dios Padre llora por sus hijos", el Papa el martes
(RV).- (actualizado con vídeo) Dios también llora: su llanto es como aquel de un padre
que ama a los hijos y jamás los reniega incluso si son rebeldes, sino que los espera
siempre. Lo dijo el Papa Francisco durante la Misa presidida esta mañana en la Casa
de Santa Marta.
Las lecturas del día presentan la figura de dos padres: el
rey David, que llora la muerte del hijo rebelde Absalón, y Jairo, jefe de la Sinagoga,
que suplica a Jesús sanar a la hija. El Santo Padre explicó el llanto de David después
de recibir la noticia del asesinato del hijo, no obstante éste combatiese contra él
para conquistar el reino. El ejército de David ha vencido, pero a él no le interesaba
la victoria, “¡esperaba al hijo! ¡Solamente le interesaba el hijo! Era rey, era jefe
del país, ¡pero era un padre! Y de esta manera cuando llegó la noticia del fin de
su hijo, fue sacudido por un estremecimiento: subió a la habitación de arriba… y lloró”:
“Yéndose
decía: ‘¡Hijo mío, Absalón. Hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Hubiera muerto yo en vez
de ti! ¡Absalón, Hijo mío! ¡Hijo mío!’. Éste es el corazón de un padre, que jamás
reniega a su hijo. ‘Es un bribón. Es un enemigo. ¡Pero es mi hijo!’. Y no reniega
la paternidad: lloró… David lloró dos veces por un hijo: esta vez y la otra cuando
el hijo del adulterio estaba por morir. También aquella vez ayunó, hizo penitencia
para salvar la vida del hijo. ¡Era un padre!”.
El otro padre es el jefe de
la Sinagoga, “una persona importante – afirmó el Papa - pero ante la enfermedad de
la hija no tiene vergüenza en arrojarse a los pies de Jesús: ‘¡Mi hijita está muriendo,
ven a imponerle las manos, para que se salve y viva!’. No tiene vergüenza”, no piensa
en lo que podrán decir los otros, porque es un padre. David y Jairo son dos padres:
“¡Para
ellos aquello que es lo más importante es el hijo, la hija! No existe otra cosa. ¡La
única cosa importante! Nos hace pensar a la primera cosa que nosotros decimos a Dios,
en el Credo: ‘Creo en Dios Padre…’. Nos hace pensar en la paternidad de Dios. Pero
Dios es así. ¡Dios es así con nosotros! ‘Pero, Padre, ¡Dios no llora!’. ¡Cómo no!
Recordamos a Jesús, cuando lloró mirando a Jerusalén. ‘¡Jerusalén, Jerusalén! Cuántas
veces he querido recoger a tus hijos, como la gallina recoge sus pollitos bajo las
alas’. ¡Dios llora! ¡Jesús ha llorado por nosotros! Y aquel llanto de Jesús es precisamente
la figura del llanto del Padre, que nos quiere a todos en torno a sí”.
“En
los momentos difíciles” – subrayó el Papa Francisco – “el Padre responde. Recordamos
a Isaac, cuando va con Abraham a hacer el sacrificio: Isaac no era tonto, se dio
cuenta que llevaban leña, el fuego, pero no la oveja para el sacrificio. ¡Tenía temor
en el corazón! ¿Y qué cosa dice? ‘¡Padre!’. Y de inmediato: ‘¡Aquí estoy hijo!’”.
El Padre responde. Así, Jesús, en el Huerto de los Olivos, dice “con aquella angustia
en el corazón: ‘Padre, si es posible, ¡aparta de mí este cáliz!’. Y los ángeles vinieron
a darle fuerza. Así es nuestro Dios: ¡es Padre! ¡Es un Padre!”. Un Padre como aquel
que espera al hijo prodigo que se ha ido “con todo el dinero, con toda la herencia.
Pero el padre lo esperaba” todos los días y “lo vio desde lejos”. “Ese es nuestro
Dios!" - observó el Obispo de Roma - y "nuestra paternidad" - aquella de los padres
de familia así como la paternidad espiritual de obispos y sacerdotes - "debe ser como
ésta. El Padre tiene como una unción que viene del hijo: ¡no entenderse a sí mismo
sin el hijo! Y por esto tiene necesidad del hijo: lo espera, lo ama, lo busca, lo
perdona, lo quiere cercano a sí, tan cercano como la gallina quiere a sus pollitos”:
“Vayamos
hoy a casa con estos dos íconos: David que llora y el otro, el jefe de la Sinagoga,
que se arroja ante Jesús, sin miedo de avergonzarse y hacer reír a los otros. En juego
estaban sus hijos: el hijo y la hija. Y con estos dos íconos digamos: ‘Creo en Dios
Padre…’. Y pidamos al Espíritu Santo - porque sólo es Él, el Espíritu Santo – que
nos enseñe a decir ‘¡Abba!, ¡Padre!’. ¡Es una gracia! Poder decir a Dios ‘¡Padre!’
con el corazón es una gracia del Espíritu Santo. ¡Pedirla a Él!”. (RC-RV)